El grave problema que ha tenido la corrida de Ricardo Gallardo lidiada esta tarde en Madrid no ha sido otro que, de forma lamentable, nos hemos acordado de la que lidió el la pasada feria otoñal y, el disgusto ha sido de época. Nada que ver con la corrida del año pasado pero, si se me apura, si de bondad se trata, la de este día ha sacado toda la bondad del mundo, poca fuerza y sin maldad de ningún tipo.

Tras lo dicho, de forma lamentable, hay que aplicarle al señor Gallardo la frase con la que titulamos la crónica que, la cabra, tarde o temprano, tira al monte y eso es lo que ha ocurrido este día con los toros de la sangre Domecq, aquella que pensábamos que nada tenía que ver con las ganaderías al uso de dicha sangre pero, repito, los toros le han jugado hoy una mala pasada al ganadero y se han comportado como sus primos lejanos.

No es menos cierto que, tras ver el juego de los toros, con toda seguridad, para el año venidero, Ricardo Gallardo podrá vender sus toros para que se los maten las figuras puesto que, si en el día de hoy han estado al tanto, que no nos quepa duda que en la próximo temporada Gallardo hará el negocio de su vida. Los apoderados de las figuras ya estarán comprando la camada entera.

Ciertamente, no sé qué lectura darle a la cuestión, lo que sí es muy cierto es que la cara de Ricardo Gallardo no expresaba mucha alegría porque, en el fondo y en la forma, Gallardo, lo que entiendo quiere y ama no es otra cosa que la casta y bravura de  la que sus toros son portadores, algo que emociona a él, a los aficionados y, sin duda, a los toreros que saben triunfar con dichos toros que, no era hoy el caso ni el día.

Como decía, recordar la encastadísima y brava corrida del pasado otoño y ver lo que hoy ha salido por los corrales, cualquiera se pone a llorar. Casi con toda seguridad será el propio ganadero el que llorará amargamente su pena porque, sinceramente, él tampoco entenderá la bobaliconería de sus toros, su poquita fuerza, su bondad y todos los elementos básicos que buscan las figuras en un toro.

No cabe juzgar a los toreros que, han hecho todo lo que han sabido pero, la gente, hasta el propio aficionado, todos quedaron inertes al ver el juego de dichos toros, razón por la que no le han prestado el mínimo interés a la lidia de los toros;: repito que, todos creíamos que saldría una corrida de Ricardo Gallardo y, nos hemos equivocado porque dichos toros de este día no tienen nada que ver con los fieros y bravos ejemplares de tantísimas veces como nos ha emocionado el señor Gallardo con sus toros.

Una pena porque, hace muy poquitos días, la novillada que Gallardo lidió en Madrid, que era una auténtica corrida de toros, le salió de lujo, es decir, lo propio de esta ganadería que tan felizmente nos tenía acostumbrados, hasta el punto de que Tomás Rufo salió por la puerta grande en Las Ventas.

Y, repito, si nos acordamos de la corrida de Gallardo del pasado año en otoño, nos invade una pena enorme porque, en dicha corrida, por brava, encastada y auténtica, propició que de una vez por todas, Diego Urdiales signara en Madrid la mejor tarde de su vida cortando tres orejas y arrebatando al público venteño; un festejo en el que Octavio Chacón estuvo torerísimo y, a su vez, de forma lamentable, pudimos ver como un bravo toro, encastado y de triunfo, retiraba de los ruedos para siempre a David Mora, una pena porque Mora era un torero consentido de Madrid.

Madrid ha despedido a El Cid con un cariño desmedido; no ha toreado mal, pero sus toros, como los de sus compañeros no han dado la emoción que todos esperábamos. Con semejante «material» El Cid ha naufragado totalmente porque como sabemos, el diestro de Salteras es un torero poderoso que solo le vale el toro auténtico con el que ha triunfado en muchísimas ocasiones. Madrid, como no podía ser de otro modo le ha obligado a dar una vuelta al ruedo para despedirle por lo que ha sido siempre en esta plaza, un gran torero.

Con Emilio de Justo nos ha ocurrido otro tanto de lo mismo. El buen hacer de Emilio no ha tenido calado alguno porque los toros no tenían la menor emoción y, cuando todos esperábamos lo mejor, nos ha llegado lo peor. No es De Justo un hombre para emocionar con el toro sin alma, sin fuerzas y sin la menor chispa como le ha sucedido en este día. Seguro que se acordaría de su actuación el pasado año por estas fechas y, su lamento sería grande.

Ginés Marín ha pechado si acaso con el único toro con ciertas complicaciones pero, en el último, otro animal sin alma y sin fuerzas, Marín ha estado voluntarioso. Todos nos preguntábamos quien había estado más abúlico, si el diestro o los toros que lidió. Los toros le ayudaron poco pero el diestro, con esa cara de enterrador de tercera culminó una tarde para el olvido.

Pla Ventura.