Hace pocas fechas pude ver la película que ha rodado Rodrigo Lebrija, el cineasta mexicano en torno a El Pana y quedé fascinado. Más que una película propiamente dicha yo diría que se trata de un documental fascinante como en realidad era la vida de Rodolfo Rodríguez El Pana al que, dicho sea de paso nos cupo la fortuna de conocer y amar.

El Pana siempre me decía que, su más grande deseo no era otro que morir en una plaza de toros y, aunque no fuera en el acto, si fue la consecuencia de su muerte la cogida que precedió a su óbito puesto que, habiéndose quedado tetrapléjico a causa de dicha cogida, Rodolfo anhelaba la muerte, la que le llegó muy pocos días después.

Una pena que, al final, El Pana no pudiera ver concluida la obra de Rodrigo Lebrija puesto que le ha quedado bordada la cinta. No es menos cierto que Lebrija estuvo muchos meses junto al maestro para que le contara su vida y su obra, más que como torero, en calidad de ser humano, faceta con la que enamoró a Lebrija puesto que, en México ha habido toreros más famosos, más artistas, más reconocidos, más acaudalados que El Pana, pero nadie pudo llegar a su estrado puesto que Rodolfo estaba situado en un pedestal al que solo llegan las figuras reconocidas como artistas y como personas y, El Pana era el hombre que Rodrigo Lebrija andaba buscando para la culminación de su película y, lo logró, que nadie tenga la menor duda.

¿Quién es el valiente que no se emociona mediante la visualización de esta obra del celuloide que pasará a la posteridad por haber emplazado en la misma a El Pana? Si en el estreno de la “cinta” el pasado año en México, la misma hizo furor entre los aficionados, pensar que dicho documento ya forma parte de la inmortalidad de Rodolfo Rodríguez El Pana, la emoción pasa a ser indescriptible; Lebrija logró, como él mismo confesara, que las salas de cine se atiborraban de gentes de toda clase y condición; es decir, no necesariamente tenían que ser aficionados a los toros los que se deleitaran con la obra que, como era previsible, la misma alberga todos los momentos mágicos de la increíble trayectoria de El Pana como torero y, por encima de todo, sus alocuciones en calidad de ser humano en que, en ocasiones, estaba por encima del bien y del mal puesto que, El Pana era capaz de cautivar a propios y extraños.

Extensa la filmación, tan bella como verídica, tan apasionante como verdadera; no es menos cierto que, aunque Rodolfo no pudo ver terminada la que sería su obra que le inmortalizara, sí pudo participar en repetidas ocasiones en el rodaje en calidad de protagonista puesto que, nadie mejor que él para contar su vida. Los que le quisimos y tuvimos la fortuna de gozar de su amistad, al ver la cinta nos hemos vuelto a emocionar, como nos sucediera cada vez que nos encontrábamos con EL BRUJO DE APIZACO que así se denomina la película.

En México, con película o sin ella, nadie podría olvidar a El Pana, el mítico torero que era capaz del todo y de la nada; el diestro que, con un solo brindis conmovió a México entero y, más tarde, tras aquella aclamadísima actuación, cuando todo estaba previsto para que fuera el final, es decir, la retirada honrosa del torero más carismático de México, en aquel preciso momento se inició la remontada para que por fin, todo México, el mundo entero pudiera comprobar la grandeza y magnitud de un diestro irrepetible que, si como torero resultó inigualable, como ser humano obtuvo el título de cum lauden en calidad de individuo.

Bien es cierto que El Pana se sabía inmortal; es más, siempre lo presentía puesto que no era un tipo al uso; era algo más que un individuo normal y corriente; era, sencillamente, un genio que pudo triunfar en cualquier cosa al igual que lo hizo en los toros. Una carrera que se basó toda a sangre y fuego, superando todos los escollos habidos y por haber, algo que nos narra Lebrija con pasión inusitada, pero siempre son la convicción divina de que al final sus sueños serían realidad; le quedó uno pendiente, su confirmación de alternativa en Madrid, un derecho ganado con creces pero que, los hombres, en ocasiones, de forma injusta, arremeten contra al más inocente de los mortales que, en esta ocasión no era otro que Rodolfo Rodríguez El Pana.

Como fuere, El Pana ya es inmortal; primero porque su vida ha quedada anexada a cientos de videos que circulan por la red y, como ahora sucede, gracias a la magia del celuloide y el talento de Rodrigo Lebrija que han querido que la figura y obra de Rodolfo Rodríguez El Pana quede para siempre en los anales de la historia. A fe que lo ha conseguido.

Pla Ventura