La inmortalidad, el último deseo humano. La necesidad de ser recordado aún cuando tu corazón haya dejado de latir.

Nos situamos en Portugal, concretame en la finca Vil Figueiras, finca que bien podríamos llamar La Inmortal. Ya que entre sus árboles parece no correr el tiempo y las manecillas del reloj hace mucho que se pararon.
Paradas precisamente por que en La Inmortal siguen pastando aquellos terroríficos toros vazqueños del siglo XIX, como si estos dos siglos no hubieran sucedido para ellos.

Pocas horas después del amanecer se disfrutaba de la tranquilidad del campo. La famosa calma antes de la perfecta tormenta.
El silencio de la mañana se rompía con una llamada a la antigua usanza y apenas unos segundos después la tierra empezaba a vibrar mientras se escuchaban berridos que helaban la sangre. De entre la arboleda, como si de una centuria romana se tratase, emergió una marisma de colores. A la cabeza las más veteranas seguidas del resto de la vacada. Jaboneras, caretas, ensabanadas, botineras, berrendas en todas sus variantes y así un sin fin de pelajes coloreaban aquel lienzo verde de pinos en la vecina Portugal.

El pretor al mando de aquel ejército era un hombre que siempre llevaba consigo su distintivo sombrero, su vara y una inagotable sonrisa que ni el paso del tiempo ni las injusticias de este sistema, habían conseguido borrar.
Conocido por todos, admirado por muchos, envidiado por otros y temido, al igual que sus toros, por la mayoría de las figuras. Así es Don Fernando Pereira Palha, y hablo en presente porque a pesar de que ya no está entre nosotros, su legado y espíritu sigue estando muy vivo.

La historia de este singular ganadero comenzó durante su infancia. De pequeño, Don Fernando, pasaba los días en la ganadería de su bisabuelo el «Palha Blanco». Y allí fue donde le fue inocuado este veneno, que a sus 83 de edad, aún corría por sus venas con la misma intensidad que el primer día. Un veneno que encerraba una pasión por una casta única, un veneno que le impulso a hacer lo imposible por mantener viva la ganadería y el toro de su abuelo, el «Palha Blanco». Un legado que heredó casi sin ser consciente de ello pero que, como ocurre en las mentes preclaras, fue capaz de manejar y de elevarlo a la quintaesencia misma que son aún hoy sus toros.

En estos últimos 5 años, Don Fernando, sus pupilos han dado mucho de que hablar y han defendido su hierro con creces. Zaragoza, Las Ventas, Valencia, Castellón, las calles y multitud de pueblos han sido el destino de sus vazqueños, siendo los indiscutibles portagonistas.
Aplaudidos de salida por su presentación, generando emoción y tensión en el graderío, arremetiendo
contra los burladeros, adueñándose de la arena entre gritos de miedo y admiración, manteniendo al público en un vilo constante y dejando huella en sus oponentes.
He aquí una pequeña pincelada del paso de sus vazqueños, en los festejos populares, durante estos últimos 5 años.

Año 2016, lidiando solo en Zaragoza, destacó el N°106 «Nolho» un toro serio, con dos cuchillos por astas, con muy malas intenciones, mucha casta y unas arrancadas de ensueño. «Ninho» N°97 otro toro importante toro de aquel día. Un precioso berrendo que apretaba mucho en los recortes un toro con mucho peligro y casta.

Al año siguiente en Zaragoza esperaban a sus pupilos con más ilusión, si cabe, que los niños pequeños al esperar a los reyes magos.
Se lidiaron toros de singulares capas y terrorífica presencia que no dejaron a nadie indiferente. Los 4 dieron un muy buen juego en líneas generales destacando el precioso jabonero de la final, con una cara de poco amigos, que iba hasta el final con todo.

En 2018 el más notorio fue «Imperador», de arcaica presencia y comportamiento que se adueñó del ruedo venteño. Además aquel año se lidió el desafío vazqueño
de Valencia donde destacó un precioso toro chorreado. Sobresaliendo, como no, por su casta.

En el 2019 Valencia volvía a esperar a los vazuqueños con un encierro que no defraudó a excepción del famoso «Romeiro».
Toros de antigua estampa, peligrosos y encastados. Aún se acuerdan muchos recortadores de «Pereqrino» y «Noqueira» los mejores de aquella magnífica mañana.

En total se han lidiado 15 toros en plazas importante categoría, todos ellos de impoluta y arcaica presentación. Cumpliendo todos en sus actuaciones, apretando hasta el final, con la boca cerrada, transmitiendo emoción y peligro a los tendidos.
Y he de decir que siempre me sabe a poco, siempre me quedo con las ganas y con la curiosidad, pero sobretodo con las ganas de verlos en una corrida de a pie. De emocionarme al ver como se arrancarian al caballo, como pelearían en varas y como lucharían hasta el final.

Muchos toros han llorado la perdida de sus ganaderos. Aquella fatídica noche sus vazqueños berreaban, presentian lo que iba a suceder y le llamaban inquietos. Y tras la tormenta llegaría la calma.
Aquella mañana, aquel 11 de febrero, esa fría calma no se rompía.

Sus vacas y sus toros, esperaban pero ya no divisaban su sombrero, ni aquella vara.
Esperaban, pero no escuchaban aquella peculiar llamada, con la que cada día vacas y becerros acudían a su encuentro.
Esperaban, pero no veían a aquel caballero que estaba siempre observándolos con un brillo en los ojos y una inmensa sonrisa.

Vil Figueiras sigue esperando su regreso.
De aquel 11 de febrero han pasado ya 5 años, en los que seguimos recordándole y agradeciéndole todo lo que hizo en vida. Don Fernando Pereira Palha le aseguro que usted será eterno, al igual que su legado y que sus toros. 5 años desde que partió y aún hoy en día sigue dando lecciones a todo el mundo. Sus pupilos siguen dando guerra, mucha guerra y mucho de que hablar. Hace 5 años que partió y sus vazqueños siguen haciendo que el público se levante emocionada y gritando de miedo.
Hace 5 años partió el último ganadero romántico y comprometido con el toro.

Un ganadero que no contemplaba ni tan siquiera la más mínima posibilidad de la nobleza como características de sus toros. Un ganadero que fue a contra corriente, que no se doblegó y siguió luchando a capa y espada, al igual que sus toros en la plaza, para conseguir su arcaico vazqueño. Un ganadero que luchó por recuperar un toro del siglo XIX en pleno siglo XXI.

Nunca le estaremos suficientemente agradecidos. 11 de febrero de 2016 fecha en la que se convirtió en leyenda. Terror, pavor y furror por bandera.

Por Ana Mateo

Foto Arse y Azpi