En el día de ayer, el mundo del toro se reunió con el Ministerio de Cultura para atajar los problemas que de esta pandemia se desprendan. Representantes de una y otra parte han avanzado en unas primeras líneas generales del plan de choche. Por parte del mundo del toro han acudido Borja Cardelús, en representación de la Fundación del Toro de Lidia; Simón Casas, de ANOET; Lucía Martín, de la Unión de Criadores del Toro de Lidia; Íñigo Fraile, de la Unión de Toreros; y David Prados, de la Unión de Banderilleros y Picadores. La representación gubernativa estuvo encabezada por Javier García Fernández, secretario general de Cultura y Deporte, y Román Fernández-Baca, director general de Bellas Artes.

 

Esta primera reunión quizá llegue un tanto tarde. Sin embargo, el momento no es menos significativo: ante la evidencia de la práctica imposibilidad de celebrar un solo festejo taurino esta temporada 2020. Tampoco puede negarse la importancia que ha tenido la misma. Por primera vez, se ha “arrancado” el compromiso del Gobierno a no dejar en la cuneta al mundo del toro. Muchos nos conformábamos con que, al menos, no nos molestaran. Las declaraciones de los representantes públicos revelan que no solo no nos molestarán, sino que tampoco nos dejarán a nuestra suerte. No hay que pecar de incrédulos, pero pueden vislumbrarse motivos para el optimismo.

 

Se desprenden dos consecuencias positivas de la reunión de ayer. La primera se reconoció públicamente la importancia de la tauromaquia como patrimonio cultura de todos los españoles. Imprescindible para “la ecología y el medio ambiente así como en la fijación de la población en el mundo rural”. Puede parecer una necedad. No lo es. Téngase en cuenta que nos hallamos ante el Gobierno más contrario a la tauromaquia de la democracia. Y la segunda conclusión que invita al optimismo es el compromiso de equiparar la tauromaquia con las demás industrias culturales. Todas y cada una de las decisiones que se adopten en relación con el cine, el teatro o demás artes escénicas o audiovisuales repercutirán al toro. Le beneficiarán. Por tanto, asumen el compromiso de “introducir medidas en el Consejo de Ministros que palien la situación crítica del sector del toro”. No es menos significativo que destaquen la lealtad y la paciencia del mundo del toro. ¡Qué poco están acostumbrados a tratar con nosotros!

 

Deseamos y anhelamos que tan buen comienzo no se quede en agua de borrajas. Que así se contradiga -al menos, por una vez- ese refrán tan español: aquel de los gitanos y los principios. Es una cuestión de justicia. Y, además, me atrevo a exigir que las medidas sean proporcionales. Sí, no podemos ser, una vez más, los que más aportamos y los que menos recibimos. Queda camino por andar, y es muy largo. Por ello, aconsejo a los representantes del toro del mismo modo que en las academias de la Guardia Civil: “vista al frente, paso corto y mala leche”.