Desde hace un tiempo los aficionados hemos empezado a estar cansados, fatigados y aburridos de lo de siempre, de las mismas corridas que las figuras se disponen a matar. Una tauromaquia que carece de emoción esta abocada al fracaso total.

Por suerte para los aficionados, un torero ha resurgido entre todos, para dar un paso al frente. Ese torero no es otro que Emilio de Justo. Un romántico de la variedad, que la temporada pasada dió un golpe en la mesa de las figuras, pidiendo un hueco, a base de verdad y torería.

Prácticamente todos los aficionados estamos de acuerdo que Emilio de Justo no es un torero corriente, sino el perfil de torero total, que puede triunfar con un toro del encaste domecq, albaserrada, santa coloma o baltasar iban. Un torero que se atreverá a enfrentarse a la variedad y que esta temporada hará el paseíllo en solitario en DAX para enfrentarse a 6 Victorinos.

Nadie como el para enfrentarse a los grises de Victorino, con una derecha prodigiosa y una zurda virtuoso, un torero que se asienta en sus zapatillas, con las puntas mirando los pitones, dando el pecho en cada muletazos, poniendo la muleta plana, citando con la panza y vaciando el muletazos detrás de la cadera con la sutileza que solo muy pocos elegidos tienen en sus muñecas.

Todo el mundo taurino está expectante por ver el resultado de esa encerrona en el país galo. Las apuestas se están empezando hacer, las orejas que pueden cortarse, incluso gente habla de indulto. Tal sea el resultado, que un torero se encierre con 6 cárdenos de Victorino Martín en la plaza de primera de DAX es algo que puede encumbrar a un torero al olimpo de los dioses taurinos.

Con ganas de ver esa corrida, donde Emilio de jugará un órdago a grises.
Creo que este torero tiene madera de figura de los 70, donde los toreros exigían variedad y bravura en sus corridas. Un torero que tardó en llegar, pero que lo ha hecho para quedarse. Porque rezuma originalidad, verdad, pureza, torería y variedad cualidades que se necesitan en la tauromaquia para que vuelva alcanzar aquel prestigio que algunos toreros se empeñan en quitarle.

Por Juanje Herrero