Comprobar cómo ha enfermado la sociedad en que vivimos es algo dantesco. Es más, se acrecienta mucho más ese mal a medida que pasan los días, algo gravísimo que, para desdicha de todos no tiene remedio. Tenemos millones de enfermos mentales y no nos hemos dado cuenta; ni los propios enfermos son conscientes de la gravedad de lo que padecen y, lo que es peor, se les alimenta desde las televisiones basura para que su odio hacia el mundo de los toros siga siendo cada día más grande.

Pensemos que, en cualquier segmento de la sociedad que queramos bucear, allí dentro encontraremos irresponsables de toda calaña y condición, llámense presentadores, políticos, maricones de toda índole, separatistas, gentuzas al más alto nivel que, al parecer no tiene otra cosa que hacer que arremeter contra la fiesta de los toros. Claro, son mentes sin alma, sin principios, sin criterio propio que, como se demuestra solo viven alimentados por el rencor.

Hemos llegado a un punto complicado puesto que, el valor más grande que definía a nuestra sociedad, el respeto, se ha perdido por completo. Toda la vida ha habido personas que no les han gustado los toros y, no ha pasado nada; respetaban a los que amábamos dicha fiesta y hasta compartíamos muchas cosas juntos; digamos que, era lo normal entre gentes civilizadas. Ahora no, todo ha cambiado de forma radical y, nadie nos respeta; es decir, algunos, hasta desde sus púlpitos televisivos aprovechan la coyuntura para lanzar excrementos sobre nosotros, justamente, los que defendemos una fiesta justa, cabal, auténtica, endogámica, bella, fructífera de cara a las arcas del Estado; una fiesta cargada de beneficios que redundan hasta en esos apestosos que tienen que ir a los hospitales para que les curen.

Pero no, por mucho que intentemos convencerles jamás lo lograremos porque, repito, son enfermos. Es como aquel que es violador, lo meten en la cárcel y creen que se ha curado; sale para seguir violando porque es su enfermedad que, por cierto, es incurable. Éstos, los que nos atacan, no son otra cosa que violadores de los derechos humanos puesto que, como se comprenderá los aficionados tenemos todo el derecho del mundo para expresarnos libremente sobre nuestros gustos.

Lo he dicho mil veces, no me gusta la caza porque soy incapaz de matar una hormiga pero, a su vez, no dejo de reconocer que la caza, como tal, es un bien para la sociedad en que vivimos puesto que, los animales tienen que morir y reproducirse, cosa que sería imposible si no existiera la caza que, dicho sea de paso tantos males remedia al respecto del ecosistema. ¿Quién soy yo para prohibir la caza o cualquier actividad lícita de este mundo?

Mi actitud, como todos los que me secundan, sin lugar a dudas, pasa por el respeto hacia los demás, justamente, ese valor que ha desaparecido de la sociedad en que vivimos que, para mayor desdicha nos traerá consecuencias funestas, tiempo al tiempo.

Hay un dato que me tiene loco y que no logro entender. Lo explico. Analicemos a las gentes que odian los toros, veamos quiénes son y a qué se dedican, el dato me parece el más curioso del mundo. Los toros son odiados por los políticos de izquierdas, por las televisiones basura –una puta mierda dicho en cristiano- por el mundo homosexual, por los cineastas que se llevan un montón de dinero de todos nosotros, por los gandules, por los separatistas; en definitiva, analizado, todos los que nos odian todos viven de la sopa boba, es decir, trabajar, nada de nada. Ahí están las profesiones o dedicaciones de todas las gentes que nos odian y, qué casualidad, las gentes que trabajan, los que luchan por un mundo mejor, lo que con sus acciones pretenden que la vida sea más placentera para todos, de dichos colectivos no he visto jamás a nadie denigrar contra la fiesta de los toros.

Hemos entrado en la más absoluta miseria del ser humano. Lo digo con enorme pena. ¿Qué podemos esperar de un país que, su gran preocupación es saber los motivos por los cuales se separaron María Teresa Campos y Edmundo Arrocet? Esa es la sociedad en que vivimos, en el peor de los casos, de una inmensa mayoría que viven pendientes de dicha cuestión y, sin lugar a dudas, del puto teléfono móvil que llevará a la sociedad hasta el abismo.

Claro que, dentro de cinco minutos esto lo arregla todo ese personaje siniestro llamado Pablo Iglesias que propiciará un referéndum para acabar con la fiesta de los toros, al tiempo que en las mismas papeletas tratará de que sirvan que eliminar al Rey de España, pero no debemos de preocuparnos mucho puesto que, el tal Iglesias nos dará la pastillita para que muramos con dignidad. ¡Y pensar que ese tipo hace “cinco” minutos estaba gritando en la puerta del Sol de Madrid con sus secuaces!

La fotografía lo dice todo: ¿Qué podemos esperar de una sociedad que, en su inmensa mayoría, todos viven pendientes de la separación de dos «astros» de la televisión?