Vistos los datos económicos por lo que reportó la tauromaquia en la ciudad de Madrid el pasado año, más de cuatrocientos millones de euros. Las cifras son de escalofrío en el mejor sentido de la palabra, todo para uso y disfrute de los madrileños que, con los toros tienen un gran filón crematístico, al igual que en el resto de las ciudades de España puesto que, como digo, los toros son siempre sinónimo de riqueza al margen de lo que suceda dentro de los ruedos y con sus propios protagonistas.

Sabedores de esta bendita realidad, cuando vemos que algún descerebrado o mal nacido sería el mejor calificativo, desprecian y denostan esta fiesta singular, solo por ello ya merecen nuestro repudio. En esta sociedad en que vivimos, todo debe de girar en torno al bienestar de las personas puesto que no existe otra razón de ser en el mundo en que habitamos. Y si los toros, en cualquier feria de España, como siempre sucede, reportan beneficios para comercios, hoteles, agencias de viajes, restaurantes y para todo lo que tenga que ver con las personas que a todas las ciudades acuden al reclamo de los toros, alabado sea Dios por ello. Claro que, esta realidad que la aplaudiría hasta un niño de pañales, nuestros políticos no quieren verla porque, en realidad, ellos ya tienen lo que querían, el sillón de mando con un sueldo astronómico, siendo así, ¿en qué sentido les importan las personas y el trabajo que puedan tener?

En esta ocasión ni me permito la lisonja de explicar todo el acervo cultural de dicha fiesta; me conformo con la parte crematística que, si se me apura es la más fundamental. En realidad, todo lo que tenga que ver con la creación de puestos de trabajo, de la índole que fuere, para que redunden en beneficio de las gentes, proclamar dicho triunfo es lo más hermoso del mundo. Por esta lógica razón ya merecen ser defendidos los toros, así como cualquier espectáculo del ramo que fuere que, su celebración es sinónimo de riqueza en todos los órdenes.

Los toros, pese a tanto hijo de padre desconocido como tenemos por España, que los quieren mancillar y prohibir, son una fuente inagotable de riqueza desde todos los órdenes. Fijémonos si esta fiesta como espectáculo es importante que, al margen de las interioridades de la misma, como decimos, en Madrid, sin ir más lejos, el pasado año generó cuatrocientos catorce millones de euros que, como es natural y lógico fueron a parar a las arcas de todos comerciantes de Madrid, un hecho tan relevante que merece toda clase de plácemes. Los circos del mundo, como era notorio, daban muchos puestos de trabajo para sus artistas pero, como sucede con los toros, unos hijos de madre alegre han querido cargárselos por aquello de que sufrían estrés los animales. ¿Y las personas que se han quedado sin trabajo? A esos, como humanos, que les parta un rayo porque en este maldito mundo que vivimos solo importan los animales.

Siendo así, es lógico y natural que la señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso apoye la fiesta de los toros en todas sus acciones. Díaz Ayuso no es que sea una enviada de Dios, pero sí una señora que ejerce la política con altura de miras, que se intranquiliza por sus conciudadanos, que conoce la grandeza de la fiesta, que vive aferrada a la lógica para que los madrileños tengan una vida más placentera y, lógicamente, la fiesta de los toros es un baluarte en beneficio de todos. ¿Tan difícil es respetar la fiesta taurina como lo hace la señora Díaz Ayuso? Difícil debe ser puesto que, tras comprobar lo que hacen los social comunistas con los toros y con las personas, con eso está dicho todo. A Dichas gentuzas les preocupan los animales, algo que entendemos todos, pero hay que ser muy animal para no comprender a las personas.

La riqueza de la tauromaquia es altamente positiva en todos los órdenes y no precisamente la que puedan atesorar sus protagonistas que, por supuesto, cuenta muchísimo. Toreros, ganaderos, empresarios, transportistas, apoderados, mayorales, mozos de espadas, chóferes y una larga lista de profesionales de toda índole que viven gracias a la tauromaquia. ¿Cabe grandeza mayor? Y, como dato más verídico para defender la tauromaquia, el mismo no puede ser otro que dicha fiesta no le cuesta al pueblo español ni un solo euro, todo lo contrario que el celuloide con el que el Estado Español se gasta fortunas para promocionar auténticos bodrios pero, de esta cuestión, los sociatas y podemitas apestosos, como eso les favorece no lo critican.

Que hagan lo que quieran nuestros apestosos políticos que para eso tienen el poder. Nosotros, como aficionados, solo aspiramos a que se nos respete por amar a una fiesta ejemplar, ancestral, bellísima que, como se sabe, redunda en miles de millones todos los años para el pueblo español. Recordemos que hemos hablado del impacto de la fiesta en las ciudades pero, ¿cuántos millones reciba el Estado de los toros en concepto de IVA? Que responda Pablo Iglesias que, igual dicho tipo tiene los datos, y si nos los tiene que se lo pregunte a la ministra de Hacienda.

Y si de beneficio económico hablamos al respecto de las clásicas corridas de toros por toda España, no puedo olvidarme de las miles de capeas y eventos llamados bous al carrer que se celebran en decenas, centenares de pueblos por toda la “piel de toro” que, como se sabe, el gentío que se congrega en los pueblos a la llamada del toro en la calle, dejan en los pueblos cientos de millones de euros que, sin dicha fiesta, ese dinero no llegaría jamás a los pueblos. Ahí es nada lo que he dicho. Vamos, como para reflexionar, algo que deberían de hacer los descerebrados que no entienden ni de toros ni de personas.

Tras todo lo escrito, ¿a ver quién es el valiente que me demuestra que miento en algo? Lo que digo podrá gustar a unos y enojar a otros pero, repito, nadie podrá tacharme de mentiroso, algo que nunca podrá enarbolar ese gracioso que votasteis como presidente llamado Pedro Sánchez, que Dios os lo guarde durante muchos años porque de tal modo, más sufriréis.

En la iamgen, la señora Isabel Díaz Ayuso, defensora de la fiesta de los toros, la libertad y, ante todo, del ser humano como tal.