Tenía razón Einstein y su teoría de la relatividad total, porque hoy en la aburrida corrida de Bolaños de Calatrava el tiempo ha pasado lento, muy lento. Menos mal que estaba Esaú Fernández que nos rescató del hastío en el segundo, pero fue tan fugaz que apenas lo pudimos saborear.

La corrida ha sido noble y con trapío pero muy sosa y sin fuerza. Sin materia prima poco se puede hacer. Igual que ayer titulábamos la crónica de Mérida “Sin fuerza no hay paraíso” hoy podríamos poner perfectamente “Sin casta no hay futuro”.

Manuel Escribano se ha enfrentado a dos toros sosos y justitos de todo, contando que era la primera de la temporada, se ha resumido en un baile por quien aburría más, si el toro o el torero. En su primero Escribano estuvo dubitativo e inseguro, sin llegar a apostar por un toro que al principio regalaba unas embestidas con más transmisión. Al torero andaluz le costó coger el sitio, punteado, trapazos y trallazos fueron una constante en una faena que fue a menos de la tercera tanda en adelante. En su segundo, un toro que iba y venía sin terminar de decir mucho se le intuyó disposición y entrega, pero el toro no le dejó que la faena despegará.

Esaú Fernández estuvo cumbre en su primer toro. Un toro que sin llegar a transmitir y rebosar, lo supo entender a la perfección. Un toro justito de fuerzas donde el torero de Camas toreo con las yemas. Suavidad y tiempo a una faena  que conecto rápidamente con el público. En ese toro afloro una sensibilidad especial que no pudimos vislumbrar en Ossa de Montiel, pero que casi un mes más tarde hemos podido disfrutar en todo su esplendor, llego la primera para Esaú. En su segundo de la tarde no tuvo opción alguna, por más empeño, ímpetu y raza que le puso.

Mario Sotos ha toreado por momentos, en algunas tandas ajustadas, otras despegadas y fuera de cacho. No tiene todavía el punto cogido. Esta temporada se le espera que haga la ruta de los pueblos en la comunidad manchega. Esperemos que le sirva para crecer personalmente y no desperdicie esa oportunidad que los empresarios y “su suegro” le están brindando.

Por Roberto García

Fotografía Pascual Richart