¡Una de esas tardes que dan gusto! Ver la plaza a reventar es algo que hacía años no sucedía. Tres festejos seguidos en que la afición se dio cita y algunos parroquianos neófitos fueron a conocer el por qué la fiesta brava sigue más viva que nunca.
Ver la plaza con una entrada así, ya es de hecho un motivo de felicidad y gozo. Volver a verla brillar por su luz y llena de toda esa expectación me hace recordar mi niñez.
Antes del paseíllo hubo un momento muy emotivo.
Se realizaron honores a la bandera y el Lábaro patrio se hizo presente. El estruendo fue enorme y gritos de ¡Libertad! Y ¡Viva México! Inundaron a los miles que sobrecogidos entonaron los acordes.
“La Fiesta está más viva que nunca” se escuchaba en los túneles y las escaleras. Cuando te encontrabas con algún conocido y estremecido hacía notar su alegría.
Tuve de vecina a una chica que jamás había pisado la plaza y estaba abrumada con todo el marco que acompañaba al festejo de aniversario. Así muchos acudieron hoy por primera vez y en términos generales salieron contentos y con ganas de volver.
Se lidió un encierro de “Los Encinos” muy disparejo en presentación.
Hubo algunos ejemplares con calidad sin embargo tengo que volver a hacer notar que como sigamos así, el tercio de varas va a desaparecer. Tendrá que cambiar de nombre, ahora que tantos cambios se están haciendo dentro de lo permisible, porque no vimos en toda la tarde un puyazo digno. Más vimos con el tercero, de rejones que recibió dos de castigo. Pero ni alfileres le dejaron en el morrillo. Y aun así hubo algunos con poca colaboración, dígase del que cerró plaza.
Fue un encierro complejo en un sentido. Había que entenderlos. La semana pasada hablamos de la paciencia de los toreros de los 90, quienes buscaban sacar agua de la noria, o ayer, que platicamos de la parsimonia de Castella y su comprensión de los tiempos y las formas de sus enemigos.
De entrada, hay que resaltar que se cambió el orden de lidia, justificando que había que arreglar dos veces el ruedo. Así que el rejoneador lidió el tercer y sexto. (A eso me refiero con tantos cambios)
Arturo Gilio confirmaba su alternativa. Y salió como cualquiera con un compromiso tan grande, a darlo todo. Pero es complejo, ante una plaza llena y un toro que apunta sosería. Así que la faena fue de menos a más. Tuvo, como me gusta decir, “momentos” pero no logró convencer y alborotar a los más de 42,000 espectadores que, aunque le jaleaban levemente, no se embarcaron en su muleta. No sé si le pesó la entrada, la fecha, el cartel o el toro, pero le costó trabajo llegar a templarlo y a poder torear en redondo, que es lo que el animal pedía. Tenía una nobleza franca y requería de un poco más de esmero por parte del joven de Coahuila. Efectiva, aunque no muy correcta fue la estocada y sin más el juez otorgó la oreja. Pareciera que estábamos de oferta.
Al segundo menos lo entendió. Desde hace días el viento juguetea en la plaza y estuvo muy presente en toda la tarde, lo cual molestaba evidentemente a los de a pie. Más a pesar de las posibilidades de triunfo, no lo vio. Hasta que de pronto se decidió a pegar una dosantina y descubrió los pases mágicos para extraerle todos los muletazos que antes no fue capaz. Y a pesar de haberlo visto, no tuvo la convicción de seguir por la labor y se fue entre tibias palmas al callejón, en esta tarde que le ofreció una oportunidad irrepetible.
Ernesto Javier “El Calita” pasó por el mismo trámite.
Aunque lo vi mucho más centrado que en otras ocasiones que parece una bala, tratando de pegar muletazos a diestra y siniestra, sin sentido y sobre todo de manera vulgar. Hoy tuvo a modo a dos toros nobles que si bien no transmitían esa bravura que anhelamos, permitían por demás el lucimiento.
Con el segundo de la tarde, que tuvo buenas maneras, que no bravura, estuvo variado en quites, tratando incluso de improvisar y ciertamente aseado, pero sin romper. Realmente no acaba de entregarse, de levantar a la gente de su asiento, de apantallar a los que apenas empiezan a conocer de esta hermosa fiesta. Claro que hubo aprobación, pero…
Una estocada por derecho lo trompicó hasta los medios del recinto y recibió una oreja. Las ofertas están de moda.
