Va de dolores la cosa, de toros y de exasperación del aficionado. Parece que desde hace un par de años, los condesos de «La Doña», están que no dan una. Si al caso viene destacaríamos las novilladas, pero poco más. Por ello, la empresa de Madrid, no ha podido elegir mejor fecha para encajar el encierro de los toros de la Dehesa Frías, justo el domingo de resaca de la Feria de San Isidro. El cartel, para el aficionado, era inmejorable: Alberto Lamelas, que destaca en Francia por su honradez ante los toros; Cristian Escribano, que viene aún con la carrerilla de su gran actuación en la tradicional goyesca y Gómez del Pilar, que es, quizá, el torero predilecto de Madrid ahora mismo (hablando de corridas «duras»).

Los toros que trajo Dña. Isabel, hija de Dña. Dolores Aguirre, fueron bonitos y bien hechos, aunque desiguales de presentación. Destacaba por bonito el tercero, más de Sevilla que de Madrid y por descarado el sexto. Aunque por muchas cábalas que se hagan en corrales nada es cierto hasta que no sale el toro por chiqueros.

Al salir el primero, «Pitillito II» que era un negro azabache bragado meano axiblanco, se palpó el ambiente general de la tarde: cansancio y crispación. Cansancio por, como digo, la resaca de 34 tardes de toros seguidas y crispación por la mansedumbre manifiesta del animal de salida, cantando la gallina hacia chiqueros. Alberto Lamelas (de turquesa y oro) se hace presente para, casi directamente, colocar al toro al caballo (que más que colocar fue al relance ambas veces) en sendos puyazos en los que el animal se empleó con la cara baja (1º) y se dejó pegar durmiéndose en el peto (2º), siguiendo con la tónica de toda la temporada de picar mal no, más si cabe, nefastamente los toros. En la muleta, por su condición de huido, revoltoso y protestón, poco pudo hacer Alberto, que lo lidió bien, lo dominó y lo sometió, saludando de este modo una ovación en el tercio. El toro escuchó una sonora bronca. El segundo de Alberto fue «Langosto», negro azabache. Este fijo en el capote entró en varas en primer término al piquero que guardaba la puerta, empleándose en el peto y llevando la cara algo alta. En el segundo, en la “contra-querencia”, se dejó pegar sin presentar combate. En la muleta desbordó a Alberto Lamelas: un toro con ritmo, encastado, muy protestón cuando se le levantaba la mano y que buscaba el hueco allá donde lo veía. Cierto es que se le fue sin torear, ya que no paró las piernas y los pases fueron al 95% por alto. Se dividió el público, el poco que había, al despedir al toro y con Alberto fue indulgente, un simple silencio.

Cristian Escribano (de blanco y oro) sorteó un buen lote, aunque de más a menos. Su primero, el zaino bragado meano axiblanco girón «Clavijero», fue un toro que de salida se movió bien, por lo menos mejor que el anterior. En el primer puyazo poco o nada se entregó, empujando con un pitón y con la cara por las nubes, corrigiéndose en el segundo en el que ya empujó con la cara baja y empleándose, aunque sólo fuera un picotazo. Por desgracia no lo aguantó bien y le flojearon las fuerzas. Bien hizo Cristian en enseñarlo a embestir por bajo sin caerse con unos doblones iniciales que fueron de cartel. Tónica general de todos los toros fue que se abrieran mucho a la salida de los pases, lo que deslucía todo y este no era menos. Al final lo cuajó y le sacó buenas tandas, sobre todo por el izquierdo. No mató y se quedó sólo en unos saludos que supieron a más. Ovacionado el toro al arrastre. Con su segundo otro gallo cantaría ya que de nuevo el toro huido y distraído de Dolores se hizo presente, en este caso con nombre «Clavetuerto» y negro azabache bragado meano girón corrido axiblanco y rabicano de capa.  Varas pareció cambiar ya que pese a salir suelto en el primer encuentro, en el segundo se empleó como mandan los cánones. Siguen yéndose toros sin picar, sólo con dos picotazos… En la muleta mantuvo un comportamiento galopón, es decir, ni blanco ni negro, ni al trote ni al galope. Poco a poco se fue amorcillando en tablas y al final fue casi imposible matarlo. Silencio para el matador y pitos para el toro.

Y qué decir de Gómez del Pilar (de verde y oro) siempre tan bien como se le presupone y hoy no ha sido menos, aunque sólo como reproche que en algunos pases se ha quedado bastante fuera de sitio, aunque los toros se abrían mucho. Sorteó el mejor lote. Su primero era el más terciado de la corrida, un muy bonito negro chorreado en morcillo bragado meano de nombre «Botero». Como es habitual en su tauromaquia, la porta gayola, fue lo primero que levantó al público de sus asientos, que seguida de una buena lidia a base de delantales y verónicas hacia los medios hicieron de este un gran saludo capotero. Pudo parecer cojo el animal, de una pata trasera concretamente y por ello la gente se quejaba, aunque más bien parecía un simple calambre. En el primer puyazo, de nuevo, nada más que con un pitón y haciéndose él solo la carioca. En el segundo ya empujó con los riñones y llevó al caballo hasta las tablas. De rodillas inició el maestro, enseñando por abajo al toro y sin deslucirlo, una buena tanda. Cadenciosa la embestida, templada y ayudando a Gómez del Pilar. Encastado también, no perdonó el quedarse algo fuera. Repitiendo y con prontitud se fue rematando la gran faena de Gómez del Pilar, de dominación y mando, de gran poderío. Pinchó y degolló a la segunda al toro lo que le hizo perder el o los trofeos (quién sabe que hubiera pasado si le mete un estoconazo). Unos emotivos saludos le bastaron. Ovación al toro, un buen toro. De otro aire fue el sexto negro zaino bragado meano «Pitillito I». En varas fue similar al tercero pero tomando un tercer puyazo de largo, que más que puyazo fue picotazo. Algo raro se le notaba ya al animal en los capotes, como si no viera bien, que efectivamente en la muleta se confirmaría. El toro miraba de reojo o por alto, como si no viera de lejos. Esto provocaba que echara la cara alta e hiciera ciertamente complicado el torear. Estuvo Noé firme y sometedor, ligando muy seguidos una buena serie de derechazos excelentes que resultó lo más destacable. Leves palmas escuchó y silencio para el burel.

No dió para más la tarde, en la que la suerte también jugó su parte. Podría decirse que se pueden ir contentos Cristian Escribano y Gómez del Pilar, que estuvieron muy bien, especialmente este último. Alberto Lamelas debería serenarse y encontrar una nueva oportunidad en Madrid cuando le haya dado una vuelta a su concepto, o puede que hoy no fuera su día. Y la ganadera debe replantearse por dónde lleva sus toros, porque está claro que este no es el camino porque de seguir así le llegarán en retorno más dolores de cabeza que verdadeos toros de Dolores Aguirre.

 

Por Alfonso Manrique «Quesillo».

Fotografía Andrew Moore