Siguiendo la pésima inercia de esta semana, con la excepción de los dos toros de Domingo Hernández, la corrida de ayer fue otro petardo más. Decepción de la corrida de los Lozano, una más. Pero, no se preocupen, el año que viene dos más. El balance de Alcurrucén en esta Feria ha sido pésimo. Tal vez se pueda tapar por el buen primer toro, animal manso y muy encastado. Ferrera, al que tanto se le ha cantado el liviano triunfo del sábado, anduvo por allí y se lo dejó ir. Será que ahora solo acompaña y da medios muletazos. Poco pudieron hacer Urdiales y Marín. Tanto descaste parecía insultar a la memoria de «Bastonito», que se lidió y derrochó bravura veinticinco años antes. Petardo sin paliativos de los hierros de los Lozano, que lidiaron doce toros. Un desierto de bravura, con un oasis “Zambombo”.

 

Abrió la tarde un toro que, por hechuras y comportamiento, correspondió el fenotipo de Núñez. Abanto en los primeros tercios, mostró cuál era su pitón: el izquierdo. Manseó descaradamente en el caballo y, en cuanto pudo, se fue a toriles. Hacia allí se fue Ferrera, terreno sobre el que orquestó la faena. Pero este… este no era ninguno de los de Zalduendo. Las embestidas fueron encastadas y con mucha transmisión. Largo en su recorrido. El extremeño estuvo al hilo del pitón y con la muleta retrasada. Este toro exigía más mando, no solo acompañar. Bueno por uno y otro pitón. Toro para crujirlo y crujir Madrid. El mejor de los doce que los Lozano han lidiado en Madrid. Mató al encuentro, y el toro vendió cara su muerte. Y estoqueó el último toro de “su” Feria, un bonito negro, bragado y girón toro de El Cortijillo. Otro animal que arrastró los cuartos traseros, con evidentes síntomas de descoordinación. El presidente recibió optimizar los beneficios de la empresa, manteniendo a dicho escombro en el ruedo. Tampoco fue un dechado de bravura y casta. Muy condicionado por la lesión. De Ferrera nada voy a decir, solo que pegó un horripilante bajonazo.

 

Llegó la segunda comparecencia de Urdiales tras el idilio de Otoño, con su ganadería fetiche de Bilbao. Sin embargo, las ilusiones de todos se estrellaron con el mulo que hizo primero. Desde que salió, mostró escaso recorrido, derrotó y echó las manos por delante. Horroroso en el caballo y horroroso el picador. En segundo tercio tampoco puso fácil las cosas. Torero inicio con doblones. En las series iniciales, hubo algunos enganchones que, en ningún caso, facilitaron las cosas. Con el izquierdo, el riojano estuvo templado. Toro de escasas posibilidades. Tampoco Urdiales se peleó con él ni le buscó las vueltas. Se limitó a pasarlo. Estocada caída. No dejó mal sabor de boca Diego Urdiales en su quinto toro, un animal que tampoco reunía el remate suficiente para esta plaza. Manseó en todos los tercios, en especial en el de varas. Horroroso tercio de banderillas, he visto clavar con más precisión en las dianas de bar. Hasta que se inició la faena de muleta, el toro había salido de los engaños con la cara arriba, sobre todo por el izquierdo, como bien demostró en el templado quite de Diego Urdiales. Ya con la muleta en la mano, no se pudo estar mejor con menos. Si bien el animal fue a mejor, que no a menos, no tuvo ninguna opción de triunfo. El riojano estuvo muy bien colocado, templado y extrayendo pasajes de uno en uno, abrochados atrás de la cadera. Rezumó torería y sabor. Mató de una gran estocada. El toro tardó en doblar.

 

El tercero fue un toro impropio de esta plaza, muy lavado de cara. Para más inri, mostraba una evidente lesión de los cuartos traseros, arrastrándolos por la arena y, cuando no, renqueando. Se caía. Cierto es que mostró aptitudes, pero estuvo muy lastrado por esa lesión. Nada voy a decir de Ginés Marín, pues nada de lo que hizo tuvo importancia, al carecer de un toro íntegro. Tampoco tuvo nada que hacer el pacense con el que cerró plaza. Un manso de carretas, será que querría estar en el Rocío. Huyó en todos los pasajes de la lidia. Con la muleta, Marín lo persiguió por todo el anillo, pero ni así.

 

Por Francisco Díaz.