Hace muy poquitas fechas fui invitado a una tertulia taurina y, como siempre sucede, llegan las discrepancias al más alto nivel. Sí, porque desde siempre, los aficionados más o menos relevantes siguen creyendo que los mejores carteles son los que actúan las figuras y, por ejemplo en el caso de Curro Díaz, el artista linarense no aparece en ningún cartel de “tronío” valga el eufemismo entrecomillado.

Una vez más tuve que ejercer de maestro de ceremonias para explicar la cuestión de Curro Díaz y su singular manera de vivir y torear. Un Curro Díaz que, si desde siempre ha dado una gran dimensión como torero, tras su rotundo triunfo en Madrid con el toro de Baltasar Ibán, el linarense se va abriendo puertas a dentellazos y, como me espetara un aficionado en aquella tertulia referida, el artista aludido no forma parte de los carteles del clavel. Claro que, lo expliqué clarito; la culpa no es de él que, como ha demostrado tantísimas veces, Curro prefiere la grandeza del toro auténtico y, esa es la razón por la que no entra en los carteles de los “figurantes”

Está clarísimo que Curro Díaz torea las mejores corridas, sencillamente porque se enfrenta al toro auténtico y verdadero, nada de sucedáneos aborregado que “visten” de negro y parecen toros. Es de puro manifiesto que son los demás los que no quieren torear con él porque, aquello de asumir el riesgo les viene muy cuesta arriba. Y esa es la grandeza de este artista que, calificado como tal ha demostrado que tiene más valor que la mayoría de los diestros del escalafón.

Ser artista, estar considerado como tal y enfrentarte al toro auténtico, de entrada, el mérito es sublime. No existe mayor ni mejor refrendo para un artista que, serlo y además, demostrarlo ante toros de los que huyen despavoridas las figuras del toreo. El tema está clarísimo; mientras las llamadas figuras del toreo optan por el aborregado encaste Domecq para que de vez en cuando les salga una  hermanita de la caridad para el “toreo”, Curro Díaz apuesta por lo más alto, el toro con toda su casta, fiereza, emoción…..es decir, el único tipo de toro que salvará de la hecatombe a esta fiesta maltrecha y mancillada por los que la dirigen en su gran mayoría.

No enaltece mi espíritu el hecho de que algún que otro chaval de los nuevos que han aparecido, dígase Ginés Marín, por citar a uno de los jóvenes, no me subyuga para nada este muchacho que, auspiciado por el poder taurino siempre le ponen en las “mejores” corridas, eso sí, para que sea un caricato de sí mismo. Por el contario, ver a un artista verdadero enfrentarse a las ganaderías míticas, las que piden el carnet de torero y, para colmo, como tantas veces hiciera Curro Díaz, crear arte frente a estas bestias, el tema es muy serio, de ahí los reconocimientos que está teniendo Curro Díaz desde todos los frentes.

Es saludable para la propia fiesta ver a Curro Díaz en las grandes ferias de España; además de saludable, algo muy justo porque si alguien merece el título de torero en calidad de artista no es otro que él. Sinceramente, lo de Curro Díaz es espectacular porque desde siempre ha sido un hombre libre y, solo se amparó en su muleta y espada y, a base de éxitos por distintas partes del mundo, pasados los años, su nombre sigue sonando con aires de grandeza, sencillamente la que él se ha granjeado con su arte.

Que me perdonen los amantes del “burro” fofo, descastado y moribundo, sencillamente, porque amo al toro en su más alto estrado y, para colmo, si frente a dichos toros encastados y con peligro, como hiciera Curro Díaz es capaz hasta de cortarle las orejas a un toro de Miura, a los de Victorino y otras muchas ganaderías legendarias con las que ha credo ARTE este diestro admirable, el mérito sigue acrecentándose.  Repito que, de entrada quiero que me emocione el toro para, más tarde, si el milagro se consuma y el toro citado es capaz de regalarle veinte embestidas a un torero como Curro Díaz, la dicha no puede ser más grande.