Desde hace ya algunos años ha pasado a mejor vida aquella expresión tan válida como era “hacer las américas” por parte de la torería andante de España. Ha muerto aquella ilusión que por otro lado reavivaba la llama torera por parte de los diestros hispanos que, ilusionados, acudían a América en la que sabían que había un puñado de dólares para recoger.

Todo ha cambiado a velocidad de vértigo y, lo que antes era un maná para los diestros españoles, ahora se ha convertido en una vulgar rutina en la que, a lo sumo, en México, puedan rebañar algún que otro dólar pero, son los menos. Ya no merece la pena ir a América porque ésta ha muerto taurinamente dicho. Apenas se celebra espectáculo alguno en Venezuela, los pocos que se celebran no hay dinero alguno. En Ecuador, la que era la feria de América por excelencia ha muerto por completo en Quito. En Perú nos queda la feria de Acho para los españoles, una feria que pese a todo sigue teniendo raigambre, pero que tampoco aporta nada a nivel económico a los diestros que allí participan.

Como último reducto, nos queda México que, como sabemos, en el país azteca lo que en verdad sobran son toreros. Siendo así, ¿qué porvenir les espera a los que llegan allí buscando una oportunidad? Si acaso, cuatro hombres más destacados acuden a dicho país para complementar algunas ferias, de forma muy concreta, la temporada grande de México en el llamado Embudo de Insurgentes. Pero poco más porque lo que se dice dinero, tampoco lo hay.

De lo que ha sido América a lo que se ha convertido. Terrible, pero cierto. Pensar que, por ejemplo, en 1918, Juan Belmonte acudió a México y le pagaban 25.000 pesetas de la época -150 euros de la actualidad- en cualquier plaza mexicana. Aquello era una auténtica fortuna por la que se podía hacer el viaje en un buque de vapor aunque se tardaran dos meses para llegar a México con escala en La Habana. Ahora, como sabemos, se puede llegar en apenas ocho horas, lo difícil es cobrar como para poder pagar el billete de regreso. Una tragedia al más alto nivel. ¿Solución? No ir. ¿Para qué?

Y no quisiera tener que hablar del Perú pobre, es decir, de esas ferias que se montan en todo el país en que, lo que se dice aficionados, los hay por doquier. Es más, creo que tras México, Perú es el país que más plazas de toros tiene, la pena, como digo, es que se tengan que montar los festejos del hambre, algo que, ante los ojos de los peruanos no es criticable puesto que, en Perú, la economía es tan pobre que, para poder comprar una entrada para ir a los toros, los aficionados tienen que trabajar un mes entero para adquirir el boleto.

Colombia fue siempre un reducto donde arribaban las figuras del toreo a sus ferias que, tiempo atrás, de igual modo que tantísimas, dichas ferias eran rentables pero, como en cualquier sitio, Colombia va muriendo taurinamente puesto que, como sabemos, apenas quedan tres ferias de renombre que, lógicamente, es allí donde quieren torear los diestros colombianos puesto que, lo que se dice en España, aquí no ven ni un pitón.

Un mundo muy complejo como podemos observar en que, como decía, aquello de “hacer las américas” ha pasado a mejor vida. Las figuras, como sabemos, acuden a la feria de Acho que, como mal menor, todavía recogen algún que otro dólar, así como en algunos foros mexicanos puesto que, ser figura es algo alentador y, si queda algo, es para ellos. Y no quiero nombrar para nada al Perú de los pueblos en que, como es notorio, algunos diestros españoles participan en dichos festejos que, cien años después, siguen ganando el mismo dinero que cobraba Juan Belmonte en 1919. Triste porvenir en que nos espera puesto que, generalmente, la economía de Hispanoamérica ha muerto por completo y, si la misma no funciona, los toros son un añadido más a dicha problemática que, ante todo, se hace impensable montar corridas de toros y, las que se montan apenas tienen sentido, al menos, en lo que a la cuestión económica se refiere.

En la foto, la singular plaza de toros La Petatera, de Villa Álvarez, en México.