Conforme discurre la tauromaquia actual en la que, a diario, como sabemos, priva la lidia del medio toro o en su defecto, el novillote engordado, al final tenemos que discernir al respecto y plantearnos la siguiente disyuntiva. ¿Qué queremos, seguir viendo la parodia, o apostar por las ganaderías importantes a sabiendas de que en las mismas no saldrá el  burro adormilado? Lo que termino de decir es muy serio y, lo que es peor, en dicho envite nos va el futuro de la fiesta. ¡Queremos el burro! Dice la mayoría. ¡Ahí lo tenéis! ¡Como tenéis los resultados! Figuras y medio toro señal inequívoca de plazas vacías, que lo pregunten en Badajoz o Alicante y en otros muchos sitios y allí les responderán.

Yo he visto la plaza de Alicante –por citar una plaza de segunda-completamente llena lidiándose una corrida de Adolfo Martín y, los que es mejor, ver triunfar a sus lidiadores, pero no por aquello de ponerse bonitos, pero sí de entender la gran bravura del encaste Albaserrada para que vibraran los aficionados. Lo que digo es una realidad que aplasta. Pero si bajamos la bandera y nos conformamos con la parodia, entre todos estaremos certificando la defunción de una fiesta hermosa que nos cautivó durante toda la vida.

Será curioso que la hecatombe de la fiesta nos llegue como consecuencia de una ganadería legendaria como la de Juan Pedro que, antes criaba toros y ahora burros adormilados. A las pruebas me remito con los de toros de Juan Pedro y los aberrantes sucedáneos de los demás ganaderos que, a diario, devalúan la fiesta con la presentación de esos toros inválidos que, más que criados en el campo, parecen fabricados al gusto de las figuras.

Hay un dato revelador del que son partícipes las figuras del toreo, algo que me preocupa muchísimo. ¿Cómo es posible que en el transcurso de las faenas no se escuche ni un solo olé? Está clarísimo. No hay emoción, solo observación de lo que hace el torero pero sin calado alguno en el corazón de las gentes. ¿No será más importante que, además del olé referido, el torero nos ponga el corazón en un puño a sabiendas de que le está ganando la partida al toro? Esa es la grandeza de la fiesta, algo que está muy reñido en aquello de ponerse bonito frente al toro. Al toro hay que tenerle mucho respeto y, nada de bonito, hay que poderle, vencerle, torearle y mediante la aplicación de los términos referidos, conectar con el público para que vibre de verdad. ¿Acaso hemos olvidado a  Cobradiezmos? ¿Y Carasucia, de forma muy reciente? Y muchísimos toros más que, sin duda, son los que han dado grandeza a la fiesta; yo diría más, pese a todo, la Fiesta, con mayúscula, sigue viva gracias a la leyenda de las ganaderías de las que huyen despavoridos las figuras pero que, en esencia, para el aficionado, son la auténtica verdad de un espectáculo que lo están matando los propios taurinos con sus bagatelas de tres al cuarto.

Tenemos que concienciarnos de una santa vez que, es muy difícil que en las corridas denominadas encastadas salgan lo que se dice “toreables”. Ese término no tiene sentido cuando hablamos de hierros legendarios. No es menos cierto que, en ese tipo de ganaderías, recuerdo ahora la de Baltasar Ibán en Madrid que, un par de toros le dieron la auténtica emoción al festejo mientras que, los restantes, teniendo su lidia, nadie se aburrió durante la celebración del espectáculo. Por cierto, hablando de los toros de Ibán, es imposible pasar por alto la gran faena de Curro Díaz que, con veinte muletazos puso a todo el mundo de acuerdo para lograr un éxito importantísimo frente a un toro que pedía que se le torease, lo que hizo el diestro de Linares con un arte mayúsculo una vez que había vencido al toro.

Si abogamos por el toro, inevitablemente tenemos que hablar de Azpeitia, una feria que se nos avecina en la que, como el mundo sabe, allí se rinde culto al toro, sin duda, el auténtico homenaje para un toro de lidia, ser lidiado en una plaza en la que se admira al toro y se respeta al torero; pero ante todo, el TORO, con mayúsculas, razón del éxito de dicha feria norteña en la que, por cierto, quizás sea la única plaza del mundo donde fracasó Roca Rey hace un par de temporadas. ¿Cómo es posible lo que está usted diciendo? Me lo preguntaron una vez en una conferencia en la que aludí este dato revelador. Muy sencillo, Roca Rey, como todas las figuras del toreo están muy cómodas con el toro adormilado, sin fuerzas, sin alma, sin trapío y, cuando les sale un toro con la casta verdadera, cualquiera se viene abajo y, Roca Rey no fue una excepción.

No he visto los indultos de Badajoz, pero barrunto, a tenor de lo que me han contado que, la parodia resultó de época. No se indultó uno, sino dos, que ya es el colmo de los indultos. Estaban de broma los pacenses porque no puede entenderse de otro modo. Por el contrario, aquello de que Manuel Escribano indultara un Miura en Utrera tiene más y mejores argumentos para creerlo. Está todo clarísimo puesto que, mientras que Ferrera indultó dos animalitos indefensos en su tierra, Escribano indultaba a un Miura. Sobran todos los detalles puesto que, con cerrar los ojos y pensar un poquito tenemos la respuesta en la mano.