La historia de El Corral del Agua se remonta al año 2002, en el cual la familia Trasobares Oriol, de la localidad de Utebo (Zaragoza), decidió abrir las puertas de un recinto situado en el recorrido del encierro de dicha localidad.

El propósito y la intención fundamental de este hecho, fue la de conservar y transmitir unas tradiciones que se daban en tiempos de nuestros antepasados y que estaban quedando un poco en el olvido. La mayoría de las casas del recorrido estaban abiertas para salvaguardarse de las vaquillas y poder juntarse durante las fiestas, el tiempo que durara el encierro, con amigos y así disfrutar de las vaquillas juntos.

Así que, una vez preparado el recinto con los medios que se disponía en aquel momento, se abrió. La vaca venía y la gente corría a meterse con la intención de que la vaca los siguiera y entrara dentro.

Desde el día que abrimos aquellas puertas la ilusión, la amistad y los sueños no dejaron de pasar por nuestra mente día tras día para como mejorar las instalaciones del recinto y comodidad de las personas que nos visitaban durante los encierros; aprendíamos de los errores del año anterior, nos trasladábamos a las fiestas de localidades vecinas y cogíamos ideas que poder trasladar a nuestro recinto.

A la par que disfrutaban los mayores en el rato del encierro, un año se empezaron a celebrar encierros chiqui con carretones para los más pequeños, entonces decidimos que por qué no abrir las puertas de nuestro corral también a ellos y trasladar esas sonrisas y esa alegría a través de juegos y pequeños detalles.

Todo era así a lo largo de muchos años, la gente venía año tras año y se empezaba a conocer en los encierros del casco viejo de Utebo a El Corral del Agua. Eran las personas presentes en los encierros quienes empezaron a llamar así a nuestro recinto, por lo tanto, también nosotros comenzamos a llamarlo así; ya que además de disfrutar de las reses bravas, aprovechábamos dado las fechas veraniegas que son las fiestas patronales, en junio y julio, para mojarnos unos a otros. Empezamos simplemente con unos cubos y terminamos colocando una piscina.

Había gente asidua que nos visitaba año tras año, otra gente se iba incorporando; lo mejor y lo que más nos alegraba era que el que pasaba por allí, repetía. Nos hacía ver que nuestro propósito, que no es más que disfrutar juntos de una tarde de vaquillas, risas y agua, se estaba consiguiendo.

En el año 2014, tras 12 años disfrutando en ese recinto y mejorando aún más sus instalaciones para intentar que no surgiera ningún percance tanto para las personas allí presentes como para las reses, las autoridades en vez de apoyarnos y hablar con los representantes de este lugar, decidieron cerrar y no dejar entrar al ganado, con motivos y hechos que nunca nos llegaron a comunicar y que siempre nos quedara en la mente ese… ¿Por qué? En un segundo, todo cuanto habíamos construido durante años, mucho trabajo y esfuerzo invertido por todo lo que intentábamos mejorar año tras año, se venía abajo… no había palabras de ánimo en aquellos días para llenar el vacío que sentíamos al ver que no entrarían las vacas, la gente ya no tentaría a la vaca para entrar, nos sentimos como si de repente le cerráramos la puerta a todas esas personas que nos visitaban y lo que nosotros queríamos era lo contrario.

Pero en la vida hay que reinventarse o morir, entonces tocaba hacer que eso no muriera ahí, que El Corral del Agua no quedara en un lugar que perteneció al pasado y nunca llego al presente, por lo tanto, colocamos un vallado en la puerta y desde ella se siguen viendo las vacas en la actualidad; eso sí, seguimos en el interior mojándonos y disfrutando de la tarde de encierro con todas las personas que siguen visitándonos.

Muchas historias acaban con un final feliz y esta lo es, porque a día de hoy hemos conseguido que El Corral del Agua siga abierto tras muchos años, aunque siempre recordaremos ese dicho, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Siempre hay gente que pasa por este lugar y que nos recuerda lo bien que lo pasábamos cuando las vaquillas entraban y salían; eran tiempos mejores y más emocionantes.

La verdad es que se nos encoge el alma y la mente se llena de recuerdos, nos da pena que las futuras generaciones no puedan vivir lo que nosotros hemos vivimos en los encierros de nuestro pueblo. Todo aquello que comenzó como una idea de recuperar esas tradiciones, ya forma parte de nuestras vidas.