Se abre la puerta de toriles, el tendido tiene el corazón encogido, en el albero una chica, con rodilla en tierra, esperando un toro “a porta gayola”. La intensidad del momento se palpa en el ambiente, ansiedad, nerviosismo,  aparece el rey, el toro, el que pone a cada uno en su sitio. Lo cita sin perder el tiempo, se clavan sus ojos en la joven recortadora,  lo llama con la voz, con el pecho, con las manos, alegrando  la embestida del astado, produciéndose un momento de silencio, angustia, desazón antes del embroque para acabar con un estruendo total, con una plaza en pie en agradecimiento a la heroicidad vivida.   paró

Tal vez este párrafo no llega a transmitir las sensaciones vividas aquel día –ni de muchos otros días, porque al final, las palabras, son polvo en una vida llena de gestos.  Una vida llena de pasión, de arte, torería, integridad y compromiso con una profesión, que en ocasiones no ha sido agradecida hacia su persona. Ni la ha devuelto la mitad que ella le dio, aunque nunca ha esperado nada a cambio.

Hablamos de Carolina Delgado, conocido en el arte a cuerpo limpio, torera de casta y valentía, que siempre busco la igualdad, enfrentar los mismos desafíos que los hombres, que sus ídolos. Mientras otras chicas de su edad forraban la carpeta con el actor, o cantante de moda, ella la tenía llena de gladiadores de la arena. Ya por «todos» era conocida su afición, nadie se extrañaba. Soñaba con compartir albero con sus ídolos, que en ocasiones resultaron ser de sal.

A los 17 años se recorría la geografía española en busca de la adrenalina, siempre dispuesta para los retos, para el peligro, para el riesgo. A los 18 años debuto por la puerta grande, con vacas de Miura, en Aldeanuva del Ebro, para lograr un segundo lugar. El primer premio de una carrera plagada de momentos, detalles, anécdotas y triunfos.

Tal era su compromiso, que en un trayecto en coche, con destino a un concurso, su coche sufrió tres vueltas de campana, pero en vez de ir al hospital –algo normal-, se sacudió el polvo de las heridas, se presentó en el concurso para hacer una “porta gayola”, sin temblarle el pulso, ni desconcentrarse por lo sucedido. Creo, que con eso demuestra la profesionalidad, gallardía y méritos que hacía que cada tarde saliera a dar todo lo que había en su interior. Una chica a la que no se la cuidó lo suficiente, ni valoró en consecuencia.

Por decir la verdad, algún empresario la veto, privándole por derecho propio de llegar a Madrid, o plazas más relevantes. En dos ocasiones Valencia disfruto de su característico quiebro de rodillas, de su torería, de su honradez y de sus (…), de su enorme corazón.

Ella siempre lucho por los derechos de los cortadores, su espíritu emprendedor, y revolucionario no la dejaba callar. Su sentido de la justicia hizo que muchos se dieran cuenta, que esta “niña” se había convertido en mujer, y ya no guardaba las cosas. No se prestaba a enriquecer a ciertos empresarios, para que… Si al final, las costuras de sus bolsillos acabaron vacías. Aunque nunca lo hizo por dinero, siempre fue por afición. Una afición que ha sido el ejemplo a seguir de much@s jóvenes recortadores. Ella dice que la tauromaquia le ha dado mucho más de lo que ella le ha podido corresponder… Yo digo, que su entrega y pasión la ha contagiado a muchas personas, que ahora son aficionados.

En su cuerpo luce orgulloso 4 heridas de guerra, que le recuerdan tiempos de gloria. Esta temporada, si las lesiones – y la suerte-  la respetan, la podremos ver  en algún sitio especial. ¿Donde? «adónde» siempre, en la puerta del cajón, para recibir a un toro cerril en puntas.

Carolina Delgado fue pionera en una profesión, que en ocasiones sé considerada como una afición, y que ella, siempre intentó dignificar, dando en cada plaza lo mejor.

Por Juanje Herrero