El sueño de don Fernando se ha vuelto realidad. Muy pronto, gracias al prestigioso origen de sus toros y a su influencia, debuta en numerosas plazas de Andalucía, como las de Almería o Cabra…. Vende el semental Guitarrero a José Pereira Palha en 1875, el cual junta con las vacas que ha comprado a Dámaso Xavier Dos Santos, procedentes de la ganadería del Duque de Braganza, el Rey de Portugal, a quien su tío Fernando VII le había regalado 50 vacas y 2 sementales de su ganadería procedentes de don Vicente José Vázquez.

Once años después de haber empezado su trayectoria ganadera, don Fernando de la Concha y Sierra se presenta `por fin en Madrid, el lunes 10 de abril de 1882, en la primera de abono de aquella temporada, y en presencia de S. M. el Rey, le matan su corrida nada menos que Lagartijo, Ángel Pastor y Fernando » El Gallo » (padre de Rafael y Joselito ).  Sus toros, dice la prensa, están bien presentados, especialmente el primero y el quinto. Este primero de nombre » Mesonero «, es además bravo y de poder, tomando ocho varas para seis caídas y cinco caballos muertos. No lo aprovecha del todo Lagartijo. El quinto de nombre » Capirote «, coge a Ángel Pastor en el segundo muletazo y le propina una cornada grave.

No se lució mucho el padre de los dos futuros Gallos.

Al año siguiente el domingo 20 de mayo de 1883 vuelven a Madrid los toros de Concha y Sierra, también en presencia de sus Majestades.

El prestigio de los Concha y Sierra es innegable, Fernando de la Concha y Sierra fallece muy joven, el 25 de octubre de 1887. Su ganadería se divide entonces en dos partes : la más pequeña es vendida al Marqués de Villamarta y a su suegro el señor Garvey, mientras que los hijos del finado, Fernando y Concepción de la Concha y Sierra Fontfrede, heredan la parte más importante de la ganadería así como sus fincas. Su viuda, Celsa Fontfrede, tutora de los niños, recibe el usufructo.

Con el deceso de don Fernando, doña Celsa ha obtenido el usufructo legal, puesto que los herederos naturales de éste son sus dos hijos, entonces menores: Fernando de la Concha y Sierra Fontfrede, a quien le toca La Abundancia, y a su hija Concepción las demás tierras. Su viuda ha heredado, la carga de velar sobre la herencia de sus hijos, en la que también se incluye la casa sevillana de la calle O´donell. Visto de lejos, su situación parece más que envidiable. Sin embargo, no es nada segura: don Fernando ha fallecido antes de pagar totalmente el préstamo. De la cantidad inicial de 175000 pesetas, ha reembolsado 120000 con sus intereses. A su viuda le toca pagar las 55000 pesetas restantes, más los intereses. Y para salvar las tierras, doña Celsa va a demostrar su ingenio. En apenas tres años, el 12 de abril de 1890, consigue cancelar todas las deudas pendientes.

En vez de anunciar sus toros como los de la Viuda de Concha y Sierra, lo hace como los de Celsa Fontfrede, manifestando así su independencia, o su desafío, frente a las rígidas convenciones sociales de entonces.

Doña Celsa proclama que ahora es una ganadera rica, y nadie va a indicarle su deber. Además como todavía es joven y guapa, no tarda en buscarse la vida en el plano amoroso. Se trata de uno de los toreros más importantes y queridos de la época. Un día que había invitado a tentar a Manuel García Cuesta » El Espartero «, figura ya consagrada por su inmenso valor, o su temeridad, doña Celsa se enamora de aquel hombre algo más joven que ella y que, de mozo, hacía la luna con las vacas de don Fernando en la finca La Alegría. A pesar de estar casado y tener un hijo, » El Espartero » se enamora también y, de esta unión pasional, nace en 1890 una hija bautizada Pilar, (doña Celsa era maña, y muy devota de la Virgen del Pilar), desde entonces, » El Espartero » se convierte en el marido extraoficial de la ganadería.

El 17 de mayo de 1892, debuta doña Celsa en Madrid, seis toros, para Lagartijo, El Espartero, y Minuto, que confirmaba la alternativa. Los toros, excepto el primero, fueron pequeños, y con poca cara, sin mucha fuerza y el sexto impresentable. La corrida tuvo mucho morbo, al figurar en el cartel » El Espartero «, cuyo romance con la ganadera era un secreto a voces.

