Así camina nuestro personaje de hoy puesto que, entre ilusiones, miedos, anhelos, satisfacciones, sentido del deber, autocrítica al más alto nivel, paciencia franciscana, gritos de protesta frente al toro y más de veinte años de alternativa, de tal modo ha escenificado este año en los ruedos ese caudal de torería inmensa que luce por las plazas de toros este salmantino genial que atiende por Domingo López Chaves, un hombre al que tenían sentado en la silla, hasta el punto de que muchos aficionados le creían retirado.

Una vez más, en esta temporada que ha finalizado, como hemos podido ver, ha aflorado la torería del salmantino que ha dejado atónitos a tantos aficionados puesto que, la juventud especialmente, apenas le conocían por aquello de haber estado un tanto “retirado”. López Chaves ha argumentado, como primer valor, esa naturalidad de la que es dueño y señor, algo que nos parece imposible de llevar a cabo porque, como se sabe, este diestro no le ponen frente a los burros de Juan Pedro que, como es notorio, se les pueden hacer diabluras.

Su mérito, el que nadie le negará, es tratar de hacer el toreo más puro frente a toros casi ilidiables que, a lo sumo, tragando mucho y jugándote la vida, en el mejor de los casos, puedes arrancarles cinco muletazos, algo que ha hecho Domingo López Chaves con una galanura digna de encomio. Sin duda alguna, el colmo de la belleza en el toreo no es otra que ver un gran muletazo lleno de arte y enjundia teniendo, frente a sí, a un toro de verdad. Ese ha sido el motivo y causa por el cual ha triunfado López Chaves puesto que, cuando a otros les llega el agua al cuello, él, frente a semejantes toros, se siente como en el patio de su casa.

Ilusionó a primeros de temporada en Madrid, Domingo López Chaves y, sus apenas quince corridas de toros en las que ha participado, en todas, se ha comprobado el dulce momento que atesora el diestro de Ledesma. Se trata, a estas alturas de su vida, de un “viejo profesor” que viene a dictar lecciones de torería, naturalidad, sentido de la medida, armonía, pureza y encanto, pero todo ello al más alto nivel, sin tener que importarle las orejas cortadas en, en un torero de su categoría, cualquier despojo orejero queda en un segundo lugar.

López Chaves, un hombre que tiene la vida resuelta, hasta es capaz de no pedir nada; es decir, no quiere privilegios que no le correspondan, sencillamente porque sabe que es dueño y señor de una torería muy difícil de encontrar en los tiempos que corremos que, si a todo ello le añadimos su tremenda verdad, nos encontramos ante un hombre de pura ley como se diría antaño. No es menos cierto que, para la próxima temporada, de tener un halo de suerte que le acompañe, a poder ser en la plaza de Madrid, más de veinte años después de su doctorado, nos faltará tinta para ensalzar los valores eternos de este diestro admirable.

La sencillez con la que vive es la que muestra en la plaza que, como se sabe, tiene que asumir el papel de héroe, aunque, para él, lo que quiere trasmitir es su arte puro e inmaculado, sabedor de que en cada lance o muletazo, su vida pende de un hilo. Actuar como un artista cuando te ofrecen el papel de legionario, es una tarea muy complicada que, en las manos y sentidos de Domingo López Chaves, alcanza el rango de la naturalidad.

Como decía, esperamos ilusionados la temporada próxima con la ilusión de ver al “viejo profesor” con sus 42 años recién cumplidos, para que siga dictando lecciones de torería pura, la que acaudalan los auténticos maestros que, sin atoramientos ni excesos son un deleite para el corazón de los aficionados que, ávidos del placer más bello del mundo, el que llega al alma cuando el torero se emociona que, justamente, esa misma emoción es la que tiene un calado eterno entre los aficionados.

Domingo López Chaves ha logrado lo que parecía imposible que, en realidad, para muchos lo es, regalarnos lecciones de naturalidad frente a toros sanguinarios; naturalidad cuando el guión que le han escrito dice que hay que ir a la guerra; naturalidad cuando tantos se esfuerzan en lograr el amontonamiento de pases que atragantan al aficionado; naturalidad en su hacer y mejor decir; naturalidad en sus palabras que, desposeídas de todo rencor, todavía, pese a ello, siguen albergando esperanzas para un mañana mejor.

Si hablamos de naturalidad, naturalmente, contamos con Domingo López Chaves, tan natural como la vida misma, como el toreo más puro y bello.

En la imagen, la torería de Domingo López Chaves.