El origen de esta casta se encuentra en la vacada que Luis Antonio Cabrera formó en Utrera (Sevilla), hacia 1740, a partir de ganado procedente de los Cartujos de Jerez de la Frontera (Cádiz).

En 1768 la heredó su hija Bárbara, casada con su primo segundo José Rafael Cabrera Agudo, siendo, bajo la dirección de éste, cuando la ganadería alcanzó su máximo renombre. José Rafael Cabrera falleció en 1823, pasando la vacada a su esposa, Mª Soledad Núñez de Prado, de quien la heredó, en 1835, su hermana Jerónima. En 1852, la ganadería es vendida casi en su totalidad a Juan Miura que ya, el año anterior, había comprado un gran número de animales a la propia Jerónima Núñez.

En la actualidad, la ganadería de Miura es la única oriunda de la casta Cabrera, aunque no se conserva pura pues, posteriormente, se realizaron en ella algunos cruces con animales procedentes de otros encastes.

Los toros de encaste Miura son de gran alzada, largos, galgueños y con las extremida­des finas y muy largas, es decir, zancudos. La frente y el morro son anchos y los ojos tienen un tamaño grande y una viveza especial en la mirada. El cuello suele ser largo, musculado, flexible y ágil y el morrillo y la papada tienen escaso desarrollo.

Las encornaduras alcanzan un tamaño considerable, abundando los cornalones. Los cuernos suelen ser gruesos en su base y tienen una característica inserción trasera.

Suelen ser de pelo sedoso y fino. Otra de sus características es la gran variedad de pelajes que presentan, siendo los más típicos los negros, cárdenos, colorados y castaños; sedan también salineros y sardos e incluso berrendos en negro y en cárdeno. También aparecen gran cantidad de accidentales, siendo los chorreados, salpicados y nevados los más característicos.

En cuanto a su comportamiento, suelen ser muy agresivos, duros, ágiles y poderosos y tienden a desarrollar sentido a lo largo de la lidia, sin entregarse en ningún momento, salvo en contadas ocasiones.

Foto de José Joaquín Diago