Blasco Ibáñez, se inspiró para crear los personajes de su novela » Sangre y Arena » en los amores de la Viuda ganadera con » El Espartero”. En la obra el torero Juan Gallardo le sonríe la vida: el chico pobre de Sevilla que se escapaba para torear en las ferias se ha consagrado como matador, despertando el entusiasmo del público. Y cuando lo tiene todo – fama, dinero, tierras, mujeres a sus pies y una esposa enamorada y comprensiva -, conoce a doña Sol, que se convierte en su amante, y todo cambia. Al igual que el torero de la novela, Manuel García, hijo de un espartero del barrio sevillano de la Alfalfa, soñaba todas las noches con ser torero.

Dicen que decidió ser matador después de visitar a su tio enfermo. Y saber que iba a morir porque no tenía medios económicos para curarse. Acto seguido, al pasar delante de la Maestranza, le dijo a su padre que iba a ser torero para que en su familia no se repitiera una tragedia así. Salió en la Plaza de Sevilla, como banderillero, e impresionó por su valor toreando » novillos » con seis o siete años por los pueblos colindantes a Sevilla, donde se ganó fama de torero » suicida”. Muy pronto fue aclamado como el verdadero » torero del pueblo «, recibiendo muchas cornadas que no mellaron su valor. El joven algo triste y reservado de los principios, se había convertido en un hombre abierto, temerario, pero también generoso con los necesitados.

Y » El Espartero «, ya figurón del toreo, se enamoró de doña Celsa y su vida cambio como cambió la de Juan Gallardo en la novela de Blasco Ibáñez, cuando entró en ella la terrible doña Sol. De esos amores marismeños nació, la pequeña Pilar, que el torero no dudo en reconocer y dar su apellido: Pilar García Aguiel de Fontfrede, quien años más tarde se casará con Joaquín Pareja Obregón Sartorius, hijo del VII Conde de la Camorra.

Para la Corrida Extraordinaria de Beneficencia del domingo 21 de mayo de 1893, en Madrid, » El Espartero » se mide una vez más con los toros de doña Celsa. Se lidian tres, con otros tantos de la viuda de Barrionuevo y tres de don Faustino Udaeta, con Mazzantini y Guerrita.

“El Espartero «, está rico, enamorado, y le cuesta más arrimarse ahora que antes. El 27 de mayo de 1894, antes de cumplir treinta años, está anunciado en Madrid nuevamente, y viaja en tren de Sevilla a la capital no sin parar en Córdoba, donde le espera su rival y amigo Guerrita. En el transcurso de la cena, a la quue asiste también el banquero – ganadero don Félix Urcola, Guerrita intenta disuadir a su compañero de torear la corrida del día siguiente. Es de Miura y sabe que Manuel no anda sobrado de sitio. Llega a decirle a su compañero: » No torees esa corrida”. Te puede matar un toro. Pero » El Espartero » le contesta: » Es un compromiso que he de cumplir. Iré.

El 27 de mayo de 1894 » El Espartero » empezó la corrida con enorme decisión y valentía. El público madrileño comprendió inmediatamente que venía dispuesto de afirmar su fama de valiente y de figura del toreo.

Minutos antes, camino de la plaza, la cuadrilla se lamentó a la vista de un cortejo fúnebre por la calle de Sevilla. “Mala pata «, exclamó Antolín un banderillero y el resto aseguraron que, al contrario, los muertos traían suerte. El matador movió la cabeza sin decir nada.

“Perdigón «, primero de la tarde, colorado, ojo de perdiz, fino y bien cortado, bien puesto de cuerna, se le vio tomar con cierta codicia una vara del picador. Un banderillero quiso darle un lance, del que salió apurado y entablerado, haciéndole el quite » El Espartero”. También Antonio Fuentes se embarulló algo con el capote y Manuel volvió a hacer un quite oportuno. El picador puso otra buena vara, rompiéndole el palo y muriendo el caballo. En total » Perdigón » recibió cinco puyazos, dio cuatro caídas y mató tres caballos.

( Continuará )

 

Por Mariano Cifuentes