A ver qué inventa ahora el señor Casas, don Simón, que una vez pasada la cortina de humo, igual al personal le da por hablar de toros otra vez y deja lo del Gordo de Navidad de lado. Que no me dirán que la cosa no es de mérito, se le pasa por la cabeza una ocurrencia, la pone en marcha, nos tiene a todos hablando del tema, incluso los hay que escriben sobre ello, y al final todo queda como si no hubiera pasado nada. Los figuritas a lo suyo, los desheredados a lo que les dejen y todo alegría y felicidad. ¡Cómo lo hemos pasado! Y nos lo queríamos perder. Que se nos ha quedado la misma cara que a los personajes de Bienvenido Mr. Marshall cuando tanto esperar a los americanos, tanto y tanto esperar y al final, después de los bramidos de los motores de las haigas de los yankees, no nos quedamos ni con el número de la matrícula.

Hicimos planes, pensando en esa tarde de toreros mediáticos ante los hierros más duros del campo bravo. Juli, Ponce y manzanares, paradigma de arte, poder y galanura, ante una de Saltillo, Cuadri, Rehuelga o de la mismísima camada del Marqués de Belcebú, antes Desmenuzaorejas, procedencia Hros. del Averno. Pues venga, un cafelito, quítense las legañas y dejen de lado esos sueños de heroicidad y épica taurina. El señor Casas, don Simón, nos ha tenido una buena temporadita entretenidos, que si sorteo sí, no, puro, manejado o rifa colegial. E incluso finalizado el show, se rodeó de la prensa más afín y pretendió justificar y ensalzar aquel esperpento, pero ya no colaba, la consumación de la parodia no dejaba lugar a dudas. Ahora es el momento de empezar a pensar en si nos han colado un ganado que ni para una rifa, por mucho que entremos en sorteos; que son lo de siempre, lo de tantos años que en el mejor de los casos, en un ejercicio de máximo compromiso con la fiesta, puede ser que un día echaran un toro, no dejando de ser una excepción.

Por otro lado están los matadores que poco a poco se fueron sumando al número de las bolas. Que también pudo hacer creer a algunos que de esa forma se iban a abrir los carteles, pero no, al final no han abierto ni las ventanas. Primero se apuntaron los de la cuerda del señor Casas, don Simón, que, ¿cómo iban a dejar solo al jefe? Luego vino lo de Ponce y ahí ya se acabaron de lanzar los demás, siempre y cuándo estos formaran parte del taurineo oficial. Nadie que pudiera molestar, más los dos obligados, Urdiales y Chacón, que realmente son dos a los que les da igual ocho que ochenta, que vienen lanzados desde la última feria de Otoño.

Pero ya todo se terminó, el azar ha concluido su responsabilidad con esas diez bolitas, ahora va a ser que el señor Casas, don Simón, va a tener que ponerse manos a la obra y acabar de preparar y condimentar una feria de una treintena de tardes y entonces sí, entonces ya le podremos pedir cuentas a él. Entonces podremos preguntar por qué vuelve ese hierro que se lleva arrastrando por Madrid desde hace años, por qué vuelve ese pelotón de matadores que lo más grande que han hecho en la capital ha sido hacer el paseíllo, pero que ahí siguen, siempre y cuando mantengan su docilidad y sumisión taurina. Y como esto es muy largo, lo duro para los de siempre. Que ya les habría gustado entrar en la rifa y que el azar les “condenara” a lo de Garcigrande, Alcurrucén o el mismo Adolfo. Pero no, estos seguirán viéndose con los nombres ya citados de Saltillo, Cuadri, Rehuelga o Valdellán. Entonces, sí, entonces los aficionados nos olvidaremos de bombos y empezaremos a pensar en lo que se nos viene encima, otra feria eterna, plena de rellenos, dónde surgirán triunfos ficticios proclamados por los fieles de la Tauromaquia 2.0, la del poco toro y menos torero. Eso sí, no tengan duda de que después del bombo, ¿hablaremos de toros?

 

Enrique Martín

Toros Grada Seis