Una muy pobre entrada registró la plaza México en este festejo de oportunidad que se celebró con motivo de la llamada Feria de Aniversario y que si bien en la taquilla no tuvo imán, en los tendidos si cambió el
panorama y nos muestra una baraja interesante de toreros que bien pueden conformar carteles de aquí en adelante y que nos permitan mayor variedad en las propuestas.

Se celebraban 100 años de la fundación de la ganadería de Rancho Seco y ello motivó a don Sergio Hernández a enviar un encierro muy bien presentado con finas hechuras y que brindó un juego muy interesante. En su mayoría acometieron al caballo. He de aclarar que no nos dejaron verlos.

Amo la suerte de varas y creo que su importancia es pilar de la fiesta, pero los toreros buscan solo cumplir con el requisito y si bien vi toros codiciosos, la realidad no hubo esa emoción que genera el toro y que es tan importante. Los astados tuvieron calidad, salvo el segundo de la tarde que se quedaba corto y remataba con la cara arriba siendo muy incómodo y si acaso el que cerró plaza que tuvo menos posibilidades que sus hermanos.
Enhorabuena al ganadero que regresó a la México la categoría que merece esta plaza y la esencia del toro mexicano.

Algo que vale la pena destacar es que cuatro de los toros lidiados jamás se cayeron, algunos ni el hocico abrieron. Embestían comiéndose la muleta con una empatía que daba gusto.

Y es el toro mexicano el que ha puesto la emoción en la arena, el que ha mantenido por años el interés de las grandes figuras extranjeras en nuestras tierras, el que posee esa clase sublime que los toreros disfrutan, y que permiten las grandes obras de arte de la historia del toreo en nuestro país.

Siendo una corrida de oportunidad donde se jugaban un puesto más es la tercia que cierra este ciclo, sabíamos que eran toreros con pocos festejos en su haber, así que no podemos juzgarlos de la misma manera pero tiene que haber una lógica y un desempeño pues son estas las tardes que pueden catapultar y mostrar el porqué se está acartelado.

Juan Fernando tuvo en sus manos quizá uno de los mejores toros de la tarde. Tras regresarse el de lidia ordinaria al quedar inutilizado, salió aquel que pedía a gritos ser entendido, que le decía al regiomontano cuál era el camino, que se embebía en la muleta buscando en cada muletazo dejar su estela, mostrar su raza, su temple y su estirpe. Pero el torero, que seguramente no ha toreado en algún tiempo no recibió el mensaje y dejó pasar cada una de las nobles embestidas que le suplicaban reaccionar. Encima le dio una muerte que no merecía y sin pena ni gloria el toro se fue entero recibiendo una ovación.

El descarado salió al tercio confundiendo a los invitados que jamás pidieron su presencia en los medios del anillo.

Para mi, sin duda fue el toro de la tarde.
Es duro cuando se tienen muy pocas oportunidades pues no se está preparado, pero ahí es donde entra el oficio, la vocación y las ganas de ser. Y a mi muy personal manera, no pudo ver que se le fue la oportunidad más grande de su vida.

Juan Luis Silis pechó con lo peor del encierro, que sin ser un galimatías era muy incómodo. Siempre saliendo con la cara arriba, tirando derrotes había que someterlo y el torero lo trató de hacer en todo momento. Se vio esa voluntad y esa intención, a diferencia de su compañero primer espada. Lidió por la cara, lo cual se le agradeció sobremanera y se fue en silencio.

Gerardo Adame salió con la intención de cortar las orejas y tuvo en sus manos la arcilla correcta para poder moldearla y conseguirlo.
“Nuestro destino está hecho de barro y lo moldean las manos de un Dios desconocido”
…Cuando tomó el barro entre sus manos y comenzó a fraguar materia cósmica, sintió que todo a su alrededor se desvanecía. Sí, realmente era muy fácil conducir el destino equívoco de los hombres… Francisca Castillo
Adame estaba en el limbo, imprimiendo su sello a cada muletazo, largo, profundo y sintiendo como la sangre le hervía. Estaba fundido en su creación, regalándonos parte de ese sueño que solo los destinados tienen.
Con alegría fue acariciando su obra para firmarla atinadamente y ser premiado con un apéndice y al noble con lento arrastre.

