Cinco días después de que concluyera la Feria de Abril, no puedo afirmar otra más que me ha quedado un sabor agrio en el paladar. Agrio porque demuestra la deriva festiva, ocasional y poco exigente que la Fiesta de los Toros ha adoptado. La Real Maestranza de Sevilla ha sido, durante muchos años, el segundo templo del toreo, solo tras Madrid. Con una personalidad, propia, muy marcada. Nadie discutía cómo era Sevilla ni cómo debían ser las cosas en Sevilla. Sin embargo, todo eso ha cambiado.

Como decía, la Real Maestranza de Sevilla se caracterizaba, su afición, por la exigencia y el rigor de sus abonados. Esos silencios que crujían el alma del torero. Hasta el mismo toro lo sentiría. Los precios abusivos y la inexistente variedad en la cartelería han expulsado, a patadas, al abonado de la Plaza. Y con ellos, a Sevilla. Se han concedido orejas dignas de una plaza de pueblo. Y no solo la que, por reglamento, corresponde al público, sino la del presidente. Por tanto, el rigor gubernativo o presidencial ha decaído, pero eso ya merece otra mención.

De lo más destacado de la Feria, ha sido el descenso en la presentación de los toros. Han saltado al ruedo maestrante verdaderos novillos, en especial en la corrida de El Pilar. Animales impropios de esta plaza, y de muchas otras de provincias. Una verdadera vergüenza. Mención especial merecen los animaluchos que salieron en el ruedo en los encierros de los Matilla, Núñez del Cuvillo (o del novillo) y Garcigrande-Domingo Hernández. En esta última salió un ejemplar, el primero del lote de El Juli, fue rechazado en Valencia… Por el otro lado del balance, debe mencionarse las corridas de La Palmosilla, Jandilla, Victorino Martín, Fuente Ymbro y Miura.

El juego de los toros fue, en la inmensa mayoría de los ejemplares lidiados, lamentable. Todos ellos sirvieron para firmar el parte de defunción del tercio de varas. A algunos toros ni siquiera se les partió la piel. Animales flojos, muchos inválidos, sin ápice de casta ni de bravura. El anti-toro, eso que algunos llaman el toro moderno, toro artista o el mejor toro de la historia. El animal indultado, el tercero en siete años, ridiculizó el tercio de varas. No solo por su ejecución, sino por la verdadera importancia que tiene en el festejo actual: ninguna. Es inadmisible que animales que no cumplen en el tercio de la bravura, donde el toro se crece ante el castigo, demostrando su bravura y su poderío, se merezca el codiciado premio del indulto. Esto degrada el noble arte de la tauromaquia, en vez de engrandecerla, como muchos pretenden vender. En la muleta, animales nobles y “colaboradores”. Robots hechos para embestir sin causar ninguna molestia a su estoqueador. Gazapeando en líneas rectas…

Muchas orejas han cortado los coletas, a un precio muy barato. El trofeo por el trofeo. Nuevamente se pone en evidencia la poca relevancia que tiene la colocación de la espada, y eso que, en algunas ocasiones, la autoridad ha puesto el freno. Toreo superficial y ventajista, con mucho calado en las tardes de figuras. El Juli paseó cuatro trofeos en la tarde del lunes de Feria. ¿Realmente lo eran? No. Y así se podría analizar cada uno de los trofeos cortados. Mención especial merece la actuación de Pepe Moral. Toreo puro y templado, sincero y desnudo, ante los de Miura. Faltó una tanda por el pitón izquierdo para cortar las dos orejas a un solo toro, de tres que se han desorejado, con muchísimo peso. Si esto fuera un mundo justo, los dos trofeos arrancados el domingo de farolillos servirían de mucho.

 

Por Francisco Diaz