La vida nos muestra un abanico de elecciones en las que, a no dudar, podemos ser auténticos protagonistas puesto que, aquello de elegir es algo que no nos impide nadie, la cuestión será si, una vez elegido, hemos optado por la mejor opción. Por ejemplo, en política, como se ha demostrado, hemos elegido lo peor de lo peor pero, lo triste de la cuestión es que todas nuestras quejas serán baladíes puesto que ese Parlamento que tenemos, al igual que el gobierno, lo hemos elegido nosotros. Siendo así, ¿para qué quejarnos de algo que nosotros somos culpables?

Al respecto de la elección, en los toros ocurre exactamente igual que en la política, desde hace muchos años elegimos lo peor y, lo más sangrante de la cuestión es que luego decimos sentirnos engañados. Es decir, la gente se está alejando de los toros porque entiende que está siendo sometida a un fraude de ley, nada es más cierto pero, no caben las quejas cuando hemos elegido un tipo de toro moribundo para que las figuras hagan su numerito estético mientras que el riesgo y la autenticidad no aparecen por ningún lugar cuando las figuras están en la arena.

En el mundo de la política, un error como el que hemos cometido lo tenemos que purgar durante cuatro horribles años y, la diferencia que tenemos, en este caso con los toros es que el error lo podemos subsanar al  día siguiente de haberlo cometido. ¿Cómo? Lo más sencillo del mundo, optando por todas aquellas ganaderías que nos aportarán emoción y verdad para dejar de lado el toro sin alma, sin fuerzas, sin maldad, sin nada que se le parezca a un toro de lidia.

La solución no pasa por imitar a los aficionados de Bilbao que, entre otros, decidieron no acudir a la fiesta del fraude y del medio toro puesto que, como se demostró el pasado año, el coso bilbaíno parecía, más que una plaza de toros, un solar desmantelado. Y vaya por delante que, algunas de las corridas en dicha plaza tenían la suficiente dignidad para el coso de Vistalegre. Claro que, el mal no es de un día; es algo que arrastramos como si fuera una pesada cadena que, al final, los grilletes nos impiden llegar al destino. Si no acudimos a los toros desaparecerá la fiesta por sí misa; es decir, ni Podemos y Pacma tendrán que hacer nada por la erradicación de la misma, lo haremos nosotros que todavía es mucho más sangrante.

Tenemos opciones, todas las del mundo puesto que lo que se dice ganaderías encastadas que proporcionan emoción las tenemos por doquier; algo muy distinto sería que no tuviésemos más toros que la sangre Domecq, entonces sí podríamos hablar de un drama consumado pero, nuestra suerte no es otra que  la libre elección para decidir puesto que, repito, el TORO sigue existiendo en las dehesas de España dispuesto para ser lidiado.

Y, además del toro, para nuestra suerte tenemos toreros dispuestos para dar lo mejor de si mismos con capacidad suficiente para engrandecer esta maltrecha fiesta de los toros que, adulterada como pocas, alberga muchas dudas en su fuero interno, razón por la que miles de aficionados han decidido quedarse en casa antes de ser partícipes del fraude mencionado puesto que, no existe peor fraude que sentirse uno engañado con el elemento toro. Como dije, Bilbao ha sido el ejemplo más sangrante en todas las plazas de España.

El contrapunto al fraude no es otro que el toro verdadero. Las pruebas hablan por sí mismas. Ocurre que, para nuestra desdicha, cuando aparece ese toro que emociona a todo el mundo no encuentra nunca una figura dispuesta para hacer el toreo que todos soñamos. Por supuesto que no desdeñamos la labor que cualquier muchacho puede hacerles a dichos toros que, en la gran mayoría el éxito suele ser su gran aliado. Triunfos que, de forma lamentable no son rentabilizados como debieran puesto que, por aquello de la elección de la que antes hablaba, el gentío siempre suele apostar por los nombres famosos y es a ellos a los que se les conceden privilegios y se les regala lisonjas sin sentido.

Lo dicho, si fuésemos capaces de elegir como Dios manda, de la noche a la mañana cambiaría el panorama taurino que, más tarde o más temprano tendrá que cambiar si queremos que la fiesta no muera por falta de actitud por parte de todos los que nos consideramos aficionados.

Como el toro que mostramos en la imagen, los hay por miles en las dehesas de España, es cuestión de elegirlos.