Se han cumplido ahora veintidós años cuando aquel muchachito ilusionado hacía el paseíllo en Linares, aquel día uno de septiembre del año 1997. A tenor de los personajes, era una tarde cualquiera, digamos que, pura rutina para la empresa organizadora que, seguros estamos, montaron la alternativa de Curro Díaz para quitárselo de en medio y, al día siguiente, que se fuera para recoger aceitunas. Los hechos, como apuntaremos más adelante, así lo hacían presagiar puesto que, seguro estoy, creo que jamás torero alguno tuvo una alternativa tan humilde como la suya.

Si repasamos alternativas de tantísimos toreros, por ejemplo, en el admirable libro del señor Antonio Picamills al respecto de los matadores de toros, creo que nadie como Curro Díaz tuvo una alternativa tan pobre porque, todos los novilleros, para tal efemérides, hasta el más humilde intentaba tener como padrino a un diestro de alguna relevancia y, a ser posible, con un matador de alto nivel popular. No fue el caso de Curro Díaz que, como decía, sospecho que le querían retirar el mismo día en que se doctoraba.

Seguro que Curro Díaz jamás desdeñó que fuera Juan Carlos García su padrino –ahora en su cuadrilla como banderillero- y Sebastián Córdoba como testigo. Vamos, lo que se dice dos “figuras del toreo” Todo se lo pusieron en contra puesto que, hasta los toros que lidiaron, de la ganadería de Valdemoro de la que nadie conocía en absoluto. Es decir, el diestro de Linares luchó contra viento y marea desde el primer día en que fuera investido como matador de toros. Cierto es que, las tres orejas que cortara aquella tarde le ilusionaron hasta el límite de la locura. La prueba no es otra que, casi cinco lustros después, Curro Díaz sigue impartiendo lecciones de torería por el mundo.

Así, a dentelladas quería abrirse paso Curro Díaz en el mundo de la torería de la que él estaba convencido que le había llamado el destino para impartir bellas lecciones artísticas en los ruedos del mundo pero, las trabas que le ponían eran horribles –lo siguen siendo en la actualidad- y tuvo que esperar hasta el 31 de agosto de 2003 para confirmar la alternativa en Madrid, teniendo como padrino al maestro Frascuelo y, como testigo, al ecuatoriano Guillermo Albán que, de igual modo confirmaba aquella tarde. Los toros, como se presagiaba, era de la ganadería del Cura de Valverde, es decir, los que mata El Juli cada tarde. Menuda ironía ¿verdad?

Es cierto que aquella tarde Curro Díaz, no cortó orejas, ni él ni Dios que se hubiera vestido de torero. Pero algo hermoso pasó para que, en dicha fecha, la afición de Madrid, de repente, se hicieran partidarios de Curro Díaz. La corrida fue durísima, la recuerdo como si la viera en este momento pero, no es menos cierto que Díaz dibujó algunos pases que, tantos años después, los aficionados de Madrid siguen recordando. En realidad, allí empezó todo puesto que, hasta aquel momento, el linarense se debatía en las corridas humildes de los pueblos sin que nada de lo que hiciera tuviera trascendencia alguna.

Han pasado los años y, Curro Díaz se ha forjado en lo que siempre ha sido, un torero netamente artista, creativo, genial, único en su especie; un torero de faenas para el recuerdo puesto que, como se sabe, sin alcanzar el grado de figura del toreo, su nombre sigue sonando por los confines del mundo como un torero artista, toda una vitola que le acompañó siempre para disfrute de los aficionados que, ante su imagen creativa, cualquiera ha tenido la oportunidad de llegar hasta las lágrimas por lo que ha sentido en su corazón viendo torear a Curro Díaz.

Muchos han sido sus triunfos, como las cornadas, tanto en los ruedos como en los despachos, pero él jamás desfalleció; es más, todavía se pasa la vida dándole gracias a Dios por haber superado aquella horrible cornada de Sevilla –entre otras muchas- en la que pudo haber perdido la vida y, salvándola, todos los doctores coincidían de que no podría torear jamás. Aquella sentencia le motivó hasta el límite de la locura puesto que, a base de esfuerzo, tesón y unas ganas admirables de retar al destino, seis meses después reaparecía con éxito en Alicante.

Sus éxitos se han contabilizado por todas las plazas en las que ha toreado siendo Madrid el escenario sagrado de sus mejores triunfos. Dos salidas por la puerta grande de Las Ventas certifican que, aquella tarde agosteña de su confirmación en Madrid, los aficionados que le vaticinaron un camino de éxitos no estaban equivocados. Todo ello, amén de haber protagonizado faenas de ensueño que no fueron culminadas por la espada pero que, ante todo, allí quedaron esculpidas en el ruedo de Madrid para que, tantos años después, Curro Díaz siga siendo un ídolo admirado en la primera plaza del mundo.

¿Quién puede eliminar a un artista de la tauromaquia, a un cantor, a un ser creativo? Ni los hombres con sus maldades, ni las circunstancias han podido nunca doblegar a todo aquel que, con vocación desmedida y, en el caso de Curro, con un arte inmaculado, nadie ha podido mancillar su nombre en lo más mínimo.

No es un hombre imprescindible para confeccionar los carteles de las ferias, pero sí se trata de un torero que, acartelado, engrandece y ensalza cualquier cartel de feria. La prueba no es otra que nadie ha desdeñado jamás que un torero de su categoría entre en cualquier triunvirato de toreos que se precie. Al igual que en España y Francia, América sabe de sus genialidades porque en distintos países en los que ha actuado ha dejado su estela de torero caro e inusual, es el caso de su confirmación en La México en la que, allí quedaron dos faenas de auténtico embrujo.

Termino como empezaba puesto que, Curro Díaz ha demostrado que todo hombre llega hasta dónde quiere llegar que, en su caso, no ha sido otro que ser el estandarte más puro del toreo en el mundo de la tauromaquia. Empezó de la forma más humilde que cualquier torero pudiera imaginar y, muchos años después, si de arte hablamos, Curro Díaz sigue siendo el primer referente.

En la imagen, Curro Díaz, todo un referente para el arte.