Ganadero de bravo frustrado, pero no domeñado, mantuvo que a los toreros no les caía bien que las figuras triunfaran como criadores de bravo.

En su finca «El Canto», la plaza de tientas era como un adosado a la vivienda con palco presidencial muy logrado. Sus novillos salvaron un desastre taurino en Arnedo por el año 79.

Eduardo Miura fue como de la familia y maestro de Pepe Luis en el manejo de la garrocha para el acoso y derribo. «El Rubio» le hacía los tentaderos.

El año que Ignacio Sánchez Mejías se dedicó a la crítica taurina, le publicó sus crónicas un medio sevillano, escribió que el torero nunca podría estar de acuerdo con el ganadero de bravo auténtico. Solía decir Antonio Ordóñez que las guitarras nunca las confeccionan los buenos guitarristas y esas derivaciones las aplican para deducir que los toreros no suelen triunfar como ganaderos.

La bravura neta no suele ser aceptada por el torero estrella que exige otros alivios de carácter y a veces, o muchas veces, de defensas y cuajo o hechuras.

En los años cincuenta, José Luis Vázquez Garcés era ganadero de bravo. Pasó la titularidad a los Hermanos Vázquez Silva, sus hijos, y hace “siglos” que la familia sólo cría ganado de carne.

Finalizando los años sesenta concretamos fecha y hora para visitar su finca “El Canto” y la ganadería de bravo. Me esperaba Pepe Luis bajo un arco blanqueado y con la “Y” del hierro ganadero en lo alto del frontil y un toro negro metálico adornando la veleta. Era el paso a un patio con pozo y adosada a la vivienda, con hermosa terraza “inspectora”, la placita de tientas que comunicaba con la casa.

El maestro me vio tan “nuevo”, tan desorientado, que después de enseñarme los toros, las vacas y la finca, que me pareció de justito pasto y el maestro calculaba 1.000 hectáreas, “toreó” un par de becerritas, de poquita fuerza, que tenía curando y apartadas en un cercadito. Con la típica gorrilla y la zamarra que usaba para andar por el campo tenía aire de “capa”.

Me explicaba, e insistía, en que la procedencia de sus reses bravas era de Guardiola Soto, ganadería que me enseñó en otra ocasión y a cuyos dueños conocía por una discoteca, o similar, que tuvieron en Triana con vistas al Guadalquivir. Al terminar las cortas faenitas me hizo sabrosos comentarios…de los que aprendí muy poco para mi mal.

Nunca olvidaré como tocaba el estaquillador, por el centro, con el dedo corazón y el pulgar al aire. El resto de los dedos quedaban desmayados como “tontos” o descolgados. La muleta quedaba sujeta a la mano izquierda; no cogida con ella. No olvido los inicios tan personales del pase de pecho, cerrando naturales, con una como trinchera iniciada en la rodilla natural y subiendo por la rodilla contraria hasta el hombro contrario acompañada por la parte izquierda del tórax y cómo no se decidió  a coger la muleta hasta que se despidieron algunos curiosos ocasionales porque quería estar solo ¡Quién hubiera tenido un teléfono moderno para inmortalizar aquel rato! No se me pueden olvidar aquellos semicírculos graciosos y medidos.

En otra ocasión me llevó a “lo de Eduardo Miura” de quien era como familia. Le tentaba  las becerras y siempre reconocía que de él aprendió el arte de la garrocha  al que tenía afición y nunca le vi ejercer. Entraba en “Zahariche” y en su caserío sin llamar. Como si fuera su casa. Nos acompañó Rafael Luezas, encargado de la finca “La Navarra” propiedad del dueño de los almacenes Flomar de Madrid, y un corredor de fincas y ganado de La Campana. Rafael era riojano de Villamediana de Iregua, a tiro de piedra de Logroño. Vi por vez primera acoso y derribo y torear en la plaza a Rafael Roca, compañero de frontón con José Luis Capillé. Rafael tomó la alternativa por aquel tiempo en Sevilla con Manolo Vázquez y Jaime Ostos en el cartel. Toreó sin caballos en Logroño, fue empresario de Calahorra e hizo grande la feria de Burgos asociado con Víctor, mi compañero de alojamiento un tiempo.

Estas tres fincas referidas, limítrofes o casi, están en la Campiña de Carmona. La finca de Miura está en la carretera de Lora del Río a La Campana, todas a unos 50 kilómetros de Sevilla y 25 de Carmona. Aproximadamente. Cerquita y colindante está Fuentes de Andalucía, más lejana, un poco más allá de Lora tocas Palma del Rió…Pueblos de casi 10.000 habitantes salvo Lora que duplica el número.

¡Qué coincidencia! El mayoral, capataz o encargado de “La Navarra”, riojano de Villamediana. Me lo presentó Pepe Luis y algunos fines de semana pasé con su familia. Rafael era muy ameno y Adela, su esposa, de los Maya de Villamediana, una cocinera de órdago. Los dos, sus hijos Consuelo y Germán, que estudiaban en Sevilla…muy buena gente. El mundo del toro nos puso en contacto. Todos estaban en un “corro” muy limitado, tenían trato y casi eran linderos por las fincas.

Con la ganadería tuvo Pepe Luis ilusión pero solía decirme que no iba a las ferias, ni frecuentaba los ambientes profesionales, ni tenía cualidades de comerciante o relaciones públicas. “Además, yo creo que a los toreros les molesta que hayas sido figura y encima puedas triunfar como ganadero. Creo que también les ha ocurrido a otros compañeros. Piensan algo así como que has sido figura y también quieres serlo con los toros ¡Que lo quieres todo, vamos!”.

