La tauromaquia actual es tan previsible de cara a lo que sucederá en una corrida de toros que, como se presupone, no hace falta asistir al espectáculo puesto que de antemano ya sabemos el resultado del mismo. Me refiero, lógicamente, a la tauromaquia estandarizada que promueven y llevan a cabo las llamadas figuras del toreo con sus animalitos a cuestas, dígase, todo el encaste Domecq sin excepción alguna. Luego, si pasamos capítulo y nos adentramos en lo que es el toro de verdad, eso ya es otro cantar.

Todo en el encaste Domecq, a excepción de Ricardo Gallardo, es toda pura parodia de lo que debe ser un toro de lidia, de ahí la previsión de la que hablo puesto que, esos animalitos tienen de todo, bondad, dulzura, poquitas fuerzas y ninguna mala idea que pueda poner nerviosos a sus lidiadores pero ¿a eso le llamamos toro? Si es así, que baje Dios y lo vea.

Con semejante material es lógico que todo se pueda prever puesto que, los lidiadores al uso, de acertar con la espada ya tienen los máximos trofeos en sus manos. Con este tipo de toros pueden pasar dos cosas y ambas son malas; si sale el burro fofo que apenas tenga fuerza se mata y en paz. Y si sale más boyante y con esa santidad que se les ha inculcado, los lidiadores les endilgan tropecientos mil pases y, como decía, el éxito está más que asegurado.

Desdichadamente, es el sistema que se ha establecido y, romperlo será imposible. Tenemos dos opciones, acudir a los toros o quedarnos en casa viendo películas del oeste que, en honor a la verdad son más placenteras. Es horrible que en cualquier corrida de las figuras, en el paseíllo ya podamos escribir la crónica sin el menor error. ¿No quedamos que las corridas de toros tienen que estar teñidas de misterio? Ese era el fundamento que las convirtió en un espectáculo inenarrable. Ahora es todo pura parodia, una gran mentira y un escarnio permanente de cara a los aficionados. Fijémonos como sería la cosa que, por ejemplo, hace unos días, en Valencia, para que se pudieran lidiar seis animalitos de Victorino del Río se trajeron tres camiones de toros. ¡Cómo serían los primeros que llegaron!

Claro que, mientras todo eso sucede con las figuras y sus huestes, ganaderos como Victorino Martín, José Escolar, Adolfo Martín, Murteira Grave, Baltasar Ibán y otros ganaderos que suelen criar el toro de verdad, el auténtico, el que tiene misterio, dichos ganaderos se frotan las manos emocionados a sabiendas de que, por delante, mientras las figuras sigan lidiando el animalito indefenso, ellos tienen un gran segmento de aficionados que les siguen y aplauden porque, como es notorio, en ganaderías como las citadas si aparece el misterio y, lo que es mejor, la verdad.

Tenemos, como es notorio, dos tauromaquias; la de verdad en los ganaderos que he terminado de exponer y, la previsible de las figuras y sus correligionarios que, a sabiendas de la mentira que nos ofrecen cada tarde. Tenemos la opción de elegir pero, desdichadamente, de cara al gentío, triunfa el glamur por aquello de admirar a los más famosos que, éstos, a su vez, más listos que el hambre les hacen diabluras a los animalitos indefensos y afeitados que lidian a diario. ¿Quién habla de la gran mentira que supone dicho montaje que llevan a cabo un día sí y otro mucho más? Lo haremos algunos pero, la pregunta es obligada ¿de qué sirve? Quizás no servirá para nada pero, en el peor de los casos, sencillamente, para que el sistema compruebe que todavía quedan gentes capaces de discernir entre el bien y el mal. Es cierto que la gente en multitud opta por el mal, cosa que en política sucede exactamente lo mismo, de ahí que siempre se dijo que  los toros son el reflejo de la sociedad en que vivimos.

Un ejemplo de todo lo expuesto podría ser la corrida de Victorino del Río que se lidió en Valencia que, como digo, salió todo lo programado; que los toritos de El Juli salieran moribundos para que dicho diestro no hiciera nada; que aparecieran en escena dos animalitos a medida para Roca Rey y que lograra el triunfo “total” y otros dos para quitar del toreo para siempre a Jesús Chover. Al respecto de las alternativas, cuidado con tomar la alternativa en Valencia que eso es siempre sinónimo de ruina al más alto nivel puesto que, las últimas veinte que se han concedido en el coso de la calle de Játiva, nadie ha logrado el éxito.

Pla Ventura