A todos aquellos hombres que con su arte hicieron reír a niños, mujeres y hombres. A todos aquellos hombres que con su afición contagiaron ese veneno (“tan malo”) de los toros a niños y no tan niños. Y, en especial, al gran Paco Arévalo, que hoy se nos fue.

Durante años, todas las ferias taurinas de pueblos y aldeas, de villas y ciudades, guardaban un lugar para el espectáculo cómico. Una fecha donde todos los asistentes acudían al coso con otra disposición, a reír, pero también a emocionarse. Hombres, en su mayoría anónimos, que recorieron nuestra geografía en busca de un sustento, muchas veces como sustitución de un sueño frustrado: ser toreros.

El toreo cómico, como todo que está profundamente relacionado con nuestros tiempos, ha vivido innumerables transformaciones. Sin duda, uno de sus mayores éxitos llegó con el “Bombero Torero”. Pequeños grandes hombres se enfundaban el terno por pueblicitos de Andalucía, Extremadura, La Mancha, Castilla… Para arrancar, con su gracia y su valor, sonrisas a los más pequeños del lugar. Hoy sería un espectáculo marginado, perseguido y señalado por la Inquisición del siglo XXI, la de lo políticamente correcto, que encuentra en la lucha de identidades su sustento, cayendo en la paradoja de discriminar. Se hubiera negado así la posibilidad de ser alguien, de recordar sus nombres, a personajes que nuestro país ha dado.

No era enano, Paco Arévalo (padre, claro), pero sí tuvo un destacadísimo papel en el toreo cómico. Su faceta de lidiar novillos y vacas con el elegante traje, con mascots, de Chaplín, jamás será olvidado. Descanse en paz.

El equipo de torosdelidia.es quiere trasmitir su mas sentido pesar a toda la familia y amigos.

 

Por Francisco Diaz