Los toros de Juan Pedro lidiados esta tarde en Alicante han dado la medida de la santidad taurina porque, más que toros, parecían monjes franciscanos con cuernos. Menuda estafa la de este ganadero para con las gentes. Eso sí, los toreros se frotan las manos cada vez que los matan porque saben que, da igual matar los toros de Juan Pedro que los cerdos ibéricos que cría el ganadero que, en definitiva vendría a ser lo mismo.

Uno que ha visto lidiar muchos toros de todos los encastes, a la hora de enjuiciar a estos burros desvalidos de Juan Pedro, cualquiera siente rubor, más bien diría asco por esos animales amanerados que nada se parecen a un toro de lidia pero que, los toreros, se pegan de hostias por matar esos burros adormilados. Es lógico, con esos toros los toreros no exponen nada, dejan ir y venir a los animalitos, saben que no hay peligro alguno porque esos bicornes no tienen casta, ni fuerza, ni trapío ni nada que ver con lo que es un toro de lidia.

Pese a que los palmeros de turno, incluso los críticos de casi todos los diarios es España ensalzarán las corrida como si hubiera lidiado Dolores Aguirre, certifico que no he visto el toro por ningún lado; vamos que, si a esas sardinas con cuernos le llaman toro, el resultado lo tenemos en la actitud de los aficionados que, en plena feria alicantina, con un cartel de figuras y menos de tres mil personas en la plaza. El castigo no puede ser mayor por mucho que les canten sus gestas todos los subordinados del periodismo que, así les va a todos.

Enrique Ponce es el caricato de sí mismo. En su primero ha ejercido de enfermero porque el animalito no tenía la más mínima fuera. Lo ha trapaceado según costumbre y aquí paz, y allá gloria. Está claro que Ponce estará en activo otros veinte años más porque, con esos enemigos puede quedarse eternamente como actuante. En su segundo ha estado tesonero, acompasando las benditas embestidas del Juan Pedrito, incluso se ha puesto de rodillas en la última parte de la faena, digo yo que estaría rezando para que le siguen saliendo burros desvalidos para que jamás tenga que irse del toreo. Le han dado una oreja por su certera estocada. Eso sí, los peones pedían la segunda oreja con un descaro sin límites. Hay que ser sinvergüenzas.

Manzanares ha sido el calco de ayer. Más de lo mismo. Toros endebles, pases bonitos, cero riesgo, ninguna emoción. Todo lo que ha llevado a cabo el diestro paisano ha estado rociado de la estética. Le han dado una oreja en cada toro pero podían haberle dado el toro entero que a nadie le hubiera importado.

Cayetano es el torero más vulgar del escalafón; los hay que torean insulsos, pero nadie como Cayetano que acompaña las embestidas de sus animalitos, no dice nada, absolutamente nada pero como ha matado de una estocada en cada toro le han regalado dos orejas, una de cada enemigo. Fijémonos como son los toros de Juan Pedro que, hasta un mediocre vulgar como Cayetano es capaz de triunfar. Si a estos tres individuos de hoy les saliera una auténtica corrida de toros por chiqueros muy pronto dejarían de hacer las estupideces que hacen a diario. Pero como son animales santificados, con aquello de tener oficio es capaz de triunfar hasta el mismo Cayetano.

Termino como empezaba, los toreros creerán que han hecho una gesta heroica y todo ha quedado en la horrible parodia que cito y, lo que es peor, ya nadie se traga el cuento porque por vez primera en mi vida he visto en Alicante, en plena feria, tres figuras en el cartel y tres mil personas en los tendidos, el fracaso no puede ser mayor. No estaban los antitaurinos que, los pobres han sido benévolos con nosotros porque se han dado cuenta que no nos hacen falta para la destrucción de la fiesta, con la actitud de los toreros, ganaderos y demás aves de rapiña que pululan en los toros, no necesitamos enemigo alguno.

Respecto a la asistencia de público a un espectáculo determinado, ¿se imagina alguien a Plácido Domingo actuando en La Feniche de Venecia con cuarenta butacas ocupadas? Sería imposible, ¿verdad? Pues lo que parecía imposible ha sucedido en el mundo de los toros, que la gente, harta de engaños, haya desistido de ir a tan lamentable espectáculo sin toros.

Pla Ventura