Soy Torera en cada momento de mi vida, porque supero toda forma de miedo con la más serena convicción de que las técnicas que he aprendido en mis no pocas horas de formación, me ayudarán a cuajar momentos inverosímiles de arte; porque he aprendido como hablar a solas con la muerte y además intentar entender esa secreta y complicada geometría con la que embisten los muchos y variados problemas de todos los días; aguantar estoica cuando a distancia se arranca alguien que me gusta, o sincronizar la embestida de calumnias que pretenden romperme el alma y mi carrera.
Puedo ser torera cuando escribo aquí, cuidando la coreografía con la que redacto cada párrafo, sin miedo, entregando con total honestidad todo el peso de mis palabras, e hilando las silabas golpeteando con las yemas de mis dedos el teclado; si, justo con las yemas, como se agarra el capote cuando ya se sabe torear, enroscándose a la muerte por detrás de la cintura, ese bulto negro de sombras que si te agarra, pesa más de media tonelada.
Sí, sin duda no sólo en el ruedo soy Torera, es mi forma de vida.
Llevar la verdad y honestidad por estandarte, mi mayor orgullo.
Hilda Tenorio, matadora de toros mexicana.
En la foto, la matadora mexicana y autora de este ensayo, en un pase por la espalda.