Respecto a todas las suspensiones taurinas, tempus fugit, es decir, el tiempo se acaba, pasa y, lo que es peor, no volverá jamás. Lo que nos está ocurriendo es una maldición, si lo analizamos, tan horrible como las diez plagas de Egipto que devastaron a la nación. Posiblemente, así lo quiero creer, quizás no llegue la cosa hasta las proporciones que se nos vaticinan pero, el primer daño ya está hecho; es decir, lo que nuestras autoridades creían que era una broma de mal gusto, la gran realidad es que el coronavirus tiene tintes de desdicha al más alto nivel.

¿Por qué nos has abandonado, Señor? Decía un señor cura en su sermón dominical y, la pregunta tiene su miga y, lo que es peor, no hallamos respuesta. Que tengamos un gobierno al que hemos votado en su inmensa mayoría, por malo que sea, no deberíamos ser castigados por ello; es una opción la que digo. ¿Tiene la culpa el Gobierno del coronavirus? No creo. Tampoco hay que ser tan fatalista. ¿Cierto? Lo que sí está claro es que el asunto tiene tintes dramáticos que, sin duda alguna, estamos hablando de un castigo divino que, como ocurre cuando la naturaleza se enfurece, eso no hay quien lo pare. Miles de hechos lo atestiguan.

Bien es cierto y démosle gracias a Dios que, la epidemia que nos azota, ya convertida en pandemia, la gestionan los socialistas, es decir, esa panda de descerebrados que han llegado al poder por arte de magia. Repito, conformémonos, sintámonos dichosos de que estas gentuzas no están en la oposición puesto que, de lo contrario, las calles estarían ardiendo por todos los costados gracias a la “creatividad” de estos tipejos. Solo tenemos que recordar aquel caso del Ébola que tuvimos hace unos años cuando mandaba la derecha en España y, por un solo caso, pidieron estas gentuzas la cabeza de Rajoy en mil ocasiones. Sinceramente, con la mano en el pecho, ¿se imaginan ustedes ahora a Pedro Sánchez y el mal oliente de su socio en la oposición? No, por Dios, eso sería peor que la propia pandemia.

A nivel genérico, ¿qué estaremos haciendo mal para recibir semejante castigo? Un castigo que ha afectado al mundo de los toros y, sin duda alguna, a toda la sociedad en su conjunto. Lo digo a tenor de todo lo que estamos viviendo que, enfermos al margen, nuestra sociedad puede morir de pena y, sin duda, por efectos económicos puesto que, miles de bolsillos se verán saqueados por la devastación del coronavirus al que, de momento, todavía no hemos podido hacerle frente. Entre los que morirán por la enfermedad y entre los que se suicidarán por la hecatombe económica, el estigma que este asunto nos dejará será recordado por muchos años.

No seamos tan escépticos y contemplemos, como debe ser, que algo nos está queriendo decir el destino. Analicemos nuestra vida y comprendamos que, por encima de todo, estamos viviendo una situación anómala que jamás antes la habíamos visto en los más de dos mil años de existencia tras la era de Cristo. ¿Qué podemos hacer? Los creyentes, sin duda, rezar; los agnósticos o ateos lo tienen más difícil porque, pobrecitos, no tienen donde aferrarse, por tanto, su dolor será mucho más grande puesto que quedan a expensas de que la medicina encuentre pronto el remedio para dicha pandemia que, sin duda, está azotando nuestra sociedad.

Como antes decía, tempus fugit para todas las ferias suspendidas que, al margen del dolor que podamos sentir todos los aficionados que nos hemos quedado sin poder satisfacer lo que era nuestro deseo que, repletos de ilusiones ansiábamos asistir a las ferias de Valencia y Castellón y, resumido en castellano castizo, nuestro gozo en un pozo. Claro que, el peligro de las suspensiones puede llegar muy lejos, ahí tenemos el caso de Arlés en el país vecino, peligra la feria de Sevilla, más tarde la de Madrid y, ¿qué será de nosotros al respecto?

Desdichadamente nosotros lloramos por la pena de no poder contemplar el espectáculo amado, pero los empresarios y organizadores, no quisiera ponerme en su piel. El drama lo tienen servido. Eso sí, resulta curiosa la imagen que hoy hemos podido ver de Morante fumigando la plaza de toros de Jerez de la Frontera. ¿Se puede ser más tonto? La actitud de Morante me parece grotesca, como una burla hacia el toreo, hacia sus compañeros y todo bicho viviente. Seguro estoy que, Morante, de tener la situación de Sergio Serrano, sin duda alguna que no haría el imbécil. Pero con la cartera llena, hasta la hija fea del rico hacendado encuentra novio en el acto.