Tras presenciar la lidia de los toros de Salvador Gavira en Azpeitia, desde aquel momento comprendí muchas cosas. La primordial, el motivo exacto por el que las figuras del toreo huyeron despavoridas de una ganadería que, durante muchos años era santo y seña en todas ferias de España.

Está claro que, en su momento, don Antonio Gavira, por romanticismo, por vender su verdad, por lealtad a su propia ganadería; no lo sé, pero por mil razones, el señor Gavira decidió ponerle un punto de casta a su ganadería y, craso error el suyo que, de la noche a la mañana se lo dejaron sentado en su ganadería.

El actual ganadero, el señor Salvador Gavira, está atravesando lo que llamaríamos la travesía del desierto en lo que a la lida de sus toros se refiere pero, alabado sea el ganadero de Alcalá de los Gazules que, para su fortuna, está criando un toro para aficionados que, en realidad, esa debería ser la prioridad de todo ganadero cuando, la gran verdad, si están las figuras de por medio, es todo lo contrario.

Bien hallado sea Salvador Gavira como ganadero que, podrá lidiar más o menos, pero lo que se embarca en su ganadería tiene el sello de la autenticad y la bravura. ¿Qué características debe de tener un toro bravo para su lidia? Esencialmente las que mostró dicha ganadería en Azpeitia; casta, bravura, trapío, pitones, en definitiva, todo lo que es propio de un toro bravo que, como explico, en Azpeitia lo palpé por completo.

Tras lo dicho, no quiere eso decir que sus toros valgan todos para el triunfo que, como se sabe, eso es pura utopía, en Gavira o en la ganadería que fuere pero, los toros de Salvador Gavira no dejan indiferente a nadie, esa es su grandeza. Convengamos que, la corrida que lidió en la plaza norteña hubo de todo, de forma muy concreta tres toros de auténtico escándalo para con la muleta pero, de igual modo, para enfrentarse a dicho bureles hay que ser muy torero, estar concienciado de que te vas a jugar la vida, por ende, en asumir un riesgo que, en las otras ramas de Domecq, dicho riesgo no aparece ni en pintura.

De cara a la galería, es decir, frente a los que mandan en la fiesta, Salvador Gavira es un intruso que quiere lidiar un toro auténtico; lo digo yo, pero como pude  palpar en Azpeitia, la felicidad impregnaba todo su ser al ver la lidia de sus toros, al comprobar que, la verdad por la que lucha tuvo el referendo que buscaba; que los toros dieron grandeza al espectáculo y, como ocurrió, que Curro Díaz firmara una faena bellísima llevándose, además del triunfo, una voltereta tremenda de la que salió ileso.

Tras conversar con Salvador Gavira quedé emocionado puesto que, la ilusión que corre por sus venas es más importante que todos los mercachifles que reinan en el mundo de los toros. Además, su camada era corta, por tanto, muy sencilla para ser contratada por algunos románticos al estilo de Joxin Iriarte que, sabedores de la verdad de sus toros, no dudan en quitárselos de las manos. Otra cosa sería que los fabricara en serie como hace Juan Pedro Domecq. Gavira, como se sabe, solo aspira a la verdad del espectáculo sabedor de que sus toros son parte de la misma.

Los toros de Salvador Gavira tienen presencia pero, lo que es mejor, esencia al más alto nivel; no son tontos ni mucho menos aborregados puesto que, como antes decía, se necesita ser muy torero para enfrentarse a ellos, sencillamente porque se sabe que expones tu vida. Por ello, las figuras de turno a los que todo el mundo pondera y ensalza, no saben ni que existen los toros de Salvador Gavira, peor para ellos puesto que, la gran mayoría se retirarán del toreo sin poder decir que se han enfrentado a un toro encastado y con bravura. Tras ver los toros de Gavira, comprendo por completo que el ganadero gaditano no quiera ser comparsa del fraude y mucho menos de la mentira porque, cuando se anuncia una corrida de toros y se dice que serán lidiados SEIS TOROS ÍNTREGROS Y BRAVOS, Gavira procura que sea verdad.