Lo siento, pero no puedo empezar de otra manera: OCTAVIO CHACÓN, EL MATADOR MÁS SERIO DE TODOS CUANTOS HAN VENIDO EN ESTE SAN ISIDRO. Y una vez dicho esto, vayamos al grano, que en esta tarde ha habido como para alimentar a una granja de pollos durante quince años.

La de Saltillo de esta tarde ha tenido muchísimas cosas y muchísimos matices: emoción, mansedumbre, dureza, malas ideas, genio, moruchez algunos, casta otros… Y en base a todo eso, se asienta la frase que sale a relucir en tardes así: nadie se aburrió. Y es muy cierto, en una tarde como la de hoy el aburrimiento se ausentó de los tendidos, los vendedores de pipas se quedaron con la caja registradora tal cual, y el cesto de las almendras fritas que pulula por el tendido durante toda la corrida presentó el mismo aspecto al final que al principio de la corrida. Dios me libre de defender la excelsa mansada que don Joaquín Moreno Silva, propietario de la ganadería de Saltillo, ha echado esta tarde en Las Ventas. Tal cosa es tarea que se presume imposible de llevar a cabo. ¿Que nadie se aburrió? Cierto. ¿Que la emoción estuvo presente en todo momento, alentada en gran parte por esa mala uva de los toros, la cual requería a los lidiadores el carné y un saber estar adecuado? Verdad verdadera. ¿Que no era imposible lucirse con estos toros y estar más dignos? Ahí han quedado grandes momentos protagonizados por algunos hombres de luces. ¿Que una corrida así, por mucho que deje de aburrir, es la antibravura? Correcto. ¿Que esto no hace sino que dejar en evidencia aún más los grandes males de la Fiesta, que son la monotonía que produce el medio-borrego bobo, cosa que hace que creamos que se nos apareció la Virgen cuando una corrida sale con mala leche? El perfecto resumen de la tarde de hoy.

Corrida complicadísima para estar delante, pero no imposible. No señor. Bueno, imposible hacer eso de se torea mejor que nunca, o como se diga. Pero no para el lucimiento, lo cual no necesariamente llega única y exclusivamente con lo de pegar pases. Y si no, ahí quedan los quehaceres de Sebastián Ritter y, sobre todo, de Octavio Chacón, quienes han dado una magnífica lección, sobre todo el segundo, de cómo se puede alcanzar grandes cotas de lucimiento ante una corrida de este calibre. ¿Enseñarán a partir de ahora en las escuelas este tipo de cosas? No estaría de más.

Se podía estar muy digno, como ha hecho el novel de la terna, Sebastián Ritter, a quién no se le puede poner ningún pero. El tercero fue un manso huidizo, ante el cual se quiso poner de verdad para sacarle buenos muletazos, pero lo único que pudo hacer fue aguantar estoico los parones y las probaturas del toro. No se alargó Ritter en exceso, culminando con un decoroso y muy torero macheteo sobre los pies, para acabar con la vida del marrajo de estocada tendida y atravesada, que sirvió.
El comportamiento que tuvo el sexto de la tarde recordó más a un morrucho castellano que a un toro de lidia de verdad. El morucho ya de por sí puso en serios aprietos a los banderilleros a la hora de clavar los palos, quienes no consiguieron hacerlo de otra forma que no fuera de una en una, ya que el toro se venía con muchos pies y perseguía hasta el final. Ritter, ya con la muleta, de nuevo intentó ponerse, pero el toro le quitó rápido de la cabeza la idea cuando se le vino al pecho en uno de esos conatos. En otra, le arrebató la muleta de un gañafón y se fue derecho a por él, haciéndole hilo y llegando a darle caza casi cuando se disponía a saltar las tablas, afortunadamente sin consecuencias graves aparentes. No se demoró más, y metió la mano con habilidad para dejarle la estocada.
Digna, pero muy digna su actuación.

