Parece una paradoja que la tauromaquia empiece a respirar y tomar aire cuando en España veinticinco provincias están en alerta por altas temperaturas. A casi 40º grados en la calle, y algo menos en los despachos se están cociendo los carteles que van a hacer que la temporada no pase en blanco. Ávila ha sido la primera en presentar una feria “importante” compuesta por dos corridas como bien sabrán. Astorga, Estepona y demás pueblos.

Con la vuelta a la “nueva normalidad” (ese concepto tan contradictorio como estúpido) se presenta un dilema: ¿Qué es mejor, hacer carteles con toreros de relumbrón y ganaderías comerciales, o aprovechar y dar oportunidades a nuevos toreros y ganaderías? Pues cada uno dirá una cosa, pero la realidad es que en las plazas de capital de provincia la fórmula que funciona es la que se ha venido aplicando en unos años a esta parte. Si con un cartel de clavel no se llenan las plazas, con un cartel de toreros desconocidos por el gran público el aspecto de las plazas es bastante paupérrimo. Por tanto, se seguirá apostando por como estaban las cosas antes, con la diferencia de que los honorarios de los toreros bajan un tanto. Este panorama es distinto en las plazas de tercera. En los pueblos, la gente va a los toros por tradición y por festejar sus fiestas, sin importar el cartel que sea.

Pero existe una preocupación que une a todos los aficionados: la taquilla. Una cosa que me ha sorprendido bastante es que a la hora de reunirse con las diferentes instituciones para hablar sobre la solución de esta crisis no se haya tenido en cuenta a los aficionados. Y es bastante sorprendente, pues nosotros somos los que mantenemos todo esto y creo que nuestra opinión y nuestras preocupaciones son bastante importantes. A nivel provincial estas reuniones con la afición son mucho más alcanzables, por ejemplo, el gobierno de Madrid se podría reunir con la Asociación El Toro, la alcaldía de Bilbao o el gobierno vasco con el Club Cocherito de Bilbao, etc. Pero volviendo al tema inicial, el precio de las entradas para ir a los toros preocupa, y mucho, a la gente. No voy a descubrir ahora el varapalo brutal que va a suponer esta crisis a la economía, ni tampoco que mucha gente va a empezar a pensarse si acudir a la plaza o no.

Este aspecto tiene que cambiar radicalmente. Sigo pensando que la reducción de las cuadrillas en plazas de tercera y segunda es fundamental, y a corto plazo sería un alivio tremendo. La rebaja de impuestos y trámites burocráticos que he dicho hasta la saciedad también es fundamental. Y dos aspectos que también pueden ser interesantes son: los diferentes precios para los diferentes festejos y una apuesta por la publicidad. La primera medida es lógica; no se puede pagar lo mismo por ver a Morante que por ver a Joaquín Galdós (sin ánimo de ofender a Galdós). Por tanto, los precios deberían ajustarse en función del cartel. Y la publicidad supondría una fuente de dinero muy interesante para sufragar los gastos. El deporte y la mayoría de los espectáculos se apoyan en el capital financiero que mueve la publicidad. Y esta labor la tendrían que hacer los empresarios, moviéndose y hablando con diferentes empresas para que sus productos se anuncien en las grandes ferias, que reúnen a miles y miles de personas.

Como ven, aunque haya pasado tanto tiempo sin ver toros, y a pesar de que ha habido mucho tiempo para reestructurar la fiesta, todavía falta mucho por hacer y a partir de unas semanas se empezarán a ver los frutos de los movimientos que han hecho los que tenemos arriba.

Por Quique Giménez