En el cuarto de la tarde tuvo la oportunidad de su vida y la dejó ir. Me parecería irrespetuoso decir que no la vio, pero es que es incomprensible que después de más de 7 minutos de faena, hubiese podido descubrir al lingote de oro que le tocó en suerte. Y si, hizo lo que pudo para, a partir de ahí, generar una obra de arte, pero se perdió el primer acto de la obra, y cuando llegas tarde ya no logras comprender, sentir y asimilar la profundidad del argumento. Así que todo quedó en esos brillantes instantes que se fueron lastimosamente al callejón por las fallas al entrar a matar.
Pablo. Tengo que confesar qué si a mí el toreo de a pie me apasiona y me llena el alma, el rejoneo alimenta mi espíritu. Mi vida ha estado ligada al mundo del toreo a caballo y desde la primera vez que vi a Pablo Hermoso, hace aproximadamente 27 años, quedé impactada. Conocía a la mayoría de los rejoneadores, pero nunca vi a alguien lidiar un toro sobre las pistas, acompañando las embestidas a la menor distancia de sus caballos y sobre todo innovando a partir de sus capacidades ecuestres.
Sin duda cualquiera que lo veía, quedaba hipnotizado.
Yo veía sus videos veinte veces para lograr entender su psicología, porque era un fenómeno. No conocíamos algo parecido, tan innovador.
El toreo a caballo era clásico, sobrio, formal. Nadie se imaginaba el atrevimiento de un jinete a llevarlo a otro nivel. Y ese, sin duda, fue Pablo Hermoso de Mendoza.
Y también he criticado duramente que Pablo llegó a México a “vendernos tequila”.
Como figura, frenó a los demás rejoneadores, decidiendo no alternar con ninguno. Puso sus reglas y todos las seguían como borregos. Hernán Cortés se quedó corto.
Y a últimos años, toreando festejos indignos que parecían solo buscar ganancias económicas y lucrativas, más que meramente artísticas, como defendió durante tantos años.
Pero la capacidad de equitador y su don con los caballos definitivamente no se lo quita nadie.
Y era una de las tardes más importantes que haya tenido en su carrera. Un cierre de ciclo que sin duda cambiará las circunstancias del rejoneo en México.
En primera instancia tuvo un toro con mayor fuerza al que toreó bellamente a la grupa. Tocando al toro a pitón contrario para batirse y despertar a los espectadores que siempre lo han valorado mucho. Toreó también con los pechos de los caballos encendiendo al cónclave. Puso 3 rosas y mató con dominio. Palmas.
Lo que pasaría, lo esperábamos todos. Después de mostrar su maestría toreando de costado y realizando cambio de pistas, jugó con el toro entre la grupa y los pechos en una suerte que él denomina la “hermosina”.
Cabe el comentario de que el toro recibió solo un rejón y aun así se quedó parado pronto, así que Pablo tuvo que acometer para lograr las embestidas y ese ramillete de flores en el morrillo del burel.
Sonaron “Las golondrinas” tras la primera banderilla y la plaza se transformó. La gente de pie lo clamaba y eso elevó la temperatura de la lidia. Enceló con las grupas a “Manuel”, provocando su arrancada. Variedad y doma. Eso prevaleció durante la faena.
Mató efectivamente y sin puntilla rodó el animal, para hacerlo acreedor a su último triunfo en la Catedral del toreo mexicano.
¿Cuántas historias podría contar el navarro en este país, donde hasta un complejo inmobiliario lleva su nombre?
Los gritos de ¡Torero, torero! Y de ¡Pablo! eran ensordecedores. Caballo y caballero lograron plasmar una bellísima escultura, misma que quedará en mis pupilas por siempre.
Hoy no cupieron los errores, las fallas o incluso las mañas, hoy fue su tarde, la que lo despidió, la que seguramente soñó. Esa tarde donde el sol salió más temprano y brilló majestuosamente. Esa en que los Dioses del Olimpo celebraron el ver al centauro y el lleno del graderío. En que las amazonas y las valkirias jalearon pidiendo los trofeos, donde Eolo se hizo presente queriendo soltar a los demonios. Una tarde de emociones, de lágrimas, de los recién llegados y también de los que hoy dijeron adiós.
¡Un aniversario en que mi hermosa plaza se vio bendecida por la mano de los espíritus del arte!
Alexa Castillo