Quizá la entrada más floja de este corto serial fue la que se registró esta tarde en la Plaza de Toros México, quizá porque la gente está aguardando el cartel del domingo entrante, o por los eventos deportivos que tanto auge tienen en nuestro país y que coincidían en horarios. Pero lo que si puedo decir es que quien no tuvo la oportunidad de estar presente en la novillada, se perdió de lo que yo llamaría, “un sueño hecho realidad”.

Tanto tiempo hablando de la falta de bravura, de animales descastados, hoy miro al cielo diciendo, “Gracias”! Porque si la esperanza se venía disolviendo a cada momento, hoy me queda claro que el “Rey de la Fiesta” prevalecerá!

Un respiro, una bocanada de aire fresco, el vibrar de los asientos, la sangre circulando por las venas con inquietud, todo y más en cada embestida, en cada ida al caballo. Hoy para mi, el sentido de la vida vuelve a tener esencia, la esencia del toro bravo, del ser que da nombre a la Fiesta, y que es el principal motivo de la vida de tantos toreros, ganaderos, aficionados, y hasta los que no. ¡Hoy, su majestad volvió!
Y fue sin duda una tarde redonda.

Y entrando en materia, la novillada de Caparica estuvo muy bien presentada, siendo bravos los 6 y solo el quinto de la tarde desarrolló sentido en el último tercio.

Roberto Viezcas debe sentirse muy orgulloso del logro conjunto que obtuvo con los ganaderos Julio y Manuel Muñozcano acaecidos recientemente, ¡porque hace muchos, pero muchos años que no veíamos una verdadera tarde de toros!

José Miguel Arellano, oriundo de Aguascalientes fue el encargado de abrir plaza.
Tuvo momentos agradables para el público pero ya cantaba el dicho: “Pídele a Dios que no te salga un toro bravo” porque ellos si piden el carnet. Hay que estar en todo momento presente y tener la cabeza muy fría para entenderlos ya que pese a que además de la bravura, tenían una fijeza, recorrido y acometividad idílicos, no iban a permitir errores, pues ahí se pone al descubierto la falta de oficio del torero. En realidad fue lo que le pasó al esbelto joven, que a pesar de haber pegado largos muletazos, no se fundió en la escultura. Quizá se presionó y no dejó que el calor derritiera el metal, pero dejó ir dos extraordinarios novillos con las orejas.
Mejores momentos en el primero, pero solo quedó en eso. Incluso en el cuarto de la tarde tras pinchar, fue levemente abucheado
He de confesar que ayer, no sé si por las energías del eclipse, pero el público no fue tan benévolo como otras tardes, más bien estuvieron exigiendo a los actuantes, que bien supieron responder

Juan Pedro Llaguno.
Ese nombre puede hacer historia si es bien llevado en este difícil mundo.

La proporción áurea es el concepto de la perfección, conocida también como “Fibonacci” y nace de la aritmética, como una sucesión de números infinita lo que al dividirla por un número anterior nos aproxima al número áureo (1,618034)

¿Pero eso qué de impresionante tendría? Pues en qué esa fórmula empezó a ser utilizada por los artistas, arquitectos, artesanos, incluso financieros, ante el dinamismo y los principios del crecimiento en las formas naturales.
Quizá suena muy rebuscado y podríamos pensar que no tiene nada que ver, pero sabemos que las matemáticas son perfectas y ese es el punto de inflexión al que quiero llegar.
Cuando todo se acomoda para llegar a tener esa perfección estamos ante una proporción áurea, es lo que algunos llaman obra de la divinidad.
Y es que ahí estaba Dios, desde los cielos, acompañado por un coro de arcángeles que se emocionaban con cada capotazo, con cada par de banderillas, con cada muletazo. Con la tersura de su trazo, con el gusto, con el temple, con el sentimiento.

Sus auras resplandecían y el beneplácito en los cielos era vibrante y nosotros simples mortales, recibimos ese maravilloso regalo. El ruedo de la Monumental quería abrirse, cobijar al muchacho, y es que enemigos se unieron en la creación de una representación del más pura obra de arte cretense.

La compenetración fue impecable, me atrevería a decir, insuperable.

Sus andares emulaban al Cristo sobre el mar, casi flotando, dejando a su paso el aroma del ámbar, que es quizá la esencia mas hermosa y que solo los mas grandes han llegado a deleitar.
Llaguno y “17” fueron tocados por las musas, se volvieron uno solo. Esas mismas sirenas que seguro inspiraron a Boticelli a crear el “Nacimiento de Venus”, cuadro renacentista que tiene las proporciones antes mencionadas, y que sin duda es una de las obras maestras más grandes de la historia Universal.
Todo en su justa medida. La variedad en el capote, la eficacia en las banderillas, el temple con la muleta y para cerrar y soltar la llave, una estocada técnicamente precisa.

