La característica principal del movimiento modernista es la ruptura con lo heredado para renovar desde dentro la disciplina artística en cuestión. Así, en el toreo, fueron modernistas en su tiempo Paquiro (que aportó el orden), Gallito (que ligó en redondo), Belmonte (que paró los pies), Ortega (que cargó la suerte), Manolete (que se quedó estoico ante el toro)… Todos estos elementos formaron parte de la vanguardia del toreo y hoy en día aún siguen vigentes. De este modo, Antonio Ferrera y su toreo recargado, barroco, de inspiración y muy sentido, están llamados a dejar huella.
Ferrera es un artista, de los pocos toreros verdaderamente artistas y que aún conservan mando en su muleta (si es que el resto algún día lo tuvieron). Y precisamente como artista ha tenido, a lo largo de su carrera, diferentes etapas. La primera, la más extensa, es la etapa que llamaríamos del torero banderillero en la que Ferrera organiza una lidia apresurada, sin templar y aprovechando el recurso de las banderillas. Mata de todo, desde Victorinosa a Miuras, y por ello se gana el calor de muchos aficionados toristas. Con el tiempo, y como es normal en toreros de su calado, se fue acomodando en hierros como Zalduendo, Victoriano del Río, García Jiménez… Pero sin dejar de matar todos los años, o casi todos, una o dos (si no alguna más) corridas duras, de Victorino sobre todo. Un buen ejemplo de esas corridas son aquellas que lidió el hierro de la «A coronada» en la Feria de Abril de Sevilla, ya que a muchas de ellas en los últimos tiempos se apuntó Ferrera.
La siguiente etapa, recién estrenada, podríamos llamarla la de la inspiración, porque como a los artistas le ha llegado ahora. Un toreo nuevo, de nueva estética. Si Ponce y Manzanares son el realismo y el naturalismo del toreo (obsoletos de hace tiempo), Ferrera ahora es el modernismo, la ruptura con lo heredado y la creación de unas nuevas formas sin perder la esencia. Un toreo volcado, un toreo de entrega absoluta y al tiempo también arriesgado, con la improvisación como uno de sus pilares, haciendo que el espectador no sepa nunca qué va a pasar en el ruedo. Él, el Ferrera modernista, es parte fundamental del camino a la revolución taurómaca del siglo XXI, fue parte del problema y se ha convertido en parte de la solución. Ésta, sin duda tendrá tres vertientes: la clásica (con Juan Ortega a la cabeza, muy probablemente), la heroica (con Sergio Serrano, Solera, Alberto Pozo, Montero, Gómez del Pilar y, esperemos que aún siga dando guerra en los ruedos, Sánchez Vara liderándola) y la modernista o renovadora (que será Ferrera quien la lidere).
Esta revolución, y con pena lo afirmo, es más necesaria que nunca, puesto que vivimos un tiempo de mediocridad a todos los niveles sociales, políticos, artísticos… y el toreo no se salva, haciendo esa mediocridad de él un arte sin sentido moral alguno, motivo por el cual la sociedad lo rechaza. Todas las grandes artes tuvieron su revolución, eso es innegable, y el toreo ha de tener la suya. Toreros que «chochean» frente a un toro cuya única razón de ser es ser hecho filetes en una empresa cárnica por lo noble, bobalicón y (sinceramente) ingenuo que es ¿A caso eso no merece una revolución?
Éste es un hecho curioso, cuando antes alguien me preguntaba «¿No te da pena el toro?» solía contestar con un suficiente y chulo «¿Y a tí no te dan pena las terneras?». Ahora, en cambio, cuando me preguntan eso la respuesta a cambiado, es más triste, es más melancólica y, por qué no decirlo, buenista, pero es lo que es; ciertamente, no tiene nada que ver con antitaurinos ni animalistas. Ahora la respuesta es un «Cada día más».
Ojalá llegue un día en que diga: al contrario, cada día me da más miedo un toro. Pero, seamos honestos, el toro ya no da miedo ni mucho menos da la sensación de peligro.
En definitiva, el renovado Ferrera es y será parte de nuestro futuro, un futuro que si queremos preservar tenemos la obligación de alimentarlo, de aumentar la acción taurina, la revolución que necesariamente necesita el toreo tras el paso de largos y tediosos años en un comatosoy enfermizo estado del que parece no despertar. No nos quedemos atrás, formemos parte de ese futuro, aunque sólo sea por joder…
Por Quesillo