También cabía el triunfo esta tarde y ante estos toros, aun pegando muy pocos muletazos buenos. Y si no, que le pregunten a Octavio Chacón, ese torero de cuyas hazañas en los duros festejos del valle del Tiétar se lleva tiempo hablando en muchas tertulias de aficionados. Y esta tarde en Madrid, tales hazañas han sido refrendadas ante un mansurrón que se dejó dar algunos muletazos por el lado derecho, y ante un marrajo pregonado que en todo momento fue a por el bulto que había detrás de la franela roja.
El mansurrón que tuvo cierta bondad por el lado derecho abrió plaza, y Chacón, con el capote, lo sacó a los medios andando hacia atrás y llevándolo muy toreado y sometido por abajo, con una suavidad y un poderío exquisito. Dejó al toro de largo hasta tres veces, cumpliendo en las dos primeras y cantando la gallina en el tercero; y después de esto dejó plasmado Chacón un bonito quite por delantales que volvieron a mandar sobre la embestida. Con mucho orden y acierto de desarrolló una lidia dirigida por el matador, quien ya con la muleta en la mano, comenzó la faena doblándose y sacando algunos muletazos de mucho sabor. Basó el torero la faena en el tercio, donde pegó algunas series con la mano derecha donde sobresalierom algunos redondos muy mandones que llevaron al toro hasta el final. Cogió la izquierda, pero lo único que quedó claro es que por ese lado el toro no quería nada, y volvió a la derecha para dejar otra serie en la que la noblota condición del animal por este lado ya estaba muy apagada. Dejó Octavio Chacón una estocada tendida y atravesada que, aunque tardó en hacer efecto, sirvió. Y tardó porque el toro fue más duro que una piedra y se negaba a doblar, llegando incluso a levantarse en varias ocasiones. Los pañuelos asomaron para pedir una oreja ganada a todas las de la ley, pero el único pañuelo que asomó fue… El azul. Sí, vuelta al ruedo a un toro que acabó manseando en el tercer puyazo, que por el lado derecho no pasó de pastueño, y que por el izquierdo no tuvo ni uno. Increíble pero cierto. Muy protestada tal concesión, y clamorosa vuelta al ruedo que se pegó Octavio Chacón bajo las ovaciones unánimes de toda la plaza.
No con menos brillantez resolvió la papeleta Chacón ante el cuarto, el cual de salida le apretó hacia dentro pero, haciendo gala de inteligencia y recursos, se dio media vuelta y volvió a sacárselo a los medios arrastrando el capote y mandando. Volvió a ponerlo tres veces en el caballo otra vez con sobriedad y afán lidiador, el toro recibió tres puyazos en los que cabeceó y se dolió de la vara como buen marrajo que fue. En banderillas no lo puso tampoco fácil, cortaba, apretaba hacia los adentros y echaba la cara arriba, pero nada de eso fue impedimento para que el subalterno Vicente Ruiz colocara dos grandes pares de banderillas. El toro, después, no tuvo ni uno de pregonado que fue. Chacón se dobló por abajo e intentó ponerse para sacarle algún derechazo, pero el toro, lejos de seguir la muleta, se lanzaba como un cohete al pecho del matador, quien como pudo, volvió a dar otra muestra más de dignidad y de vergüenza torera haciendo una lidia breve sobre las piernas, y matándolo sin más dilación con una estocada que cayó en todo lo alto. Gran ovación para él una vez arrastrado el toro.
La gran tarde de Octavio Chacón no acabó con la lidia y muerte a estoque de sus toros, pues estuvo en el resto de turnos muy atento de todo, muy bien colocado para hacer el quite, tanto en el ruedo como dentro del callejón; salió acompañando a los caballos de picar para cortar el viaje del toro si hubiera hecho falta, y hasta dejando en suerte al toro de algún compañero cuando este no era capaz. Sobran las palabras acerca de Octavio Chacón.

Esaú Fernandez completó la terna para hacerse cargo de segundo y quinto, y para no hacer leña del árbol caído mejor acortar palabras: no quiso ni ver a ninguno de sus dos toros y fue incapaz en todo momento de resolver la papeleta con un mínimo de dignidad, como sí hicieron sus compañeros ante situaciones no menos complicadas que las que él tuvo. Al quinto,  además, no se lo dejó vivo de milagro, pues es mitin de pinchazos que ofreció fue de escándalo. Quizás Esaú debería tener en cuenta que esto de la Tauromaquia no es sólo pegar pases.

Las cuadrillas de a pie, más que menos, resolvieron la papeleta también dignamente, y hasta en muchos casos, con lucimiento y torería. Tal fue el caso de Alberto Cerrato, tercero a las órdenes de Octavio Chacón, quien salvó la vida unas cuántas veces a los compañeros gracias a su magnífica colocación en el ruedo, y además logró soplarle un gran par de banderillas al primero. Vicente Ruiz también brilló con los palos y saludó montera en mano tras parear al cuarto. Sobre los seis picadores que ayer actuaron, baste con decir que a todos sin excepción se les debería tocar el bolsillo por las carnicerías y cuchilladas que asestaron a los animales por todas las partes de su cuerpo. En todas, excecto en donde se debe picar.

POR LUIS CORDÓN