Quinta corrida de abono de la Feria de Otoño de Madrid, toros de don Joaquín Núñez del Cuvillo, justo de presentación y de interesante juego en líneas generales, para Sebastián Castella: silencio y silencio; Paco Ureña: oreja y ovación tras aviso; Luis David Adame: ovación y ovación. Entrada: casi tres cuartos.

Serio por delante el primero de la tarde, «Esparraguero», toro de la confirmación de Luis David Adame. Animal que ejemplifica la concepción del toro posmoderno. Ideal para confirmar a lo grande. Mansea en los primeros compases, buscando los terrenos de chiqueros. Por el pitón izquierdo muestra su calidad, y por el otro se sale más suelto aún. Se justifica en varas. En banderillas demuestra su excepcional clase, recorrido, humillación y nobleza. Fenomenal lidia de Miguel Martín. Tras la ceremonia, se ofreció un recital de destoreo: pico, línea, patita escondida, al hilo del pitón, muleta retrasada, noria y bajonazo. Palmas de consolación para una oportunidad de vida desaprovechada…

El refranero popular suele decir que «se junta el hambre con las ganas de comer». Eso mismo ocurrió en segundo lugar, primero del lote de Sebastián Castella. Toro que desde unos primeros momentos se defendió, echando las manos por delante y sin humillar. El del castoreño, en vez de aplicar la receta correspondiente, pico excesivamente trasero. En banderillas, más de lo mismo, cuya condición se confirmó. Castella, apático, como suele ser habitual en él. Trapacero y sin temple, no sabiendo alargar sus embestidas ni obligarlo a humillar. Estocada caída y silencio.

Protestado fue el tercer toro de la tarde, por su escaso trapío. Debido a las protestas, no pudo paladearse las suaves verónicas y dos medias de don Francisco Ureña. ¡Qué forma de echar los vuelos! A ese insignificante trapío, se unió un no sobrado poder. Sin embargo, embistió con aquello que llaman calidad. Carniceria en varas y discreción en banderillas. Cante hondo de Ureña con la seda, exposición de pureza, verdad y alma. Empezó la faena con la mano izquierda, en el centro del ruedo: pronto y en la mano. Desde entonces, encajado, con el medio pecho por delante, erguido, cruzado, cargando la suerte… Con todo lo que siempre se ha considerado torear. Se rompió toreando, quebrando el compás. Naturales y derechazos templados, vaciados atrás. Terminó la faena con torerísimos ayudados por alto y naturales de frente, buscando la colocación. Estocada en buen sitio, alargando el brazo y quedándose en la cara.

Castella ni está ni se le espera. Pequeña cara la del cuarto toro, algo protestado también. Difícil lo tenía el francés tras la obra de Ureña. Tercio de varas inexistente, hasta entonces solo había demostrado humillación. En banderillas se creció y galopó. En la muleta fue muy exigente, ante un Castella anodino y sin encontrarle el remedio. Enganchones y momentos de apuro, algo desbordado. Junto a sus habituales ventajas, no supo ni engancharlo ni llevarlo. Estocada.

Se volvió a cantar el toreo grande con Ureña, esta vez en otras tesituras. Toro complicado donde los haya, correoso: muy a la defensiva, soltando constantemente la cara. Cabezazos en el tercio de varas. La gente desanimada pues todos empujabamos para que Ureña abriera la Puerta Grande. Pronto encontró la receta el murciano, vaciando los muletazos por debajo de la pala del pitón. Hubo dos momentos de equivocación: los pases de pecho y buscar la tragedia, que apunto estuvo de consumarse. Estocada caída que impidió el segundo trofeo de su tarde.

Otro buen toro para la muleta el sexto de la tarde. Subió el nivel del trapío. Destacada fue su segunda entrada al caballo, que montaba con torería Óscar Bernal, por la distancia y alegría con la que se arrancó el animal. Brilló con los palos Miguel Martín, que se marcó una buena actuación en el conjunto de la tarde. Se echó de rodillas, en el tercio. El toro cantó las instrucciones de inmediato: distancia y medios. Solo lo entendió al principio, recurriendo a las misma ventajas que usó en su primero, adelantando un poco más los engaños. Acortó absurdamente las distancias, lo cual acusó mucho el toro. Arrimón y muchos trapazos, en vez de pases. Dos pinchazos y estocada corta.

 

Por Borja Dominguez

Fotografia y agradecimiento Luis Sanchez-Olmedo