Nunca hubieran pensado los aficionados a los toros de finales del siglo XIX, los que seguían a Lagartijo y Frascuelo, al Guerra o Machaquito que la conocida, ya entonces como Fiesta nacional, unas cuantas  décadas después, vería ir descabalgado su  interés frente a un deporte que venía de Inglaterra y que de manera incipiente nacía en las minas de Riotinto por esas mismas fechas.

¿Cómo podría imaginarlo siquiera aquel vecino de Lavapiés, crisol de culturas y tradiciones, que llegado el mes de mayo se acercaba al Monte de Piedad y empeñaba su colchón para poder comprarse el abono? Y de haberlo sospechado, nunca el escritor taurino José Sánchez de Neira que en 1879 publicó el GRAN DICCIONARIO TAURÓMACO, se hubiera atrevido a criticar a deportes y artes tan diversos  como el boxeo, las carreras de caballos, la pelota vasca, el baile, el teatro, la música… confrontándolas todas con el toreo, que era para él mejor, mayor y más seguido entre los espectáculos españoles. Sánchez  de Neira casi denigraba a los demás en una defensa a ultranza del mundo de los toros. En edición corregida y aumentada vio la luz en 1897 este Gran Diccionario Taurómaco, precursor de LOS TOROS, de Cossío, y un año siguiente de la edición, el ilustre escritor fallecía. No pudo ver el nacimiento y la progresión del fútbol en nuestro país, y de haberlo sabido se horrorizaría de bastantes párrafos de su diccionario.

La Edad de Oro del Toreo transcurrió sin que se resintiera aún  por el avance de aquel deporte llamado fútbol. Y la que arranca a partir de la fatídica tarde en Talavera, la Edad de Plata,  no solo mantiene su interés, sino que alcanza valores más allá de lo taurino al entrar en el mundo de la poesía, las artes plásticas y la literatura.

Sánchez de Neira había vivido lo que popularmente se decía “pan y toros”, tópico cultural español que era como el “pan y circo” de Juvenal; un plan muy bien pensado por los políticos de la época romana que era lo que llamamos ahora clientelismo. Forma efectiva para llegar al poder. Es así como rezaba la Oración laudatoria:

“Haya pan y haya toros, y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado: pan y toros pide el pueblo. Pan y toros es la comidilla de España. Pan y toros debes proporcionarla para hacer en lo demás cuanto se te antoje in sécula seculorum. Amen.”

La Edad de Plata concluye con la Guerra Civil y ya con la llegada de la paz, el fútbol va ganando la batalla al mundo de los toros. Paulatinamente, el público va desentendiéndose de la Fiesta. Su afecto lo va ganando el deporte de masas que arrasaba en otros países. El fútbol sumando adeptos en todas las clases sociales y en todas las provincias con la creación de múltiples clubs. No el primero, pero sí uno de los primeros fue El Madrid que se fundó en 1902 y obtuvo del Rey de España el título de Real en 1920. En el fútbol no ha habido retroceso. El nacimiento de la televisión influyó muy positivamente en su difusión hasta llegar a nuestros días en un auge desmedido. Si antes el pan y toros era una forma de clientelismo, de entretenimiento para que el pueblo no pensara, le sustituyó el fútbol al que se agarró el franquismo para convertirlo en el “Opio del pueblo” para idénticos fines.

Ahora estamos viviendo la euforia del final de la Champions. No es de ayer ni de anteayer que el fútbol femenino surgiera en España. Ya en la década de los 70 las mujeres emulaban a los hombres jugando en los estadios. Se les reconoció en 1980 con la fundación del Comité Nacional de Fútbol Femenino, y tan bien dotadas para el juego del balón se han mostrado las españolas que El Club de Fútbol Barcelona femenino ha ganado este año su ya tercera copa Champions. Y lo ha hecho hace unos días ante el Olympique de Lyon.

Nos encontramos en  vísperas de la final de la Champions masculina en  que el multipremiado Real Madrid que a lo largo de su historia ha logrado 14 títulos en esta máxima liga, siendo el equipo que más veces la ha conseguido, pueda obtener la copa número 15 de la Champions en el duelo decisivo que le enfrenta el próximo sábado al Borussia Dortmund en el estadio de Wembley, en Londres.

La historia del fútbol español es una historia de éxitos que quitó la primacía en cuanto espectáculo de masas, a los toros. Son muchas las razones para este ascenso del deporte rey entre nosotros que no sería este espacio el más indicado para tratar, pero entre ellas y aún cuando nada es perfecto, no cabe duda de que hay cosas que se han hecho bien. Y esto es algo que nos debiera hacer pensar con respecto a la fiesta cuyo interés, felizmente se está recuperando después de un sensible declive. Se atisba un futuro prometedor, pero en los toros, más que algo, tiene que cambiar.

No es alarmismo el deducir que si no se acomete una reestructuración total no va a ser posible su reflote en su esencia, en todo su arte y exigencia. La regulación de los espectáculos está pidiendo unas medidas organizativas que hagan que la Fiesta Nacional no sea monopolio de unos cuantos. Que el dominio, el control de todo lo importante que se mueve en ella, tendrá que cambiar y dar paso a una igualdad de oportunidades a quienes lo merezcan. Para gestionar bien una plaza no basta con el talento porque hay que poner también a contribución la generosidad, que todo no es ganar dinero, aunque  esto va de suyo, pero también cuenta la sensibilidad cuando tantas cosas hay en juego, incluso la vida de las personas.

El monopolio limita la participación tanto de empresarios como de toreros. Es una situación de privilegio que se debe intentar revertir porque terminará acabando con la Fiesta y el panorama actual invita a ilusionar de nuevo al gran público. Las plazas de toros se están llenando sí, pero también es preocupante la actitud y el desconocimiento de las nuevas generaciones, un factor añadido. La Fiesta taurina se da de bruces con “el sistema” que por injusto debe desaparecer. Y ese periodismo taurino, que rara vez critican a unos y muchas ensalzan a otros sin motivos, es decir, el periodismo del sistema,  es necesario erradicarlo también. Hay muchos interesas en juego y de ahí vienen los males. Males para el público, para muchos toreros y ciertos ganaderos que por motivos quizá inconfesables están vetados en las grandes plazas.

Estos cambios de gran calado que deberían acometerse no son fáciles y requerirían la intervención de quienes tienen mucho que decir con respecto a la Fiesta, en el concepto más alto de la misma, pero hay que tener el valor de emprenderlos. La competencia es sana, sin duda y a ella debemos aspirar. ¿Qué como espectáculo de masas el fútbol ganó la partida? Es cuestión inamovible, pero que estamos a tiempo de hacer de la Fiesta de los Toros otra vez la Fiesta Nacional, también, si más pronto que tarde se logra sanearla.

Y como Toros y Fútbol, o Fútbol y Toros no son incompatibles, ante el partido inminente del sábado, qué menos que animar a nuestro equipo finalista,  aspirante al triunfo: A POR LA DÉCIMA QUINTA  ¡HALA MADRID!

Francisca García

Fijémonos en el paralelismo y afecto que existe entre el mundo de los toros y el fútbol que, en la actualidad, un gran jugador, Raúl de Tomás, del Rayo Vallecano, es el apoderado de novillero de moda, Alejandro Chicharro, las imágenes que mostramos lo certifican.