El miedo es el principal enemigo del torero porque interviene en el hombre antes de que éste se enfrente a su enemigo natural que es el toro. El miedo empieza su tarea a primeras horas de la mañana para fustigar al torero tratándole de recordarle las miserias que supone su propia vida si cae herido frente al toro. El torero, desde las primeras horas antes de que se celebre el festejo trata de evadirse consigo mismo; unos acuden al sorteo para demostrar que son más fuertes que el propio miedo; otros se dan un paseo por la ciudad; algunos se quedan leyendo en el hotel. Miles situaciones para evadirse de la realidad que les acompaña. Pero todos saben que el miedo es su enemigo natural porque, como digo, interviene antes de que haga su aparición el toro, el enemigo natural de todo diestro que se enfrente a dichos animales.

Mientras el torero ya se está vistiendo el traje de luces interviene el miedo de forma repentina, planteándole al diestro la siguiente conversación.

-Insensato, -Dice el miedo- ¿para qué te vistes de torero y quieres jugarte la vida? Menuda estupidez estás cometiendo.

-Déjame, por favor. –Responde el torero- ¿No sabes qué esta es mi vida? Aléjate de mí vera, por favor te lo suplico. Es más, llevo muchos años en esta profesión y sigo vivo. He sufrido algunas cornadas pero, mi integridad está perfecta.

-Es cierto, pero hoy puede ser tu último día. ¿No te das cuenta que la vida es hermosa sin necesidad de tener que jugártela ante unas gentes que jamás te comprenderán? Tienes una profesión de locos y, lo peor de todo es que no te das cuenta.

-Puede que tengas razón pero, -Afirma el torero- es mi vida, mi forma de entender mi existencia y, si te digo la verdad, ya me queda poco de estar en activo. Hombre, lo de locos quizás tengas razón pero, es mi mundo, no puedo evitarlo.

-Te entiendo, -Sigue insistiendo el miedo- pero deberías de recordar a Manolete, Paquirri, a Yiyo, Manolo Montolíu, Ramón Soto Vargas, Iván Fandiño, Víctor Barrio, El Pana,  a todos los que murieron en esa asquerosa profesión que tienes que, ahora estás vivo pero, ¿qué pasará tres horas más tarde? ¡Déjalo, no seas idiota! ¿No te das cuenta que mañana puede ser tarde? Es más, en tu irresponsabilidad, no contento con jugarte la vida en el ruedo, a lo largo de la temporada, lo haces a bordo del auto que te lleva y te trae por tres mil lugares, siempre, con el peligro que eso conlleva. Recordarás que algunos toreros han muerto en accidente de tráfico.

El torero sigue enfundándose el traje de luces, pide silencio sepulcral en la habitación, que no haya nadie puesto que el diálogo entre él y el miedo está muy tenso.

-No podrás conmigo, -Sentencia el diestro- porque soy el dueño de mi vida, de mis convicciones, de mi técnica, la que me aleja de todo mal porque no olvides que, para ser torero, ante todo se necesita de una técnica depurada para vencer al toro y, en mi caso, la exhibo en cada tarde.

-Qué pasa –Responde el miedo- que los toreros que han muerto en una plaza de toros no la tenían, la técnica de la que me hablas. Eres un irresponsable, por no llamarte bobo. ¿Por qué no les escribes una carta a los socialistas pidiéndoles la abolición de esta macabra fiesta? Lo digo porque, de tal forma, una vez abolida, dejarías de pasar miedo y, para ellos, los socialistas, con tal de que tú y algunos compañeros más lo pidan, seguro que la abolen.

-Eso raya en la locura. –Dice el diestro- Si llegara el momento de la abolición se quedarían sin pan muchas familias porque, del mundo viven miles de personas. No, por Dios, no puedo cometer semejante locura.

-Allá tú. –Afirma el miedo con rotundidad- Pero si ya ganaste lo suficiente, miserable. ¿A qué aspiras a que te mate un toro? Retírate y disfruta de la vida, de tu mujer, de tus hijos, de todo lo que has ganado enfrentándote a los toros y a mí. ¿Qué te queda por hacer? Pero, en honor a la verdad, en los últimos años cosechas más broncas que éxitos, algo que viene a confirmar que sales a la plaza cagado por completo. ¿Dónde dejaste el valor? No, no sigas. Es cierto que yo te lo arrebaté. Pero lo hice por tu bien, para que sigas vivo, miserable.

-Aléjate –dice el torero con voz alta- Vete por favor te lo suplico. Me quedan cinco minutos para hacer el paseíllo y quiero estar concentrado. Me das asco, me produces rabia porque todas las tardes, como un gran cabrón que eres, jamás faltas a mi cita. Te odio con todas mis fuerzas. Vete a la mierda que, en un segundo, cuando salga el toro ya no te veré más.

-Eso lo dirás tú. –Afirma crecido el miedo- Mientras te vistas ese traje horrible y ejerzas esa profesión maldita, siempre estaré a tu lado para atormentarte; más que nada, para recordarte que eres un cafre al querer jugarte la vida habiendo otras profesiones en las que no cabe el riesgo. Mira a los empresarios en cualquier ámbito. Ninguno se juega la vida y la mayoría son ricos. ¿No será acaso que fuera de la plaza eres un inútil incapaz de hacer nada positivo? Por cierto, llegado el momento, ¿con qué traje quieres que te amortajemos?

-Criminal, hijo de puta, cínico, cabrón….-Emite el torero toda clase de epítetos mal sonantes contra el miedo- Es cierto que han muerto algunos toreros pero la mayoría seguimos vivos. No, no pienso hacerte caso. Eres un mal amigo que has venido para atormentarme. Dirás lo que querrás, pero me sobran cojones para jugarme la vida. ¿Acaso lo habías dudado? Es más, me debo a mi público, el que paga una fortuna por verme torear porque deberías de saber que mi meta es el arte. Jamás te haré caso.

-Estás en tu perfecto derecho de hacer lo que te plazca, –Reafirma el miedo- pero cuando tengas metido el pitón hasta la cepa y te haya destrozado la femoral, la safena y tu vida penda de un hijo si es que no la pierdes, luego no te quejes, idiota.

Lógicamente, el torero no le hizo caso al miedo pero, no es menos cierto que en la última tarde de la temporada acabó con una cornada gravísima. Sin duda, el diestro se recuperará y, lo que es mejor, hasta el año que viene no volverá a dirimir palabra alguna con ese enemigo tan cruel llamado miedo. En esta ocasión, tras la cornada, el diestro lo ha contado, pero debe de seguir rezando para que jamás salga triunfador el miedo con sus malditas predicciones.

En la foto que mostramos, es el miedo el que indica al torero todo lo que no debe hacer para que suceda la cogida.