Al igual que el hierro incandescente con el que marcan al animal,
cuando esta en edad de poder aguantar el fierro es el momento de
separarlos de sus familias, llevarlos a otros prados, y criarlos para
su destino…

Genuino y bravo, grabado con sangre y fuego, como el de su matador,
que ya desde que son niños tienen predestinada su consagración, a lo
largo de su aprendizaje van cayendo los mas débiles, despistados y
señalados por el destino, viendo en sus propias carnes la muerte de un
ser querido, incierto cruel y lento va siendo su aprendizaje, ya que
por el camino del cementerio van viendo a sus idolos de juventud,
mirando lapida por lapida a los triunfadores de tardes llenas de
jubilo, de tristezas y añoranzas, de familias destrozadas, que no
quieren ni oír hablar de la sangre de los toros, del dinero que ello
trae y las tristezas que deja en corazones,  que jamas estuvieron
preparados para llorar tanto, de las plegarias que en sus interiores
han rezado por esos seres queridos, admirados he idolatrados, eran
hombres  luchadores  en tardes de feria, gladiadores,

entre la vida y la muerte…

También quiero dedicar este libro a todas esas mujeres que lloran,
experimentando el miedo y el pánico, que sintieron Amor y sufrimiento,
despecho e indignación, al ver morir a su sangre llena de fuerza en
las plazas, hombres fuertes y poderosos desangrandose en vida, es una
muerte placentera dicen, un enturbiamiento del presente para dar paso
a la expiración, una sombra que llena hogares humildes en busca del
éxito.

No es el caso del hombre al que están dedicadas estas cartas de amor,
pero si una raza de fuertes guerreros es su sangre, gladiadores de
otras vidas, son como veo yo a su estirpe…

 

Por Reyes Caballero

http://hojadellunes.com/index.php/entrevistas/431-no-seria-directora-de-cine-si-berlanga-no-hubiera-sido-mi-mentor

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