Una entrada muy regular en el décimo segundo festejo de la temporada grande en la Plaza de Toros México.

Se lidiaron toros de la ganadería de Pozo Hondo, que estuvieron bien presentados y que no habiendo peleado en el caballo, mucho por el punto de bravura que faltó, pero más por el temor de los toreros de que se quedaran parados acusando la falta de entereza que se hizo evidente, permitieron que hubiera el corte de 4 orejas y faenas por demás interesantes.

Uriel Moreno “El Zapata” vino a recordarnos las historias de antaño. Aquellas tardes de gloria de los toreros antiguos. Las imágenes que hoy por hoy solo podemos ver en libros y periódicos, y quizá en documentales de los años cuarenta, cuando los toreros salían en hombros y eran llevados hasta el hotel entre la multitud ante las miradas impactadas de quienes no habían acudido al coso.

Hoy tuvo una tarde que lo acompañó al empíreo.

Fue el Universo entero confabulando a su favor, como si los planetas se hubiesen alineado para ofrecerle las mieles de una carrera llena de verdad y de lucha.

Hablar de lances o muletazos solo deja la imaginación en corto. Pero hay que decir que si alguien es variado y muestra la gama entera del color de su paleta, es Uriel. Que sale a complacer a propios y extraños.

El toreo tiene tantas variedades, como formas pero con un mismo fondo. Para los puristas que buscan englobar los sentimientos de la mano del arte, una obra de Da Vinci sería sin duda, perfecta. Su época le permitió recrear bellísimas imágenes que hoy no han conseguido comparación, y que lo han consagrado en el tiempo. Pero hay también artistas cómo Van Gogh que revolucionó la pintura a través del sufrimiento interno expresado en colores impensables y jugando con la locura de sus visiones, y ha logrado ocupar un lugar tan importante en la historia que una obra de él puede ser impagable.

Eso es lo que el arte tiene. Subjetividad. Y ella fue la que acompañó los trazos brillantes y experimentados de cada lance. Una faena muy completa de matices híper realistas firmada espectacularmente, que otorgó la primera oreja.

Emotivo desde coger el capote en el que la pluralidad se hizo presente, convenciendo a cada paso al público que ya se frotaba las manos. Logró detonar un estallido eufórico tras un segundo  tercio épico, con una excelencia de órdago, tanto con su par monumental y al relance un violín para cerrar el tercio con un cuarteo. El morrillo del animal era un blanco pericón que se estilizaba al compás de las embestidas del astado que fue el cómplice idóneo para conjugar los verbos de un futuro pluscuamperfecto. Con madurez entendió cada momento y pese a algunas protestas de público que veía que por instantes se le iba de las manos, se sobrepuso maquillando los rumores y consiguiendo tras una espectacular estocada, en que se volcó saliendo atropellado, que el toro alzara la cabeza al cielo agradeciendo el momento y rodando sin puntilla. Las dos orejas unánimes. Y la salida en hombros, que me dejó pensando en los grandes del toreo!

Jerónimo se reencontró con el público hace un par de años. Y es que posee una calidad con pocas posibilidades de superarse. Su largueza y profundidad embelesan el ambiente. Pero es de esos toreros que dejan huella honda en el recuerdo.

Cómo Eros y Psique se amaron profundamente,  transgrediendo todos los obstáculos que les impedían estar juntos, así, toro y torero se fundieron en una historia de amor haciendo un eco digno de las cuevas de Melissani.

Fue tal la belleza fundida en los naturales, que la misma Afrodita tuvo celos y quiso evitarlos, pero la belleza, la pureza y el amor no se niegan y se manifestaron en cada palmo, en cada segundo en que se sincronizaban los tiempos, en que florecían las rosas y la tierra vibraba bajo el cielo despejado en que asomaban querubines. El tiempo se detuvo y el beso duró una eternidad, el romance encomiable tuvo un final casi perfecto. Una tendencia en la estocada y el corte de un apéndice.

Su segundo no quiso perpetrar romance alguno y todo quedó en una cita, con la voluntad en las manos.

Antonio Mendoza se encontró en primera instancia con un astado emotivo, y de hechuras extraordinarias. Pero se notan sus carencias para acrecentar las cualidades de un toro, sin embargo para muchos, el recurso de un valor estoico suplió de sobra la laguna de la vocación.

Ya después de un par de tandas acortó las distancias  hasta terrenos comprometidos que sin embargo, por la falta de fondo de su primero no estremecían a los aficionados de la manera que minutos después habríamos de ver.

Tuvo momentos interesantes que le fueron agradecidos y que quizá le hubieran ayudado a un triunfo si no se hubiera topado con hueso a la hora de entrar a matar.

Su segundo al igual que el quinto no ofrecía recompensa, y pese a eso realizó un esfuerzo pero será para los presentes una tarde más, pues su nombre apenas se menciona. Una tarde que sin duda fue importantísima para él, pues el novel reaparecía en esta plaza después de una gravísima cornada que le ofertara un toro de Piedras Negras y que nos habla de lo grandioso del toreo, pues los diagnósticos eran fatales para el diestro. Una digna actuación del michoacano.

El próximo domingo se celebrará por primera vez en la historia de esta plaza un mano a mano entre dos rejoneadores. Serán Diego Ventura y Emiliano Gamero quienes se encarguen de rejonear una corrida de Los Encinos.

Por Alexa Castillo