A los 9 años entró a formar parte de la Escuela de Valencia. Lleno de ilusión e inocencia, empezó a andar un camino lleno de baches. De momento malos, y buenos. Fue pasando el tiempo a servicio del conocimiento. Siempre con los pies en el suelo, consciente de la dificultad que tiene la profesión.
Poco a poco, fueron pasando los años. Curtiendo su espíritu, esperando su tiempo. Forjándose entre el toreo de salón y las tapias de los tentaderos. Toreando al aire fue creciendo. Hasta que hace 10 años llegó su momento, los del castoreño le llaman. Un debut, entre sangre y sudor. Castellón fue testigo del nacimiento de un nuevo novillero, con denominación de origen valenciana.
En 2011 fue perdiendo la fe en quimeras. Las promesas no llegaban, las oportunidades se esfumaban. La cabeza fría y el corazón caliente, le hizo improvisar un retiro que duraría demasiado tiempo. Años de soledad y abandono, centrado en sus demonios internos. Luchando por sobrevivir, combatiendo el ego, sin darse cuenta fue forjando un torero. Momentos duros y difíciles. Sin pensar, ni vivir en torero.
Cuando sus demonios se fueron, afloro un torero. La villa vallisoletana de Pedrajas de San Estaban fue testigo del resurgir como ave fénix del hombre que llevaba dentro. Murió el niño, bienvenido el hombre. Enfrentó dignamente a un exigente Prieto de la Cal. El tacto del percal le mantuvo vivo, el sueño volvía a estar en marcha. Gracias Pedrajas por recuperar a un romántico.
21 son las novilladas a sus espaldas, en diferentes circuitos. Variedad de encastes en su tauromaquia, adaptando sus alamares a la ocasión. Vida y muertes se unen en el flaco. No es de Galapagar, es de Valencia y su nombre es JUAN CERVERVA.
La vida le debe varias oportunidades. A sus 27 años, conjuga madurez con torería. Una forma particular de entender el torero. Se inspira de muchas fuentes, pero su personalidad le hace único. Donde va triunfa, y todos los ganaderos le repiten “Ojo, aquí hay un torero, nos sorprendió muchísimo la forma de torear que tiene, puede llegar muy lejos”, me decía el otro día Aurora Algarra. El mayoral del Conde de Mayalde, Juan Martín también se desafía en elogios “Torea muy puro, con un gusto tremendo, pisando los terrenos, sabe cómo interpretar el toreo, ojito que tiene mucho, pero mucho valor”.
Con una manera muy particular de torear, recto como un palo, encajado, citando con la panza. Cada vez que coge los bártulos da una lección de pureza y verdad. Ha llegado su momento. Una buena oportunidad puede poner a funcionar a este novillero. En un futuro puede ser el heredero natural de alguna figura. Puede ocupar un lugar en lo más alto, o tal vez, jubilar alguna figura.
El futuro le espera, y su toreo le ábala.
Por Juanje Herrero