En estos días de feria en la ciudad de Alicante, a la hora del festejo taurino, todas las tardes hemos podido ver al grupo de animalistas que, lógicamente, están en contra de la celebración de las corridas de toros. Como quiera que ahora gozamos de algo que se llama libertad de expresión, dicha dádiva, la que favorece a todo el mundo, no podía ser una excepción para ese grupo de retrasados mentales que cada tarde se reúnen en una calle adyacente al recinto taurino.

Las llamadas libertades para todo el mundo nos traen estas cosas que, por ejemplo, dos docenas de gandules se pongan a gritar en una esquina para impedir que se celebre una fiesta con más trescientos años de historia pero que, ese grupo de antisistema quieren derogar porque a ellos les place. Para estas gentuzas no existe el llamado sentido común, sencillamente porque si una fiesta tiene siglos de antigüedad, será por algo, digo yo. Pero no, los descerebrados, como si fueran todos de Podemos -que seguro lo son- quieren erradicar una fiesta porque según ellos es sangrienta. Lo realmente sangrante es ver a ese minúsculo grupo de gandules protestando por algo por lo que no tienen ni puta idea.

A todos los que allí se congregaron habría que hacerles un test con las siguiente preguntas y, si respondieran de forma afirmativa les daríamos un aprobado. ¿En qué trabajan? ¿Qué empresas dirigen? ¿A qué partido político pertenecen? ¿Qué nivel de estudios atesoran? ¿A qué religión pertenecen? Estas y tres mil preguntas más que, de conocer las respuestas quedaríamos todos anonadados. Pero nada, ellos a lo suyo que no es otra cosas que joder al prójimo. Menuda espécimen de gente nos ha caído encima con los animalistas asquerosos y repugnantes.

El problema de estas gentuzas es que ellos no saben los que es respeto y las libertades a las que se aferran; libertad para ellos, para hacer el guarro y tratar de prohibir un espectáculo legal y amparado hasta por la Unesco. Y respeto para saber entender lo que hacen los demás porque los aficionados a los toros, somos tan respetuosos que ni siquiera nos hemos detenido frente a ellos para partiles la cara con un garrote.

Como vemos, la grandeza de la llamada democracia nos ha traído estas lamentables consecuencias. Ahora, el primer imbécil que pase por la calle se autoproclama líder de su grupo, le siguen un puñado de descerebrados y vaya usted a saber el ruido que hacen. Y, qué cosas, la han emprendido siempre contra los toros. Y digo yo, si son tan valientes, ¿cómo no se manifiestan frente a un estadio de fútbol que, curiosamente, en esos recintos se escuchan los epítetos más sangrantes? Pero no, ahí no tienen cojones para manifestarse porque saben que les molerían a palos nada más presentarse por los aledaños del campo de fútbol.

Para muestra, un botón. Fijémonos en el individuo que aparece en la foto y sobran todas las palabras.