Salió con mucha emotividad el cuarto de la tarde y saltó al callejón de manera inesperada pero alertando los sentidos del público que con el frío estaba sumido en un cierto letargo.

“Los toros son como el azúcar en la sangre”

Y es que en ésta, una de las tardes más frías que me ha tocado vivir en la Plaza México, las emociones se alteran como si el consumo del dulce elixir fuera una droga y al pasar el efecto, no hay más que cubrir las manos para tratar de apaciguar el efecto de las bajas temperaturas.
Lo cuidaron mucho en el caballo, pero algo muy interesante es que el toro fue a más durante la lidia y jamás se cansó de embestir. Clase en el acometimiento, mismo que en definitiva vino a poner la cereza en el pastel.

Los herreros en la antigüedad eran magos. Conseguir una espada con un temple perfecto era casi un acto de alquimia.

Los cuarto elementos estaban implicados. Primero el fuego que como lava de volcán funde el metal, el aire que va mandando la temperatura, el agua para conseguir la perfección en su resistencia y la tierra de donde viene el mineral, mezclado con la arena que da la fuerza.

Pero sin duda el secreto de toda buena espada es el temple. Y son esos momentos en que el tiempo parece detenerse, en que las sensaciones se manifiestan y un olé parece congelar el instante en una fotografía.

El temple en el toreo es todo. Aguantar, templar y mandar, transgredir el espacio e infundir el sentimiento para que el hierro fundido se convierta en ese oro alquímico, que sólo un mago puede crear. Era como si brotaran luces brillantes en cada embestida, y la nieve se derretía ante al fuego de la forja de Diego Sánchez que hoy se purificó en la esencia misma del toreo.

Culminó con exactitud y la perfección de ese desalmado, fue la que le permitió el encanto seductor que le fue premiado con dos orejas y un arrastre lento fuertemente jaleado en las alturas. Un toro que no se me olvidará jamás “Cacho” de Rancho Seco.

Gerardo Rivera fue a saludar a la puerta al que le correspondía en turno, con actitud mas que buenas maneras y emocionó por su arrojo aunque los resultados eran un tanto eléctricos.
Cubrió el segundo tercio con agilidad.

El viento soplaba fuerte, cuál tormenta del desierto que nos ciega y que envolvía los muletazos del joven tlaxcalteca sin permitirle lo que con tanta soltura mostró Sánchez.

Motivado pero sin entender que el burel requería pasmo y que sus andares eran de victoria, pegó muletazos buenos pero sin rematar una faena como nos hubiese gustado.

Al tirarse a matar al encuentro, aseguró una oreja que de otro modo no hubiese podido existir

José María Hermosillo se vio un tanto indeciso, al principio de su labor. Si bien el toro no tenía esa misma calidad de sus anteriores hermanos, era para haberlo desorejado también sin ninguna duda. El recorrido era menor, pero embestía con calidad y no fue sino al final de la faena, cuando tomó la decisión de no irse en blanco y aprovechó esos últimos momentos para adjudicarse un ansiado triunfo.

Se ciñó en los muletazos por alto y algunas dosantinas y pases de pecho que calentaron a los parroquianos. Un pinchazo y siguió su labor para querer borrar el desacierto pero el juez tomó su decisión y tras una buena estocada solo dio una vuelta con mucha fuerza, coreado por el benévolo público que agradeció su esfuerzo.

Salieron a hombros el ganadero Sergio Hernández y el triunfador Diego Sánchez
Y justo será Diego quien complete el cartel del próximo domingo en que se anunciaba al lado de Arturo Macías y Fermín Rivera, a José Mauricio quien tuvo que abandonar el cartel debido a una lesión.

Serán toros de Barralva. Ojalá que haya suerte para los tres y podamos ver una corrida tan interesante como la de esta tarde.
Hoy se anuncia a una novillada de Villar del Águila para Eduardo Neyra, Jussef y José Alberto Ortega que esperemos tenga algo de afluencia, pues recordemos que se celebra el Súper Bowl y en México es domingo de americano.

Por Alexa Castillo