• López Simón deja escapar uno de los lotes más completos de la feria por la falta de mando y de ideas.
  • Antonio Ferrera sigue en su particular búsqueda de encontrar el toreo.
  • El Fandi voluntarioso en el quinto toro de la tarde.

Primera tarde después de Aguado. La gente aún habla de lo de ayer en los aledaños de la plaza. Ganadería típica en sábado de farolillos, Fuente Ymbro, que presentó una corrida seria y de muy buenas hechuras. Encastada en líneas generales y con las orejas para que se las corten. Se anunciaron Antonio Ferrera, El Fandi y López Simón.

Abrió la tarde Antonio Ferrera, en su segunda comparecencia. Su primer toro castaño salió abanto en los primeros compases. Recorrió el ruedo como quiso sin que nadie de la cuadrilla ni el propio Ferrera hicieran nada para evitarlo. Su condición tan mansa dificultó mucho los dos primeros tercios, sobre todo el segundo por lo que apretó hacia dentro. Que se lo digan a Montoliu… En la muleta embistió con enorme humillación y profundidad, sobre todo por el pitón derecho. Sin embargo, en esta segunda etapa de Ferrera está mas preocupado de la pose y de la foto que del toreo. Anduvo despegado y citando con el pico, con el toro siempre por dentro de la segunda raya. Y con esa tontería de torear al natural con la derecha. Daba la sensación que el toro tenía más… Con el cuarto, Ferrera tuvo nulas opciones. Se defendió nada más salir, con las manos siempre por delante. En el caballo perdió la baina del pitón que hizo que le sangrara. Entró tres veces pues en la primera marró el picador. Recibió castigo. Con las banderillas lució, una vez más, Fernando Sánchez. En el último tercio Ferrera no hizo más que ponerse pesado.

Muy serio el segundo de la tarde que metió la cara con humillación en el variado capote de El Fandi. Cumplió sin más en el caballo y se le dio, a diferencia de otras muchas tardes. Como es habitual el tercio de banderillas del granadino fue un derroche de facultades con más o menos ortodoxia. Es habitual en él desarrollar el tercio sin que intervenga un solo peón y eso es muy meritorio. El toro, durante el transcurso del tercio, galopó con muy son y metió la cara en los embroques y recortes. Sin embargo, se quedó ahí y en la muleta se dedicó a defenderse, sobre todo, por el izquierdo que se quedaba muy corto y se colaba. Mató de estocada efectiva. Otro toro de nota fue el quinto. En los primeros tercios el toro humilló y embistió por dentro. Recibió poco castigo, lo cual hubiera necesitado. En el segundo tercio, el animal tardeó mucho, pero cuando se arrancaba lo hacía al galope y con transmisión. El Fandi inició la faena de rodillas en el platillo, para dar la vuelta sobre sí mismo, sin vaciar el muletazo. El toro, que comenzó la embestida por dentro, corregió ese defecto. A partir de ese momento, la casta y la clase fue en aumento. El Fandi anduvo templado y excesivamente lineal. Hubo algún natural estimable por templado y largo. Muy voluntarioso el granadino toda la tarde. De media estocada fulminó al toro. Oreja por el conjunto de la tarde.

El tercer toro fue una preciosidad, tal vez el más serio de la tarde. Sin embargo, tuvo la desfortuna de corresponderle en suerte a López Simón, quien inexplicablemente sigue anunciándose feria tras feria y dejándose ir toros sin que le pase factura. Recibió dos puyazos de defectuosa colocación, con el toro empujando por los pechos. Solvente la cuadrilla. Con la muleta, López Simón no llegó a cruzarse ni una sola vez, tirando líneas y mantazos a todas direcciones. El toro embestía con mucha profundidad y clase por el derecho, con recorrido. Sin embargo, salía con la cara más alta y reducía su recorrido. Necesitaba mando, y no lo encontró. Magnífico toro. Mató de estocada tendida. Con el que cerró la tarde, López Simón sacó todas sus armas de toreo ventajista y vulgar. El toro fue encastado, aunque se le picó poco. Tuvo prisa en empezar la faena y lo hizo por estatuarios. El madrileño estuvo en toda su plenitud, despegado y con el pico. Lo llevó en línea y vaciando los muletazos para fuera. Otro toro que se fue con las orejas puestas. Mató de estocada atravesada y tendida. Todo quedó en una ovación.

Por Francisco Diaz