Qué triste resulta ver la decadencia de la fiesta en su fuero interno puesto que, entendemos las puñaladas que nos asestan desde afuera de los toros pero, que muramos por nuestra propia negligencia es un pecado mortal que, cuantificado, equivaldría a la cadena perpetua por el delito que hemos cometido contra la bendita fiesta de los toros. Por ejemplo, en México creían que aquellos años nefastos de Rafael Herrerías no pasarían factura y, de aquellos barros, estos lodos que estamos sufriendo. Ya lo denunciábamos todos sabedores de que la política empresarial de Herrerías era nefasta pero, ni él ni sus correligionarios fueron capaces de entender todo el mal que le estaban haciendo a la fiesta de los toros.

Ahora, años después, ahí tenemos los resultados, La México, la otrora gran plaza del Distrito Federal ha quedado, en capacidad, como una plaza de talanqueras o portátil. Es más, debe ser horrible que el coso más grande del mundo, por la nefasta gestión de años atrás, en la actualidad, que se congreguen menos gente en una plaza portátil, el asunto es muy preocupante. En realidad, ¿quién está matando la fiesta, los taurinos o los anti taurinos? Buena pregunta que, en honor a la verdad no tiene respuesta y, si la tiene mucho peor para todos nosotros que seguimos amando esta fiesta única en el mundo.

Como fechas pasadas dije, que haya sido Roger Federer el único ser humano que ha llenado La México en los últimos veinte años, el dato es significativo y, para colmo, como sabemos, Federer es tenista. La gente se ha ido de los coliseos taurinos, nada es más cierto pero, ¿cuándo volverán de nuevo a los toros? Posiblemente, nunca. Aquí se hace realidad aquel axioma que nos recuerda que un cliente cuesta mucho de ganar y, un segundo para perderlo. Y eso ha sucedido con los toros. Sus organizadores, tanto en México como en cualquier parte del mundo, creyéndose por encima del bien y del mal, con la prepotencia con la que actúan han logrado lo que parecía imposible, que los toros murieran por inhalación.

Recuerdo perfectamente todas las veces que, Pepe Mata, el crítico más severo de todo México nos recordaba las tropelías de Rafael Herrerías y, éste, lo único que hacía era quitarle la acreditación al informador para que no le criticara; no sabía Herrerías que, con acreditación o sin ella, Pepe Mata, como cualquier mexicano podría asistir al festejo para contar las baladronadas que allí se daban cita. Herrerías pensaba que, matando al mensajero no llegarían las noticias y, como fuere, éstas siempre llegaron al gran público que, harto de estafas, mediocridades, necedades y amiguismos, decidieron abandonar el coso más grande del mundo para que, en la actualidad, como vengo repitiendo, La México sea poco más que una plaza de talanqueras en lo que a capacidad se refiere.

La gente no acude a La México y, la poca que asiste tiene que ver con ojos de estupor que, en demasiadas ocasiones, la otrora gran plaza del orbe taurino donde un triunfo valía casi tanto como en Madrid, al menos para los toreros mexicanos, ahora ha quedado en una triste parodia porque por culpa de un presidente nefasto, puesto a dedo por el poder de la plaza, se indultan toros como si fueran ovejas de pasto, se conceden orejas que, hasta los mismos protagonistas que las reciben se quedan pasmados ante tales dádivas que, hasta ellos saben que nos las merecen.

Confiemos que los triunfos de los toreros que han dado lo mejor de sí mismos, tales como José Mauricio, El Zapata, Jerónimo y algunos más que, de alguna manera deben de contribuir a que el público, los aficionados retornen a la México puesto que, toreros como los citados son siempre un placer deleitarnos con sus virtudes.

Claro que, tales diestros hay que promocionarles; no solo de pan vive el hombre, es decir, a dichas criaturas hay que acompañarles con gentes de mayor prestigio en cuando a nombre se refiere y, eso sí, frente a todos gallardos para poder discernir de verdad quién es el auténtico triunfador. Lo digo porque, los toros de Teófilo no arreglarán nada, salvo engrandecer al torero figura dejando en la cuneta al que no tiene dicho estatus. En México, como en España, también existe el toro auténtico, que se lo digan a José Mauricio. Pues con dichos toros hay que montar los carteles sucesivos.