A Pamplona le tuvo un cariño especial por garantizar el trapío de los toros en los sanfermines. 

Sobre Pamplona escribió: “La Feria del Toro es un acontecimiento de primera magnitud en la temporada taurina española, precisamente por el toro. Los organizadores se esmeran en la selección de  ganaderías y en la presentación del ganado y así en Pamplona sale un tipo de torazo muy difícil de ver en otros cosos. El trapío está garantizado en Pamplona.

Luego dará el juego que dé, pero eso ya no es imputable a nadie pues nadie está dentro del toro- se suele decir entre taurinos-. Afortunadamente: Alguien metido dentro de un toro podría ser una fortuna para el toreo o causar un desaguisado, según quien fuera el metido dentro del toro; pues los hay con peores intenciones que un Miura”.

Exalta al jurado, que designa el toro más bravo y la ganadería mejor de la feria, se recrea en sus agradables reuniones y escribe: “Pamplona es un capricho del universo taurino por los encierros, color, alegría, peñas…El público, al torero claramente valiente le aclama por valiente; al torero sospechoso de precavido se le abronca por precavido. Los pequeños sectores de afición apenas cuentan en la plaza. Allá donde te metas comerás bien en Pamplona”.

Así se expresaba el año que un cabestro volteó al doblador logroñés Ciriaco Díez dejándolo inválido.

A principios de los 90 se lidió el día de san Fermín una encastada novillada de Santiago Domecq y daba gusto leer el sitio que le daba en la crónica, “Toritos con casta”, y cómo dio importancia al entonces gallo de la novillería,  Pedrito de Portugal, y al modesto navarrico Edu Gracia a tenor de lo que fueron y cómo se comportaron los nada fáciles utreros jerezanos. La base de sus escritos fue el toro que se apartara de la oveja moribunda.

BELMONTISTA Y DEFENSOR DEL TOREO

Joaquín, belmontista hasta la médula, aseguraba convencido en “Cuarenta años después”, se refería el título a los transcurridos desde la muerte de Manolete, que la línea vigente en el toreo era la que emana de Manuel Rodríguez.

Dejó una crónica didáctica magistral, la tituló “Dos estilos, pero sólo uno es toreo”, a raíz de una corrida que se celebró en Colmenar en la que alternaron Andrés Vázquez y José María Manzanares. Explicaba cómo las figuras se limitan a dar pases y el toreo es mandar sobre el toro, hacerse con él, dominarlo y saberlo preparar para la muerte. Joaquín ponía como modelo la interpretación del toreo castellano en una buena tarde cuando algún ”aficionado” de vitola quiso tapar con enfática falacia el tramposeo diciendo para no mojarse: “Son dos estilos distintos”.

Su último libro, “El toreo es grandeza”, no cansa al releerlo. Borda los personajes y vienen con facilidad a la memoria algunos capítulos: “Torerillo de escuela”, con la descripción de maletillas, la fonda pueblerina y el personaje de Esperanza. “Reglas de bien torear”, “El bendito aficionado” que paga, acude una hora antes a la plaza, visita el patio de cuadrillas, otras dependencias, saluda y pregunta. O “La década nefasta” que se refiere a la del 60 cuando se cortaron las programaciones de novilladas, se llenaron las plazas de turistas y el aficionado era un mero estorbo.

En sus crónicas fue un empecinado crítico contra el fraude, la monotonía, la ausencia de lidia y defendió la integridad del toro bravo, con fortaleza y fiero. Destructor y burlador de tópicos blandorros de las huestes gremiales de taurinetes y panfletistas, contrastaba mucho con tantos que presumen de cronistas y resultan unos “cacho bolos” que en treinta años  en el oficio no han pasado de decir o escribir lo mismo cambiando la ganadería, los nombres de los toreros y el número de orejas aun disponiendo de todo el tiempo del mundo cuando Vidal, y algunos otros, tienen mérito añadido de la limitación horaria por el cierre del periódico. Nunca se le notó el inevitable y diario agobio y en Pamplona, se hospedaba juntito a la plaza, solíamos coincidir en rápida salida antes de que se arrastrara el último toro.

COLUMNAS HISTÓRICAS CON VARIADOS TEMAS

Joaquín fue muy riguroso en sus opiniones, y sus crónicas eran también una escena de costumbrismo y actualidad española. No hay que olvidar sus amenas columnas de última página que implicaban aspectos sociales, internacionales, costumbristas, jocosos, culturales, políticos, familiares, educativos y de otros motivos. Todos con recursos brillantes, anecdotario entretenido e hilo de tirón.

Recuerdo el titulado “Bigotes” con observaciones graciosas sobre los apodos; “A leer tocan”; “Selectividad”; “A clase”, reflejando el susto de los niños al comenzar el curso; “La visita”, con referencias al PSOE; “Despilfarro”, defendiendo el agua y los espacios naturales; “A la mili”, con la guasa chusquera en todo lo alto; “La Etiqueta”, sobre los caprichos de los chavales buscando determinadas marcas aunque las ropas sean extravagantes; “El catecismo” y “Ofensas” en donde comentaba cómo las referencias concretas se apoyan endosándoselas a toda una ciudad o colectivo y a la vez incluye en el escrito al PP, al Gobierno, a Franco y a toda la parentela.

¡Ay aquellas columnas vidalianas de última página! “Juego” donde entretenía con las querencias humanas de apostar por todo; “Jubilados” con la dedicación de los mayores a la bolsa…del pan y la fruta para hacer los mandaos familiares. La alegría de la vida en pequeñas cosas retratadas en “Un cafelito”; la relación de la inteligencia y la gracia en “Chistes”; “Mariconera”; “”Inocentes” con repaso histórico a la inocentadas; “Futbolistas”; “Niños mendigos” reflejando patéticas y sarcásticas escenas de mendicidad con madre dando teta a niños que piden a gritos más que un pezón un bocadillo; “El Santo”, de Isidro labrador; “Separaciones”; “La Bufanda” de los funcionarios; “Santa”, donde derrochaba gracia reflejando los cines semanasanteros con las parejas metiéndose mano y los inquisidores controlando.

Pedro Mari Azofra