Decía nuestro compañero hace unos días que, la feria de Valencia es un ciclo sin personalidad alguna cuando como se sabe, es el espacio, como tantos otros, del maldito intercambio de cromos con el que tanto disfrutan esos “grandes” organizadores de festejos taurinos que, de igual modo podrían ganar dinero en la chatarra puesto que, de aficionados tienen lo que yo de obispo.

La fiesta está cayendo en picado y no precisamente por culpa de los detractores de la misma; son ellos, desde sus poltronas, los que están destruyendo todo lo que huela a toros y, ante todo, lo que tenga que ver con la verdad del espectáculo. Castellón y Valencia son el ejemplo de lo que digo. Dos ferias que se han montado al unísono en la que, priva el medio toro y están todos los que tienen que ver con el sistema, es decir, los que amparados por los clanes taurinos le dan “sentido” a los bolsillos de los mercaderes.

Chorrea sangra a borbotones que, por ejemplo, el diestro más puro del escalafón, no sé si mejor o peor, pero que es un grande entre la torería actual, Diego Urdiales, haya quedado fuera de dichas ferias. No hay puestos para todos, diría Simón Casas. Si hay puestos para todos que no son otros que los protegidos entre ellos mismos puesto que, al margen de Cayetano, los demás todos pertenecen al maldito sistema que todo lo destruye y, contratan a Cayetano por aquello de su tirón mediático y su pobre caché económico, de otro modo tampoco estaría en las ferias.

Todo es mentira puesto que, Diego Urdiales, el hombre más cantado por la crítica y la afición de Madrid, no entra en los planes de los mercachifles del espectáculo. ¿Por qué? Porque tiene un apoderado independiente y eso no les conviene; se le ningunea y aquí paz y allá gloria pero, ¿quién pierde con esta ausencia? El aficionado que, además de pagar tiene que tragarse lo que los demás quieran. Y, amigos, los cromos los tenemos ya muy repetidos. Y todavía se preguntan los memos de cojones los motivos por los cuales la gente no acude a los toros. Por Dios, innoven ustedes y, de alguna manera, echen mano de Diego Urdiales –al igual que otros toreros- que, pese a su veteranía, es un auténtico novel en tantísimas plazas.

Diego Urdiales no hubiera desdeñado en ningún cartel de Valencia o Castellón, es más, su presencia agrandaría el espectáculo por aquello de la torería innata que ostenta el diestro riojano. Hay un cartel en Valencia, Ponce y Aguado en mano a mano que, en el mismo, podría haber entrado como terceto Diego Urdiales pero, ya ven, ni en el referido hueco ha tenido cabida tan magno torero que, si se me apura, igual le han hecho un favor porque casi con toda seguridad, los “burros” de Juan Pedro pueden llevarlo todo al traste y, por grande que sea el fracaso, a los anunciados no les pasará nada y, por el contrario, si fracasa Urdiales se le cae el mundo encima.

Lo dicho, si después de veinte años de alternativa Diego Urdiales sigue siendo novedad en tantísimas plazas de España y Francia, que baje Dios y lo vea; es decir, este dato nos informa de cómo está el aberrante sistema que todo lo corrompe. Cuidado que estamos hablando de un artista con todas las de la ley, un torero al más alto nivel, un purista cuya única concepción del toreo no es otra que el arte en su más profunda acepción y, ahí lo tenemos, sentado en la silla de su casa por culpa de unos mercachifles que, como decía, ni son aficionados ni les importa para nada la fiesta.

Pese a todo, Diego Urdiales que estará en activo mientras tenga fuerzas y Dios le acompañe, el día que se retire –aunque ya será tarde- se le recordará como un magnánimo torero, un valor que perdurará más allá de la eternidad mientras que, muchos de sus compañeros, algunos podridos de millones, el día que no aparezcan en el escalafón no les recordarán ni en su propia casa. Como diría el maestro Facundo Cabral, solamente lo barato se compra con dinero. ¿Con qué dinero podríamos cuantificar el arte de Diego Urdiales? No existe dinero en el mundo para poder comprar la grandeza de un hombre, en este caso, la torería inacabable de Diego Urdiales.

En la fotografía, sabor y saber, todo unido en la persona de Diego Urdiales