Trató de quitarles fuerza y excesiva agresividad a sus toros para hacerlos más comerciales pero se difuminaron y ya nadie supo de ellos. Corría el otoño de 1979. Feria de novilladas en Arnedo. Dos tardes de bochorno, desvergüenza y escándalos con novillos birriosos, mochos e inválidos. En la segunda tarde el público saltó al ruedo e impidió terminar el festejo. Tertulias, no gobernadas, con ambiente ardiendo. Era alcalde un tal Agapito, presidente de la plaza Pedro Garrido y asesor Carmelo Bayo, que en tarde de bronca premiaron con dos orejas a Antonio Ramón Jiménez, de Écija, que el público obligo a devolver, a su padre que ejercía de banderillero, antes de la vuelta. No recuerdo al empresario, desconocido,  “aconsejado” por apoderados y tutores de los novilleros. Incompetencia de facultativos, autoridad, presidencia…y tras el escándalo, colaboración municipal, acuerdos, buena voluntad y hasta la bendición de presbítero Felipe Abad, en la tertulia. El público estaba sublevado con razón.

Alcalde, concejales, empresa…ruegan a los informadores acudir a la plaza, con linternas, para ver si la 3ª novillada era apta de presencia o si se suspendía el festejo. El ruedo era un patatal y bajo una cuarta de tierra contaban que había cemento y se usaba para autoescuela. A la vuelta de la inspección, a la tertulia,  dijo un informador: “La novillada puede valer para Las Ventas”. Había cuatro novillos de lujo y astifinos. Toritos. Luego escaseó la  fuerza. Los novillos eran de Pepe Luis Vázquez o Hnos. Vázquez Silva. Los novilleros, Manolo Martín, Gallito de Zafra y Aguilar Granada. No recuerdo algo destacable. Al  final, como suele suceder, la presidencia, coprotagonista del desastre, tuvo cojones de disculparse con los tertulianos mensajeros. El ridículo y la respuesta fueron menudos.

El sevillano Julio Pérez “Vito”, máxima figura de los banderilleros y matador de toros en los años cuarenta, en una ocasión alternó con Pepe Luis, ha coordinado numerosas reuniones de toreros retirados en los años cuarenta y  cincuenta. A veces en “Peñalosa”, finca de Litri en Escacena del Campo, donde recordaban sus tiempos con una becerrita, y muchas en “Venta Pazos” de Sanlúcar la Mayor. Julio levantaba el ánimo de los “jubilados”, algunos injustamente olvidados.

En ocasiones Julio invitaba a Paco Gandía, humorista sevillano que en su juventud fue becerrista y también cantaor. Vivieron jornadas inolvidables. Paco fue un fenómeno del humor y un hombre muy sencillo. Qué ratos echaba en el kiosko de prensa de La Campana, frente al bar de Pepe Pinto y el velador de “La Niña de los Peines”, antes de hacerse muy famoso…con los “casos verídicos” y “el niño de los garbanzos”. Le contaba cosas al quiosquero y animaba a los clientes. Este hombre, nacido en la calle Viriato de la sevillana Puerta Osario  fue nombrado hijo predilecto de la ciudad y en su casa natal tiene dedicada una placa. Buena gente Paco Gandía.

Unos años antes de fallecer, en el restaurante “El Cairo” de Sevilla, Julio “Vito”, veedor de toros para 20 plazas, me decía: “Ningún torero puede ser buen ganadero de bravo porque el toro que les gusta es bueno, bonito…y ese no sirve a la hora de que lo admitan los empresarios y el público. Tampoco estoy de acuerdo con el toro de 600 kilos, y descomunal cornamenta, que no cabe en la muleta que suele ser de 30 centímetros de estaquillador”.

“El toro, decía Julio, es como la corbata. Cada una cuadra con un traje. Cada toro es para cada plaza. No es igual el toro de Aranjuez que el de Madrid o Bilbao”.

Como siempre, hablamos de Pepe Luis. Vecinos de barrio varias décadas y “enemigos” de frontón. Señaló Julio: “Pepe Luis fue torero de un arte especial y con una condición grandiosa para ponerse delante del toro y hacer el toreo de verdad”.

Escribió Gerardo Diego: “Ese colegial tímido de resplandor trigueño…La esencia de un toreo de cristal fino, la ignorancia ignorándose de la Naturaleza, la transparencia misma hallaron ya su lance. Y bajo el sol de España hay un torero nuevo”.

La Sevilla de los 60 y 70 olvidó, o puso una pausa en el recuerdo, al “Sócrates” y encumbró a Curro Romero cuando Pepe Luis fue lo más representativo de la sevillanía torera y el de Camas nunca alcanzó el duende, compás y torería del de san Bernardo aunque tuviera mucho de todo ello ¡Mucho!. Superó el “lazo de las zapatillas”, al que se refería Alfonso Navalón, pero no pasó  de la faja.

Los sevillanos no se portaron como su historial y genio merecen y la escultura de última hora está lastrada y con olvido inmerecido. Bien puede traerse aquí la reflexión de Unamuno referida a España: “¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje!”.

La verdad es que tanto a José Luis Vázquez Garcés como a Pepe Luis, lo que más le preocupó tras su retiro torero fue el bienestar de su familia y la tranquilidad que repartió…hasta muy, muy tarde con sus dolencias de ciudadano longevo que fue lidiando con un temple superior.

Pedro Mari Azofra          

PIES DE FOTO:

-Sevilla: Parrita, El Choni y Pepe Luis Vázquez. 1947.

-Ernest Hemingway entre Antonio Ordóñez y Pepe Luis.

-Su monumento frente a La Maestranza.

-Pepe Luis un día de tantos.

-Logroño: Pepe Luis, Arruza y Manolete.