En los cielos se asomaban palomas blancas solicitando al palco los honores. La plaza se cubrió del color de la pureza y la paz y la autoridad otorgó las dos orejas, y un reconocimiento al toro que ha sido de Gloria.
En el segundo no pretendía quedarse atrás
Y fueron las notas de un Cabernet Sauvignon, las que lo distinguieron.

pHablando hace unos días con mi amigo Marcial Ibarra, uno de los conocedores más reconocidos en la materia, encontrábamos que en México se están produciendo los mejores vinos del mundo y sin ir más lejos esta uva, de origen francés, que puede hallarse en los principales países vitivinícolas, ha encontrado en Parras Coahuila, esa tierra ideal que le otorgó en el Concours Internacional Des Cabernets, la distinción del mejor del mundo “Don Leo Gran Reserva 2013”

Pues así con notas de vainilla y madera, sobrio e intenso, se percibe el chocolate, tabaco, humo, frutos rojos y una acidez equilibrada.
Eso vi en Juan Pedro. En su segundo emocionó sobremanera en los dos primeros tercios, quizá más espectacular que artístico pero que le hizo recorrer el anillo tras el tercer par. Más tarde, con la muleta, hubo de hacer uso de su conocimiento, de su intuición y valía pues era un novillo que a pesar de su nobleza no era un bobo y buscaba las carnes, tendiendo a la distracción y por ende a un peligro sordo que no se constataba con facilidad, pero al que se sobrepuso, entendiendo cada embestida y dándole su tiempo. Tiene una vocación impecable y esperemos que las empresas volteen a verlo y él sepa conservar la humildad y el equilibrio que como un buen Cabernet, se requieren para hacer un nombre reconocido.
La espada falló y solo se llevó una cerrada ovación y el agradecimiento de quienes soñábamos con ver un novillero de esta calidad.
Cabe mencionar que Juan Pedro viene de una familia de tradición taurina. Por un lado, sobrino nieto del maestro sevillano Manolo González y por el otro la familia ganadera de los Llaguno, lo cuál no garantiza sus talentos pero seguramente los sembró y hoy estamos viendo la gran cosecha

José Alberto Ortega se presentaba y verdaderamente nos causó una grata, pero muy grata sorpresa.
El valor a prueba de todo. La decisión que debe tener un novillero, el conocimiento de los terrenos, el oficio, son bendiciones en esta carrera y si de llegar alto se trata, podemos estar seguros que va a llegar.
Y también aprovechó las estupendas embestidas de su primero al que le cuajó una faena muy interesante.

Hay cosas tan importantes que los artistas deben tener y es una cualidad que transmiten todos en cada uno de sus géneros. ¿Cómo podemos ver una majestuosa escultura griega, o una obra de Picasso que tantos siglos de diferencia tienen en su creación sin pensar en la sensibilidad que se debe tener para poder plasmar emociones en un lienzo o en una simple piedra? ¿Cómo imaginarnos que Tchaikovsky pudo crear tales obras sin una luz de inspiración, que a veces viene del sufrimiento y otras más de las emociones más altas?

El toreo es así. Es la vida representada en 15 minutos de faena. Es el todo por el todo, es el ritual mágico donde los instintos primitivos se vuelven arte. No se puede torear sin sentir. Cada momento en que el animal acomete, las carnes se tensan, y es esa gracia que los de luces tienen, la que sin duda hace que el mérito no sea solo eso, sino se convierta en la forma de expresión más pura.

Y es la esencia de Ortega, qué parecía el Dios Zeus, que hacía enfurecer al rayo y causaba tormentas. Esa tormenta que se apoderó ayer de las emociones de los presentes que vivieron a plenitud cada instante.
Y es su segundo novillo, un bravo y extraordinario ejemplar el que nos merece las siguientes líneas

El tlaxcalteca tan decidido estaba que salía el “cancerbero” a aguardar la hora.
El valor era encomiable. Hace tiempo que un sobresalto no me invadía al sentir en mi inconsciente que no había manera de que un toro pasara por tan corto espacio. El miedo que causa un toro bravo.

Fue ajustado como el corset de una Madame en cada rima, en cada frase, cortaba las distancias hasta que provocado por esas ansias, fue prendido y como un demonio fuera de si, el toro arremetía, no había capote, muleta, mano, bandera o movimiento alguno que pudiera distraerlo de su objetivo. El animal buscaba a su antagonista con la sangre hirviendo. Pero fue la providencia quien echó mano del capote que logró evitar la tragedia.
Pensamos lo peor, cosa que afortunadamente no ocurrió.

El torero, brutalmente golpeado, con una fuerte hemorragia en la nariz y notorio dolor en todo el cuerpo, se decidió y tras ir por el acero, dejó una entera trasera que volcó a las multitudes que con emoción gritaban ¡Torero, torero!
Recibió una merecida oreja, en reconocimiento a su valor espartano.

¡Ya tenemos dos nombres qué hay que seguir muy de cerca porque nos recuerdan todos los matices de la fiesta y en definitiva nos devuelven la fe!

Cabe destacar nuevamente la bravura de los 6, que acometieron al caballo, incluso causando fuertes tumbos y que tuvieron clase sin desalentar al peligro, que siempre estuvo presente.

Tres recibieron los honores del arrastre lento. Primero, segundo y sexto.

Por Alexa Castillo