La temporada española va llegando a su fin, una temporada marcada, sin duda, por la tristísima desaparición de un enorme torero, Ivan Fandiño, para quien envío mi más sincero recuerdo, cariño y admiración. Escribo estas letras evocando su lucha, junto con la de otros matadores que no tienen ni sitio en los carteles, ni nombre.

Ha sido la temporada de las banderas, de los empresarios productores,de los padilla, los ureña y de los adioses de Rivera, de los pocos toros en puntas, de lo repetitivo de los carteles de feria y de la continuidad de la temporada pasada de un nuevo premio concedido al matado: el indulto, premio, que hasta hoy siempre he pensado que era para un toro de cualidades excepcionales y el cual era necesario preservar.

Hemos pasado al todo vale, a los indultos en portátiles de cuarta, a los indultos en rejones, a los novilleriles,y esto, señores, que no se nos olvide, es una moda, somos los “taurinos progres”, los modernos.

El título El Arte en Decadencia, no es casual, ni tan siquiera es original, data de 1910, y es un interesante libro de Maximiliano Clavo (Corinto y Oro), un libro que bien podría ser escrito en nuestros tiempos, ya que:

 

            […]“Hay tanta diferencia de lo antiguo a lo contemporáneo!

             Del torero de hoy al de ayer, hay una distancia enorme; tanto que casi son uno y otro                  elementos completamente opuestos.

             El sueño dorado del torero antiguo, era la gloria; el del torero moderno, es el dinero.

             Compárese, pues la diferencia.”[…]

 

            […]“Cuando sale por la puerta del toril un toro grande, con muchos pitones y, pegando de

             firme, aunque bravo y sin malas ideas, es indudable que al lidiador ha de producirle más

             temor que un novillejo sin cara de toro y manso […]antiguamente ningún matador                      permitió,como lo permiten, más aún, lo mandan los de ahora, que a los toros se les diera la        infinidad de capotazos, recortes, destrocamientos, y, en general, el durísimo castigo que           sufren los animales en estos tiempos, por lo que llegan a la muerte mermados de                        facultades.”[…].

 

Quiero pensar que, como sucedió después de 1910, todo pasará, y que los últimos tiempo de la tauromaquia moderna, solo sean vestigios de una tauromaquia de primeros de siglo.

Pero siguiendo con la crónica de la temporada:

 

            […]“ Ven hoy los neófitos que los diestros de más renombre ehecutan las suertes de manera       ‘sui géneris’, ‘fuera de cacho’, y que entre desplantes, filigranas modernistas y adornos           de        puro engaño, el resultado viene a ser casi lo mismo que como se hacía antes, aunque la                         ejecución deje mucho que desear; la mayor parte del público, hoy prostituído, aplaude a             rabiar todas estas cosas; el diestro se impone, aumenta su pretensión y la exigencia de                 dinero, consienten las Empresas (¿por qué?); y aquí paz y después, gloria; el problema                está resuelto, y vamos viviendo.”[…]

 

Y vamos viviendo, y todo esto ya se vivió y no se aleja mucho de la realidad, y es que, muy a nuestro pesar, llevamos veinte años toreando con la decadencia, la dejadez, la desidia, mi pregunta es: ¿Seremos capaces de sobreponernos de nuevo? ¿De vivir nuevas épocas doradas?.

Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, yque el hombre es un animal de costumbres y que tropieza dos (y hasta infinidad de) veces con la misma piedra. Solo un PERO, así, con mayúsculas, nos están privando de ver a grandísimos toreros que sí son como los de antes, los de afición, los que salen a comerse al toro, los que buscan la gloria, LOS LEONES.

Todo llega, todo pasa…y esto, también pasará

 

Por Beatriz Blazquez