La actuación de Sánchez. Puerto fue prometedora e interesante desde la primera verónica. Dio unos lances impecables, con media superior, y luego, en la brega, supo llevar al novillo con los capotazos justos, midiendo muy bien distancias y terrenos. Con la muleta, al segundo de la tarde, que era noble, le hizo una faena tan eficaz como variada, atemperada siempre a las condiciones de la res. Quizás le sobró encimismo. Sánchez Puerto toreó el domingo a ese novillo ahogándole la embestida, pero ése debe ser defecto heredado de tanta y tanta figura (de tanto figurón, diría más bien) que no sabe torear, porque lo que en realidad hace es robarle pases al toro.Es un defecto fácilmente corregible, mientras que lo difícil del oficio, por ejemplo el reposo -cabeza fría y corazón caliente-, el temple, eso demostró tenerlo de sobra Sánchez Puerto. Dio naturales, derechazos y pases de pecho finísimos y nos deleitó con unos ayudados a una y dos manos que eran más propios de un matador de toros consumado. Concluida la faena en el momento precisó en que el novillo le pidió la muerte, cobró una estocada magnífica, porque hizo muy bien la suerte, bajó la mano del engaño y cruzó con limpieza.

Pero aún más torero se mostró Sánchez Puerto en el quinto, que resultó difícil. Se dobló bien por bajo, mas aquellos muletazos no resolvieron nada. Quedó planteado el eterno problema de la lidia: quién manda en el ruedo. En toreó no hay mando compartido: o manda el toro o manda el torero. La faena fue emocionante precisamentepor esto, porque hubo lucha de poder a poder. El novillo, que tenía trapío, probaba las embestidas metía la cabeza sin fijeza, no se entregaba jamás. Sánchez Puerto le citaba por ambos pitones, en distintos terrenos, no le perdía nunca la cara. Sin precipitaciones, con verdadero aplomo, le fue acorralando hasta que, ya en el centro del ruedo, consiguió un muletazo fundamental, un ayudado en el que se lió a su enemigo a la cintura, allí le quebrantó y allí se le entregó. En ese momento el que mandaba en la plaza era el torero y en ese momento justo vino la estocada, que esta vez quedó atravesada.