Emoción: esa bendita palabra que tarde tras tarde clamamos, exigimos y rogamos su aparición. Concluyó la primera corrida de toros del ciclo continuado de San Fermín, con un desilusionante resultado, por la falta de acople en toros y toreros. Acudimos todos a la espera de un hierro que con méritos propios se ha ganado esa expectación: Cebada Gago. Decir Cebada Gago es decir casta, peligro, dureza y emoción. Se dieron dos de los elementos anteriores, peligro y dureza, y los restantes en diversas dosis. Para su lidia y muerte, se anuncio una variopinta terna: Juan Bautista, cuyos éxitos pretenden hacernos creer, más allá de su realidad; Javier Jiménez, que regresaba al Coso navarro, tras la heroicidad de la anterior edición; y Román, que se presentaba como matador en la Feria del Toro.

Descastado, manso, soso y noble hasta decir basta fue el melocotón primero. Toro de inexistente humillación y corto recorrido. Engañó al espectador con una más que digna primera entrada en el caballo, no puede calificarse como buena, pues le faltó humillación. En la siguiente se dejó pegar. Por allí anduvo el francés, aseado y excesivamente técnico con el cinqueño: sin alma. Desplegó su habitual repertorio, con un descarado toreo lineal por el pitón izquierdo, de perfil, descargando la suerte y citando con el pico. Fue su segundo “cebada” un toro de bella lámina, por su pelo y su impresionante encornadura: tan imperfecta que en bella la convirtió. Presentó el burel varias dificultades, como debería ser cualquier toro bravo. Vendió cara su muerte, pues exigía firmeza de plantas y cite decidido y fuerte. Bautista se limitó a dejar sitio entre pase y pase, templando cada embestida. Para el gusta del que esto escribe, faltó lanzar la moneda al aire: quedarse en el sitio, dejar la muleta en el hocico y no dejar que el animal pensara. Y que fuera, así, lo que Dios quisiera. No lo hizo, y nos quedó un amargo sabor de boca.

Falto de fuerzas fue el segundo de la tarde, de bellas hechuras. Su transcurso durante la lidia estuvo fuertemente condicionado por su debilidad: tomó con temple y humillación las telas, sobre todo en el primer tramo del muletazo, pues luego derrotaba y se rebrincaba, evidente síntoma de lo antes dicho. El de Espartinas intentó templarlo, con menos acierto de lo que requería. En algunas ocasiones se le vio ciertamente acelerado: optó por el toreo de periferias, pasaportándolo con varios descabellos. Transmisión tuvo en su galope, además de ser tendente a humillar, el precioso quinto (como toda la corrida), mas se partió el pitón al rematar con portentoso ímpetu en el burladero. El Presidente, que fue recibido y despedido con una clamorosa y merecida bronca, ordenó que fuera devuelto a los corrales. Salió en su lugar un feo e impresentable sobrero del hierro de Herederos de Salvador García Cebada. Toro de nulas opciones por su baja casta. Sus feas hechuras denotaron cual sería su comportamiento, con la cabeza siempre por las nubes. Con una estocada más que contraria, provocada por el resbalón del toro durante su ejecución, lo pasaportó Jiménez.

Para mí, el de juego más interesante fue el que hizo tercero. Toro encastado que exigía mando y temple, algo que Román no supo darle, tal como ordena la tauromaquia moderna: acompañar, en vez de dominar. Se hizo animal amo y señor del ruedo y de la situación, y nuevamente se obró el milagro, el capote de San Fermín, encarnado en el del banderillero, evitó que la fea cogida a la hora de la estocada (perfecta, por cierto) tuviera mayores consecuencia que las de una contusión cerebral. Fueron sus únicos méritos para lograr cortar un apéndice. Salió, para dar por terminada la decepcionante tarde, el número 80, de nombre Punterito, el protagonista del encierro matinal, autor de los momentos más dramáticos. Toro de embestida despistada e inciertas, que acabó empujando las telas con recorrido y son por el izquierdo, algo que por momentos, con más voluntad que acierto aprovechó el valenciano.

III de Abono de la Feria del Toro 2017, Plaza de Toros de Pamplona: Toros de Herederos de Don José Cebada Gago y el quinto (bis) de Herederos de Don Salvador García Cebada, para: Juan Bautista: silencio y silencio; Javier Jiménez: silencio y silencio; y Román: oreja y ovación con saludos. Entrada: lleno.

 

Por Francisco Diaz

Fotografo Javier Arroyo