Pocos toreros se libraron de su criba con especial consideración a los modestos.

En sus gustos y tolerancias toreras mostró cierta inclinación por Antonio Bienvenida, Andrés Vázquez, Curro, El Paula, Esplá, Antoñete, Dámaso González, José Tomás…No se olvidan tan fácil los títulos de “Nunca el toreo fue tan bello”, para Paula, o “Un tal Vázquez alcanza la gloria” en final de san Isidro del 93, a Javier Vázquez que alcanzó la gloria. Alternaba con Cepeda y Camino, silencios, pitos y broncas, y salvo cuatro aficionados el resto solo distinguen a los cuatro de la fama.   “El Fundador” a Dámaso González, entre miles más. En su libro “La feria de la apertura” son significativos “Un torazo de peluche”, “La corrida paliza”, “Poco toro y mucho cuento”, “Dos graciosos. Escándalo sin precedentes” (con Romero y Paula), “Pitorreo general”, “¡Ha salido un toro!”…y otros que son referente histórico de aquel San Isidro de 1.975 y casi de la temporada.

En el trato personal Joaquín era socarrón, firme, insobornable, bueno, comprensivo, atento, cariñoso, ocurrente, rápido de reflejos, buen oyente, observador, tranquilo, previsor, humilde, noble, de humor templado, muy complaciente y espléndido.

UNA DE SUS CRÓNICAS ANALIZADA EN UN TEXTO DE LITERATURA EN BUP

Hace bastantes años, Editorial Santillana incluía en un libro de 2º de BUP una crónica de Joaquín Vidal (sobre desastrosa tarde de Curro Romero) como modelo del mejor empleo de la Lengua. El texto, con el título de “La puñalá”, describe con fino humor una tarde desdichada de El Faraón en Las Ventas. Dentro del general gracejo, el título destila plebeyismo castizo y caló y el salero y la burla sutil envuelven toda la pieza literaria.

Los estudiosos de la Lengua obtuvieron diversos ejercicios de comprensión lectora con términos de la jerigonza taurina y el abundante vocabulario permitía precioso y rico ejercicio de emparejamiento con palabras de similar significado. El vocabulario utilizado mezclaba la tradición y la modernidad y pueden apreciarse variantes del habla ilustrada, popular y coloquial, abundancia de perífrasis, hipérboles, guasas, andalucismos, situaciones chuscas y otros mil detalles de forma que hacen un modelo literario valioso por su esencia y sus accidentes que son un complemento bordado de agudos vocablos.

Cosas similares podríamos señalar de otra crónica que hizo a Curro en La Maestranza una tarde que alternó con Espartaco y Fernando Cepeda cuando la Expo. El epígrafe encabezaba así: “Curro Puñales”. Es otra joya en la que contrasta la vergüenza torera y pundonor de un Espartaco sin sensibilidad artística y las argucias navajeras de Curro que se portó como bandido puñalero en una plaza que le considera faraón del toreo, lujo de la Tauromaquia y capricho del Baratillo. El comentario está regado de salero y ajustado a conocimientos de lidia, ética y ambiente.

“Nos morimos”.  Así tituló una de sus columnas en “El País”. Se corría una juerga socarrona con los que calculaban los años que despreciaban los fumadores y terminaba: “Si bien como y bien duermo, no estoy enfermo”. No contento añadía: “Cabeza fría, pies calientes y culo ruidoso hacen al hombre sereno y hermoso. Son consejos para disfrutar de la alegría de vivir sin más complicaciones”.

Hacía tiempo que dejó de fumar y en la última temporada había perdido entusiasmo en la mesa. Estaba enfermo y era sabido por sus seguidores, amigos y admiradores. Pero los que le respetábamos y queríamos, siempre tuvimos la esperanza de su recuperación. Él mismo nos la inculcaba un rato antes de su muerte animado por querer vivir. Creo que el último tercio le pilló desprevenido. De haber sabido con certeza el desenlace nos hubiera regalado unos retazos a forma de despedida con su más puro y personal estilo. No me cabe la menor duda.

Pedro Mari Azofra